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Tango en el Valle, la propuesta de una pareja que rompe estereotipos a la hora de bailar

Laura Mellado y Julián Grosso enseñan y promueven un tango que evoca sus orígenes, donde el baile es un diálogo entre pares y la milonga un espacio para compartir con todos.

“Estén atentos a quienes tienen al lado, porque es un espacio pequeño pero tenemos que entrar todos”, dice Julián. Es sábado de tango y ya suena la orquesta de Osvaldo Pugliese en el pequeño salón de la Casa Popular Arturo Jauretche ubicada el centro oeste neuquino. Hay un puñado de personas esperando la clase: una pareja con experiencia; una señora que empezó a bailar hace unos años en Zapala; una adolescente que vino acompañada por un amigo y su papá para aprender desde cero; unos cuantos entusiastas parados sobre una buena base; una periodista que quiere descubrir por qué su abuela amaba tanto el tango y así. Mientras, unas niñas juegan debajo de la mesa que está en la esquina del salón y un gato entra y sale reclamando comida.

Laura se para en medio de la pista y empieza a mover la punta de los pies en círculos para calentar los tobillos. Va repasando con todos lo que llaman los 5 elementos fundamentales para moverse junto a otro: saber en qué pie se está parado y el cambio de peso; pivot, pasó adelante, atrás y laterales; el abrazo; y la percepción de la pareja y quienes bailan al lado. “Si consideramos estos elementos, vamos a estar bailando tango”, dice entusiasta. “El tango desarrolla los sentidos que tenemos olvidados, despierta la sensopercepción, no sólo por lo que implica bailar en pareja, sino porque es un baile esencialmente social, no es de academia, sino un baile popular donde compartimos espacio entre muchos”, agrega Julián.

Hace algunos años, Laura y Julián se propusieron sembrar por el Valle todo lo que saben, lo que fueron aprendiendo durante estos años que más allá de la técnica, es volver a hacer del tango un hecho del pueblo, una expresión con corazón.

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Laura es nacida y criada en Cipolletti. En su casa jamás se escuchó tango, sin embargo, cuando era adolescente, un día pasó por un Centro Cultural donde estaban enseñando, se animó aprender y se enamoró. Desde entonces, el tango es su motor. Después de varios años de bailar sin parar, en un momento sintió que había llegado a un techo y lo dejó. Pero al tiempo, armó una mochila y de decidió viajar por todos lados en busca de la milonga perfecta, hasta que descubrió que lo que ella quería era enseñar, poder transmitir a otros su pasión.

Julián, en cambio, es de Villa Soldati, vivió toda la vida entre el Puente Alsina y Pompeya, “y más allá la inundación”, dice haciendo un guiño a Sur, la emblemática letra de Homero Manzi que como tantas otras, refiere al barrio de su niñez. Su abuelo era un milonguero nato, que vivió de lleno los años dorados del tango. Sus padres, si bien no habían heredado esa tradición, se conocieron en un baile de Mataderos, cuando el tango era parte del sonido natural de Buenos Aires. Siempre lo llevó en la sangre y en la memoria.

Un tango y un amor

En 2011, Laura y Julián se conocieron estudiando en la Universidad del Tango, como muchos llaman al Cetba (Centro Educativo del Tango de Buenos Aires) un espacio educativo no formal, gratuito, que depende de la Ciudad, donde cientos de estudiantes de todo el país y del mundo llegan para aprender a bailar, pero sobre todo para aprender a enseñar. La institución fue creada 1991 por Gloria y Rodolfo Dinzel, integrantes del legendario Tango Argentino en Broadway, el espectáculo que a mediados de los 80’ volvió a posicionar al tango a nivel mundial.

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A través del Sistema Dinzel, que ellos mismos diseñaron luego de una exhaustiva investigación antropológica, se propusieron facilitar el aprendizaje y la enseñanza de la danza. Desde entonces, promueven un tango social e inclusivo, como una danza de improvisación, de igualdad, de respeto, de conversación, con mucho de lúdico.

En el 2014 se recibieron y en el 2015 pusieron en práctica todo lo cosechado cuando crearon el espacio Techos Azules, un bailongo como los de anteaño: familiar, popular y con picnic incluido. Todo empezó una tarde en que Julián la invitó a Laura a dar un paseo a lo que fue el Parque Interama, hoy Parque de la Ciudad, uno de los espacios verdes más notables de la CABA. Aunque se había criado jugando ahí, desde que lo cerraron nunca se había animado a volver para no romper la ilusión. La cosa es que ese día tomó valor y la invitó a subir a la Torre del Parque, quizá la vista más alta de toda Latinoamérica. Y ahí desde las alturas, con perspectiva de amor pensaron en por qué no ganarle al tiempo y sumarse a recuperar el Parque creando una milonga. Y así lo hicieron. Lo que empezó como un proyecto, terminó convirtiéndose en un espacio emblemático para el tango porteño

La génesis de Tango en el Valle

“Me fui con una mochila y me volví con una familia”, dice Laura. Pandemia de por medio, con una hija pequeña que andaba necesitando amor de abuela y con ganas de seguir militando el tango social y transformador, se vinieron para el sur. “Nos costó mucho dejar Techos Azules. Trabajamos a destajo para eso, pero creemos que quedó en las mejores manos y nosotros nos quedamos con la experiencia de devolver el tango al espacio púbico y con ese espíritu nos vinimos”, agrega.

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Desde que llegaron al sur, crearon Tango en el Valle, la productora con la que dan clases y también con la que generan milongas y otros espacios para difundir lo que hacen y lo que aman. “Acá en la zona hay mucho laburo, gente increíble que ha ganado mundiales, nosotros sólo venimos a sumar. Buscamos romper estructuras para abrir la puerta a un tango más inclusivo, de mujeres con mujeres, entre hombres, un tango que sea de la gente y donde no quede nadie afuera”, explica.

Este verano, Julián y Laura fueron parte de las Milongas de Necesidad y Urgencia que organizaba el Frente Tanguero en la Avenida Argentina para visibilizar la situación crítica del sector cultural. “Ocupar el espacio público con el tango es importantísimo para visibilizar todo el trabajo que hay detrás de una cultura viva. Además, estamos convencidos que es así como se hace contagioso. Nosotros queremos que el tango se llene de gente nueva, no debe ser un gueto para bailarines”, dice Julián.

Clases de tango Biblioteca Rivadavia.mp4

Ahí mismo conocieron a la Máquina Tanguera con quienes vienen organizando clases abiertas y milonga cada domingo en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia de Cipolletti y otras acciones tangueras en locaciones diferentes. Además, todos los jueves en la misma biblioteca dan clases para todos los niveles y los sábados se los puede encontrar en Neuquén.

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El tango: una experiencia dialéctica

Para Julián y Laura el tango es también un lenguaje. “Si bien existen los roles en la danza, esos roles pueden ir cambiando mientras se desarrolla el baile. Lo que sucede en ese encuentro, es improvisación, son dos personas que están bailando, pero también jugando. Son dos cuerpos que se comunican a través del abrazo. El abrazo es un mundo”, explica Julián. Y Laura suma: “Cualquier cuerpo puede comunicar, cualquier cuerpo puede bailar. Si hay comunicación hay juego y si hay juego, hay baile. Se nos ha enseñado que siempre se trata de un hombre sobre una mujer, cuando lo que se trata es de igual a igual, de una pareja. Se nos ha enseñado que no podemos salir tampoco del hombre y la mujer. El tango es mucho más, es una comunicación tan universal en ese diálogo corporal, de tonos, de espalda, de abrazo que no se necesitan palabras”.

Después de dar las indicaciones, Julián y Laura se paran en medio de la pequeña pista del sábado para mostrar un ejercicio. No hay muchas complejidades, sin embargo, en el diálogo de ambos cuerpos hay un universo. La mirada; la forma en que las manos se toman entre si y se sujetan en la espalda; la sonrisa que se dibuja o no se asoma; las formas en que caminan; los silencios del movimiento; el cómo sus pies se acompañan.

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Entonces piden que formen parejas y todos los presentes, con muchos o pocos recursos, empiezan a girar contra reloj, abrazados. Y en esa rueda hay movimiento y tradición, hay risa y complicidad, hay cuerpos dialogando, hay humanidad y pueblo, hay oposición y reconciliación, hay síntesis: el tango es la síntesis de dos cuerpos que se encuentran bajo el milagro de la guitarra, el violín y bandoneón, que no necesita ser perfecta, sino compartida, que no necesita de pompas, sino de realidad.

“Estamos orgullosos de todo lo que sembramos hasta acá como familia tanguera”, dice Laura con una sonrisa luminosa. Sabe muy bien que el tango también es semilla.

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