Entre los 400 artesanos que participan de la 31° Fiesta del Arte Popular Callejero hay familias que recorren miles de kilómetros. No solo traen sus artesanías, sino expectativas, anécdotas, tradiciones locales, oficios y crianzas artesanales.
Artesanos de todo el país llegaron a Neuquén para participar de la 31° Fiesta del Arte Popular Callejero que inició el jueves y se realiza hasta el lunes en el tradicional Paseo de los Artesanos. LMNeuquén se acercó a la Avenida Argentina para conocer sus historias de vida y entender por qué cada noviembre las artesanías son tan esperadas por la comunidad.
"Neuquén nunca falla, es re lindo público, nos esperan todos los años", dijo Fernanda, quien junto a su marido Héctor, ambos de 56 años, trabajan el hueso de vaca para crear artesanía utilitaria. Sacacorchos, copetineros con 12 o 18 pinches, a 9 y 15 mil pesos; untadores, a 5 mil; saleros en 7 mil; palitos para el rodete, botones: "Lo hacemos con el hueso que se deshecha en la carnicería", contó sobre el proceso que lleva una semana.
"Así como hay quienes compran el metal, nosotros tenemos que recolectar el hueso largo, cortamos las articulaciones y limpiamos lo más que se pueda con un cuchillo. Después ese hueso va tres o cuatro días en agua para que se desangre, y después se hierve unas 10 o 12 horas para que se desgrase. Una vez que está así, cortamos la medida que uno necesita y pasamos por 5 granos de lija y ese es el brillo natural del hueso, no tiene laca ni pintura", indicó. Pero, el trabajo sigue porque algunas artesanías están talladas con un mini torno con fresas de odontología y un efecto con soplete para que resalten.
Además, la pareja de artesanos con 31 años de casados que vive en Tanti, Córdoba logró imprimirle a sus trabajos la identidad de las sierras cordobesas: "Lo que ves en color también es hueso teñido con tintes naturales, como se tiñen los tejidos", contó Fernanda. Por ejemplo, con carozo de palta, cochinilla, cáscara de cebolla, repollo colorado, té de mora y agua de poroto.
Fernanda participa desde hace más de 10 años de la Fiesta de los Artesanos de Neuquén cuando se dedicaba a la indumentaria infantil y mencionó que siempre le fue bien. "Acá tienen cultura artesanal, no en todos lados pasa que se valore el trabajo del artesano", dijo y además confió que le ponen todas las fichas a Neuquén porque llegaron desde un encuentro de artesanos en Mendoza donde no les fue bien y además se les rompió la camioneta.
Algunas artesanas recién inician y vienen de más cerca, como Ailén, una joven de Cinco Saltos que ya conoce la dinámica general porque todos los fines de semana ofrece su paño de trenzas tejidas de macramé. "A ella le estoy haciendo una vinchita de trenzas, sale 15 mil pesos y lo hago en 15 minutos", indicó a LMNeuquén mientras trenzaba los cabellos a Romina, otra feriante de pulseras pero con más trayectoria: "Ser artesano es un estilo de vida que uno elige".
Aunque es porteña, a sus 43 años se movió por muchos lugares, esta vez vino a Neuquén desde Córdoba: "Desde 2004 vivo de la feria porque me da libertad y logro independencia económica", dijo y no quiso opinar sobre este particular contexto económico: "Para mí lo económico no depende de ningún gobierno, si cada uno que viene me compra una pulserita todo va a estar bien". Este es el cuarto año que participa de la Fiesta de los Artesanos en Neuquén y señaló que "hubo épocas difíciles o más buenas, pero si le ponés constancia y disciplina te va bien".
Hace tres años que vive "nómade" y la entusiasma participar del evento porque se reencuentra con personas que de otra manera no frecuentaría: "Siempre es una fiesta, se vive como una fiesta, son 5 días de feria, muchos gastos, mil kilómetros para viajar, entonces uno vende y trabaja, pero cuando terminamos quizá vamos a China Muerta, al río y si hay tiempo hacemos un asadito".
Si bien hay feriantes que disfrutan de viajar constantemente, algunas artesanas cuidan una tradición familiar y su oficio está arraigado a la tierra misma, como el caso de Margarita, la artesana famosa en Neuquén por sus ollas y fuentes de barro. Desde 2012 recorre mil kilómetros para armar su puesto en la esquina de Avenida Argentina y Carlos H Rodríguez. "Venimos con mi esposo y mi hijo desde Salta. No vamos a todos lados, esta de Neuquén es una feria que nos gusta y de pasada vamos parando, almorzamos y nos encontramos con otros feriantes en la ruta".
Las ollas de Margarita tienen un detalle maravilloso: son elaboradas con arcilla roja local recolectada a una altura de más de 3700 metros sobre el nivel del mar. Algunas son de un negro brilloso gracias a un proceso de reducción de oxígeno que hacen al final de la cocción. "Yo traigo la arcilla de donde me crié, soy de Jujuy, de La Quiaca bien para el lado del campo, de Santa Catalina", reveló a LMNeuquén y agregó: "Trabajo desde chica, porque lo aprendí de mis abuelos alfareros, así que siempre desde niña estuve en la alfarería".
Por muchísimos años dice que trabajó a mano, pero luego incorporó el molde y el torno para acelerar, aunque igual hacerlas le lleva días: "Desde que sacás la arcilla hasta que terminás de cocer es todo natural, por eso es sano, pero lleva tiempo, es oreado para después gruñir, lo volvés a pulir, y si está lloviendo tampoco te deja avanzar porque no te deja secar". La artesana y su familia traen una horneada de entre 80 y 100 ollas, o lo que les entre en la camioneta.
Margarita contó que este año vende las ollas desde 14 mil en adelante dependiendo el tamaño. "Los clientes que ya compraron me dicen que les gusta como cocina, que es rico, entonces siempre venimos con expectativas positivas" dijo y contó que en los 12 años que vinieron a Neuquén se hicieron amigos y conocidos. "Me gusta hablar con los clientes, con los feriantes, entonces es lindo, salís de tu casa y del taller de estar trabajando todo el día".
En el puesto de instrumentos infantiles Cosa e' Negro, los colores fluorescentes atractivos y vibrantes llamaban la atención de los más pequeños, que quizá por primera vez tocaban instrumentos musicales artesanales. En este sentido, Pablo, el luthier, explicó que "es un oficio que tiene una defensa de lo público y fijate que las mayorías de las cosas están expuestas para la venta, podés tocarlas, probarlas, hasta fotografiarlas es libre".
A propósito, Felipe, un niño de 9 años, participó de la entrevista mostrando cómo sonaban los accesorios, como el trueno, y contó que llegaron de Carlos Casares con su papá, artesano del cuero, y su mamá, bijouterie con alpaca. "Él es un producto artesanal de la feria" bromeo Pablo, y dijo que su hijo de 24 años también se crió en la feria. "Acá se trabaja en familia y hay códigos de convivencia y cuidado que están buenos". En este sentido, agregó que "si bien es un mercado y estamos laburando, a la vez se está compartiendo, nuestros hijos se conocen, se crían juntos en la Feria de Neuquén".
Llegó por cuarta vez desde Tandil y hace más de 10 años que hace instrumentos para chicos, y adultos, dijo Pablo mientras tensaba las cuerdas de un pequeño tambor rojo. Su oficio lo llevó a especializarse en el universo de la percusión, y sobre todo de los accesorios. En cuanto a los precios, el artesano detalló: "La batalla, los instrumentos más pequeños, arrancan en 5 mil, sigue por ejemplo el Kaiku, el tambor de origen japonés, émbolo, maracas, chacha, cascabeles, y después otros de un valor medio desde los 15 y los 35 mil pesos como los shekeres".
Junto con su pareja artesana Cosa e Negro combina la luthería profesional haciendo cajones, con artesanías pequeñas y reparaciones: "Hice una tecnicatura en diseño industrial en la Universidad de Tandil (UNICEN) y eso me ayuda mucho a pensar el producto porque mi inquietud es ir mejorando y para ver si realmente mejoraste está bueno estos encuentros, ver los colegas cómo se está trabajando".
En la Fiesta de los Artesanos, también encontramos a un feriante en acción, escribiendo "Alimenta tus sueños" con largas pinceladas azules en una chapa amarilla: "Lo mío es el Fileteado Porteño, que es un arte popular que nace a fines del siglo 19 en la fábrica de carros de Buenos Aires", explicó Mauricio Navarro. Su trabajo es una pasión que trae de su Buenos Aires natal y admite entre risas que en su casa "hay más Gardeles que retratos familiares".
Hace seis años que viaja hasta Neuquén porque siempre le va bien: "Siempre es un lindo lugar, hay una respuesta muy buena de la gente con respecto a las artesanías y al arte en general", y contó que pinta en el momento lo que los clientes le encargan, generalmente frases, direcciones para las casas o bares y algunas cosas que ya tiene preparadas. Por ejemplo, cuadros de Messi y Piazzolla.
Los cuadros y carteles con las características líneas en espiral y los colores fuertes que embellecían a los grises colectivos del siglo 20, varían entre 8 mil y 120 mil pesos. Además, el artesano señaló que una conocida parrilla de la ex ruta 22 le pidió un presupuesto para pintarle un mural en una pared con el clásico fileteado porteño.
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