Un encuentro y un regreso que no fue
La democracia a punto de retornar a fines de 1983 no pudo registrar el encuentro entre Julio Cortázar y Raúl Alfonsín del que surgieron infinidad de versiones.
Hace 40 años, uno de los escritores argentinos más reconocidos de Hispanoamérica, se despedía definitivamente de su país, al que hacía más de una década no visitaba por ser perseguido y prohibido por denunciar junto a otros intelectuales que vivían en el exterior los crímenes de la dictadura cívico militar. Julio Cortázar había regresado a Buenos Aires el 30 de noviembre de 1983, últimos días del gobierno militar, para celebrar la reconquista de la democracia que le provocaba cierta esperanza.
“Es la oportunidad única que se les ofrece a los civiles para iniciar un verdadero proceso de democracia que no esté basado únicamente en palabras y slogans sino que responda a la verdad y a la realidad”, expresó el autor de "Rayuela".
Faltaban diez días para que Raúl Alfonsín asumiera la presidencia tras siete años de sangrienta dictadura y personas allegadas al escritor realizaron gestiones para que pudiera saludar al el dirigente radical.
Mucho se dijo y se escribió acerca de ese encuentro que jamás se concretó. Acaso su apoyo explícito a los movimientos políticos de izquierda surgidos en América latina, como la Revolución Sandinista en Nicaragua, generó que los asesores de Alfonsín prefirieron que no se encontraran, como sí lo había hecho, con un amplio grupo de referentes de la cultura del país.
"Me hubiera gustado, como presidente electo y en nombre del pueblo argentino, expresarle a Cortázar el agradecimiento que sentíamos hacia él por su aporte a la cultura nacional y mundial, y muy especialmente, por su respaldo comprometido en la lucha contra la dictadura", dijo Alfonsín más de veinte años después de aquel desencuentro.
Osvaldo Soriano, amigo de Cortázar, sostuvo que el escritor de "Las armas secretas" observaba en el pensamiento del nuevo presidente "la esperanza de una vida democrática por la que él había luchado desde el extranjero". Y aclaró "no podía ser radical, como muchos intelectuales de turno lo hubieran querido, porque conocía las flaquezas de las clases medias, sobre todo cuando tienen el poder. Pero quería, que Alfonsín y los suyos tuvieran éxito".
Uno de esos días, previos al regreso de la democracia en la Argentina, Cortázar se mezcló entre una multitud que marchaba en reclamo de la aparición con vida de los miles de secuestrados y desaparecidos por la dictadura. “Argentina es un lugar donde quiero estar ahora”, dijo en el aeropuerto de Ezeiza antes de regresar a París, donde murió el 12 de febrero de 1984. Un encuentro y un regreso que no fue.
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