Durante la tarde, especialmente, la capital luce desértica debido a la gran cantidad de gente que se fue a otras ciudades a pasar las minivacaciones.
Es curioso y a la vez sorprendente cómo cambia Neuquén en feriados especiales y largos como este tan extendido por la Semana Santa. Cambia de manera abrupta, sin matices en los ruidos o movimientos urbanos. Se transforma de una ciudad en ebullición a una urbe casi vacía, lánguida, en reposo, de un día para otro.
Dicen los números de los informes turísticos que miles de personas aprovecharon estas cinco jornadas para pasar las minivaciones en otros destinos. En las rutas neuquinas hubo largas caravanas de vehículos desde el jueves en busca de algún pueblo cordillerano y nutridas filas de pasajeros tanto en la terminal de ómnibus como en el aeropuerto para trasladarse a otras provincias. El martes se repetirá el fenómeno en el regreso y se conocerán los balances -seguramente favorables- del impacto que tuvo este éxodo en la economía de la provincia de Neuquén, aun en épocas de crisis como la que vivimos.
Estos números confirman -o acaso explican- que la ciudad más grande de la Patagonia haya quedado casi en silencio en comparación a cualquier día de rutina cotidiana.
Durante las tardes -principalmente- las calles y avenidas más importantes lucen tranquilas y esa quietud se acentúa aún más en los barrios alejados del centro donde todo transcurre en cámara lenta. Las mañanas tienen un poco más de ritmo por las compras en los almacenes y supermercados, igual que las noches por los bares y restaurantes. Son pequeños chispazos que reviven a Neuquén, pero luego vuelven a apagarse para comenzar un nuevo ciclo. Una y otra vez hasta que todo vuelva a la normalidad.
Un poco más de gente en los espacios públicos, pese al feriado de Semana Santa
Tampoco están demasiado concurridos los espacios públicos. Parece mentira ver una plaza en soledad durante una cálida tarde de otoño como la de ayer. No se escuchaba nada más que el canto de los pájaros y el murmullo de las copas de los árboles con algunas ráfagas livianas que traía el viento del noreste.
El Parque Norte tenía sus visitantes de siempre, pero en horas de la mañana. Son aquellos que no se fueron de vacaciones y mantuvieron su rutina saludable de ir a caminar o correr por los senderos que serpentean el bosque.
Lo mismo ocurrió con el Paseo de la Costa. Siempre habrá alguien para disfrutar la belleza del Limay en otoño, pero no en grandes cantidades como en semanas normales, sin feriados tan largos.
Los domingos son mucho más calmos
Este domingo fue más solitario que el sábado, acaso porque los domingos siempre mantienen ese mandato del descanso antes de que comience la semana. Pero este lunes será feriado y el martes también. Todo indica que las postales de ciudad vacía volver a estar presentes otra vez.
Quienes no tuvimos la suerte de viajar a algún lugar nos consuela el hecho de poder disfrutar de esta calma pueblerina en esta semana atípica y apacible. Lo haremos hasta el miércoles cuando la ciudad recupere el frenesí y la locura urbana de todos los días.
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