Tiene 70 años y tras fundirse con la forrajería sobrevive con la venta ambulante. ¿Qué pasó y dónde ubicarlo?
Sobre llovido, mojado. Este viernes pasado por agua no fue el mejor día para Carlos Viozzi (70 años), el vendedor de pan casero casero cuya historia contamos recientemente.
Desde las primeras horas de la tarde, al hombre que admitió haberse fundido con la forrajería y ahora sobrevive comercializando en la calle ese alimento que elabora su cuñado cipoleño ya no se lo ve en el estratégico punto en el que se había apostado.
Hablamos de la callecita colectora de la ruta 65, a metros de La Criollita y frente a la estación de servicios YPF de Fernández Oro, el lugar donde se estableció con gran suceso este laburante caído en desgracia, desde Semana Santa.
Una norma irrefutable
Pero, guste o no, las leyes están para ser cumplidas y tras una advertencia inicial, hoy personal de Tránsito volvió a la carga y le labró una multa por ocupar un zona prohibida para ese tipo de actividades, “además de los riesgos para su integridad física y la ajena por el fluido tránsito”.
“Se le informó, tuvo un pre aviso porque estaba parado en un lugar donde no corresponde. Y ahora se aplicó la infracción”, agregaron las fuentes.
Pues bien, lo cierto es que si bien inicialmente le costó acatar la decisión, el laburante, ni lerdo ni perezoso se dirigió enseguida hasta las oficinas de Comercio para gestionar que le asignaran otro espacio, habilitación municipal incluida.
“Me dieron lugar donde termina el Museo, a un costado de la ruta chica. Me otorgan la habilitación por 3 meses y lo agradezco. Vamos a ver cómo me va. Acá pasa gente también pero allá la rompía toda. Ahora voy a recaudar para pagar la multa”, expresó.
Y le envió un mensaje a su clientela: “No dejen de comprarme, por favor y gracias totales”.
Se reinventó y vende pancitos en la calle
“Yo tenía una forrajería en Los Alerces y Chile. La sostuvimos 3 años, invertimos todo lo que teníamos allí. Lamentablemente nos fundimos. Y ahora no me queda otra que venir a buscar el mango a la calle. No es lo que más me gusta, pero lo necesito y por suerte estoy vendiendo bien”, le contó Carlos en su momento a LM Cipolletti.
Nunca se quedó quieto este comerciante devenido en vendedor ambulante. Pese a los vaivenes del país y de su propia economía, jamás bajó los brazos. “Antes del local propio también trabajé en la fruta, en un galpón de empaque”, repasó su trayectoria laboral el oriundo de Barda del Medio, que llegó a Oro “por amor, ya que mi mujer es de acá”.
“Yo trato de vender unos 50 paquetes, ella unos 30. Son de elaboración reciente, los hace mi primo Arturo en Cipolletti, él tiene el permiso para comercializarlos en toda la región y nosotros los vendemos acá y los fines de semana en la Isla Jordán”, agregó.
“Mi sueño es vender 100 panes y salir adelante”, finalizó.
Ahora Carlos, ya más tranquilo y entendiendo que la decisión municipal fue la correcta, estará a menos de 1000 metros de donde se encontraba originalmente, en dirección a su querida Allen. Se mudó cerquita para seguir ganándose en forma digna el pan de cada día. ¡Siempre que llovió, paró, maestro!
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