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Murió Moro, el perro que quería todo Fernández Oro y tenía una maravillosa historia

El adiós al Ovejero Belga que renunció a todo para vivir cerca de Ely, su novia. Un hermoso perro que era un símbolo de su barrio, donde ya se lo extraña.

En un barrio cuyas callecitas de tierra llevan el frío e insulso nombre de flores y plantas, no estaría mal que algún día una de ellas le rinda homenaje al inolvidable y querido Moro. En especial esa esquina de Los Abedules y Los Membrillos que el popular y particular perro adoptó como refugio a la intemperie y en la cuál construyó su genial historia.

Murió como vivió: en paz. Partió de grande (15 ó 16 años se cree) un grande. Fue hace algunos días y ya se lo extraña en esa parte de Fernández Oro donde se recuerdan mil anécdotas suyas. Nada será igual sin su imponente presencia, el barrio quedó desalmado sin acaso su mayor referente. El que renunció a todo por amor, fue feliz en la calle y disfrutó su libertad hasta el último día. El que marcó un antes y después en el pueblo, que lo despide con inmenso dolor.

Era “el guardián de la cuadra” como muchos lo definen. El perro sin dueño que al mismo tiempo era de todos. Aunque nadie lo cuidó como Mario y familia, los vecinos de la casa de "Ely", su novia, por la cual este hermoso Ovejero Belga -tenía otra familia- dejó todo de lado y se quedó a vivir en la puerta del dulce hogar (los días de frío y lluvia lo hacían entrar, lo llevaban al veterinario, a bañarlo, lo alimentaban, etc). También lo llora el Colorado, otro pionero de Los Troncos que aprendió a quererlo y a mimarlo. No hay nadie que no lamente su muerte allí.

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Ely, su histórica novia, lo acompañó hasta el último día.

Ely, su histórica novia, lo acompañó hasta el último día.

La cuadra le pertenecía. Con su bonito pelaje negro, un físico robusto y andar cansino pero constante era un símbolo del sitio. Lo querían los niños, lo malcriaban los grandes y hasta aquellos traviesos perros que en ocasiones lo molestaban hoy lo buscan y sienten su ausencia.

“No era malo, ni de atacar, pero él a su manera nos cuidaba a todos. Se fue nuestro guardián y cómo no extrañarlo. Hasta siempre Moro querido”, se emocionó una vecina al recordarlo este miércoles.

La hermosa historia de Moro

Los homenajes, dicen, se hacen en vida. Y, por suerte, LM Cipolletti en agosto del año pasado le dedicó una extensa nota a este perro gigante pero bonachón, con porte cordillerano.

En aquella oportunidad, otra vecina de esa tranquila zona sorprendió con un fantástico relato de la historia de Moro. “Fue el primer perro del barrio. Mi vecino, su dueño, se fue y él se quedó por ella, por Ely, mi perra. Todas las mañanas la viene a buscar y se la lleva a pasear por el barrio. Ella, cuando lo ve, se me acerca como para pedirme permiso y se van contentos”, contó en esa oportunidad la señora que junto a su pareja e hijos tanto hicieron por él.

“Cuida a los chicos del barrio, salen a caminar solos y él va atrás de ellos. Antes hasta los seguía cuando iban en bici pero ya está grande. Siempre lo llevamos a que le corten el pelo. Es grande pero inofensivo. Una vez lo agarró un dogo, pobre, y lo lastimó, menos mal que zafó porque lo queremos tanto y porque se había venido abajo su novia también”, recordó en aquel entonces la agradable mujer.

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Moro solía descansar debajo de una lancha en el terreno de la esquina del barrio.

Moro solía descansar debajo de una lancha en el terreno de la esquina del barrio.

Lo cierto es que el perro de raza que resignó una vida más cómoda para vivir cerca de su amor, el perro del pueblo se fue de este mundo, aunque quedará por siempre en los corazones de los vecinos.

Y, como se dijo al principio, no sería descabellado que en un futuro alguna de esas cuadras del barrio lleven el nombre de su histórico Guardián. Sería un acto de estricta justicia con el ya legendario Moro.

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