La llegada del frío remite a imágenes de la niñez en épocas donde la capital todavía era un pueblo y los hogares se convertían en un refugio familiar.
El calorama está a toda máquina, como el motor de una locomotora desbocada. Se alcanzan a ver las llamas azules que se mueven y bailan con un ritmo hipnótico. Llegó el invierno a Neuquén y las postales lejanas de otros inviernos llegan inevitablemente a mi memoria.
Son instantáneas arrastradas por aquellos fríos remotos de la infancia y del refugio en el que se convertía mi hogar. Viene una y luego otra. Y otra más, como una gran catarata de recuerdos a través de los sentidos.
Sobre la chapa ardiente del calefactor hay una lata con agua y hojas de eucalipto para que el calor no sea tan seco. Al lado, unas cascaritas de naranjas despiden una fragancia cítrica y acaramelada que impregna el ambiente.
Otro invierno, otro pueblo
Los vidrios del living están empañados y no permiten ver más que algunas gotas condensadas que se deslizan despacio y van formando surcos caprichosos que desdibujan las postales del frío de la calle. Apenas se percibe la escarcha que se acumuló en el jardín, los últimos montoncitos de hojas que dejó el otoño o el movimiento de los autos que pasan cautelosos por la pendiente de la calle Tucumán, que todavía es una calle humilde, tan humilde como el pueblo.
Es un ambiente cálido porque desde la cocina también llegan vapores con olor a comida. Se mezcla el aroma del pan tostado y del café del desayuno con el del guiso que borbotea en la olla bajo la mirada atenta de mi abuela. No creo que exista un refugio más cálido y acogedor que las cocinas de las abuelas.
Los abrigos cuelgan en el perchero, las bolsas de agua caliente con fundas tejidas al crochet esperan la noche en un rincón de la habitación y la alfombra mullida ofrece el último refugio para caminar con los pies descalzos.
La lectura, una gran diversión en el invierno
En una repisa hay una pila de historietas de todo tipo al lado de libros de aventuras fantásticas listos para alimentar la imaginación. Los programas de la televisión son pocos y hay que esperarlos en sus horarios habituales; jugar en la vereda no siempre es una actividad permitida cuando hace mucho frío o corre el viento. Las historias impresas son una de las grandes diversiones para cualquier niño.
A partir de la llegada de esta nueva estación se repiten las postales de cada rincón de mi hogar. Son imágenes que llegan de mi infancia a través de los recuerdos. De aquellas mañanas heladas por fuera y templadas por dentro que tanto disfrutaba en mi casa cada vez que llegaba el invierno.
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