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La Mañana Ruso Auer

El Ruso Auer debía morir

El juicio dejó una historia oficial donde quedó a la vista la traición, los millones que le querían robar y un plan que desde su concepción preveía ejecutarlo.

Tras finalizar el juicio por jurados por el crimen del agenciero Miguel “Ruso” Auer, quedó una historia oficial de la cual algunos detalles se conocían, pero que la fiscalía supo convertir en pruebas irrefutables exponiendo audios, mensajes, videos y geolocalizaciones. A su vez, dejaron plasmada la certeza que al Ruso lo iban a matar de todas formas y el ideólogo de ese crimen fue un amigo de hacía 20 años: Miguel Franco Livello (58).

Toda la reconstrucción de la trama requirió de un intenso trabajo del fiscal jefe de homicidios Agustín García, en coordinación con el Departamento de Seguridad Personal de la Policía, siempre clave.

El encastre de cada una de las evidencias con los respectivos acusados estuvo a cargo de la perspicaz Guadalupe Inaudi, asistente letrada de la fiscalía.

Los cuatro acusados: Livello, Jorge Marcelo Sosa (52), Gabriel Castro Herrera (62) y Jorge Alberto Falconi (52), terminaron condenados.

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Todo fue planificado

Previo al juicio, se sabía que fue Livello quien convocó a Sosa, Sosa a Falconi y Falconi a Castro.

La banda pretendía robarle al Ruso cerca de 15 millones de pesos en distintas monedas, dato que surge del dinero secuestrado, tras el crimen, en la cueva financiera del Ruso ubicada en diagonal 9 de julio 43.

Livello sabía que el Ruso tenía un arma, un revólver Rossi calibre 44. Es por eso que Sosa llevaba una pistola calibre 40 a mano y sin seguro. Lista para disparar.

El Ruso comprendía bien los riesgos de manejarse con guita, por eso había tomado dicha precaución a la que se le sumaba el no atender a nadie que no conociera, por eso tenía cámaras en la oficina de diagonal 9 de julio.

Solo hacía excepciones con personas que le mandaba algún amigo y Livello le mandó a Castro, porque necesitaban “un entre” para que el Ruso abriera la puerta.

“Todo estuvo planificado, después que hayan sido torpes es otra cosa”, supo describir García.

Durante el juicio la fiscalía puso en el estrado a peritos clave que mostraron con lujo de detalles las comunicaciones, cámaras y cómo se realizó la geolocalización de cada uno de los personajes involucrados.

Todo tiene su nivel de complejidad técnica, pero el fiscal García, durante el alegato de clausura, supo bajarlo a tierra y presentarlo en un lenguaje claro, preciso y con una secuencia de imágenes determinantes.

De esa forma quedó visibilizado el paso a paso del abordaje que realizó la banda a la oficina de Auer. Es decir, esta es la historia oficial del crimen del Ruso.

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El minuto a minuto

El 24 de octubre de 2022, el día del golpe, Sosa llamó a Falconi (10:14) y a Livello (10:29). Tanto Sosa como Livello se encontraban geolocalizados en Parque Industrial.

Livello fue a buscar a Falconi y de acuerdo a las antenas eso fue a las 10:56.

Castro, que era el “entre”, coordinó el encuentro con el Ruso entre las 11:35 y las 11:56. Por esa hora el Ruso le había dicho que iba a tener el efectivo suficiente para cambiarle.

Sosa salió de Parque Industrial y apagó el celular a las 11:59.

Todos se estaban moviendo de acuerdo a lo planificado.

A las 12:10, Livello y Falconi pasaron a buscar a Castro por su casa del barrio Progreso en el oeste neuquino. Eso arrojó la geolocalización. A Sosa no lo toma porque apagó el celular.

Los dos vehículos, la Toyota Hilux y la Chery Tiggo, llegaron juntas al centro neuquino (12:22) y fueron captadas por las cámaras de diagonal 9 de julio y Elordi.

Uno de los vehículos se estacionó en Elordi entre La Rioja y Brown y el otro lo hizo una cuadra más adelante, siempre por Elordi.

Falconi iba con Livello, vale recordar que Livello se quedó en la Hilux, era el entregador y además, lo podían reconocer en el edificio.

Sosa y Castro descienden de la Chery, pero Castro se va caminando solo con destino a la oficina del Ruso y unos metros más atrás iban Sosa y Falconi.

Las imágenes son irrefutables.

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A las 12:28 se produce el ingreso al edificio de diagonal 9 de julio. Castro, con boina y bastón, va al frente. Lo sigue Falconi con un parche en el ojo y en la mochila un inhibidor de señales.

Sosa viene por detrás, viste un traje negro, lentes oscuros y la pistola en la cintura.

Los tres toman el ascensor. Sosa y Falconi bajan en el segundo piso, por las escaleras suben hasta el tercero donde está la oficina de Auer.

Ahora, el tiempo transcurre con el vértigo y la adrenalina de los segundos claves.

Castro baja en el tercer piso y llama a la puerta del Ruso (12:33:57).

Es violento ver esa última imagen del Ruso caminando para atender a Castro. Al Ruso se lo nota despreocupado, su cuerpo, a pesar de la edad, parece flotar a cada paso.

Viste jean con zapatillas y una remera roja suelta.

Como ya dije, la última imagen del Ruso es violenta.

Va diligente para abrirle la puerta a Castro, porque es un jubilado con un bastón y el Ruso no quiere hacerlo esperar. De hecho, ya tiene prevista una silla y agua para ofrecerle. Pero detrás de esa puerta habrá mucho más que un simple jubilado buscando cambiar unos dólares, habrá un mundo hostil y traicionero.

Ni bien el Ruso abre la puerta (12:34:05), Castro lo saluda y da un paso para ingresar. Sosa irrumpe (12:34:08) con el arma en la mano por lo que al Ruso la sorpresa lo obliga a recular un par de pasos e intenta sacar el revólver para defenderse, pero no lo logró porque Sosa le ejecutó dos tiros a menos de un metro de distancia y el Ruso cayó desplomado al suelo del pequeño pasillo de ingreso a su oficina.

A Falconi no le dieron ni tiempo a encender el inhibidor. Incluso, hasta se lo ve un sorprendido teniendo que apurar el tranco porque había comenzado la huida (12:34:10).

Toda la escena dura solo cinco segundos.

Durante la recaptura, hubo escuchas donde los autores encima se quejaban: “¡Qué pelotudo el Ruso, para qué quiso sacar el arma!”.

El fiscal García recordó al jurado, al principio y al final, que la muerte de Auer era una parte del plan porque si lograban concretar el robo, lo iban a matar igual. De lo contrario, la sola denuncia del Ruso conectaría a Castro con Livello y el derrotero llevaría a Sosa y Falconi.

Por lo que si hay algo que quedó en claro en el juicio de esta historia criminal, es que el Ruso Auer debía morir.

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Judas Livello

Livello está en el estrado. Está frente al jurado popular. Es el último día del juicio y son las 9 en punto.

Decide hablar, pero no es bajo juramento y no aceptará preguntas. Todo es estrategia, pero no importa. Importa lo que va a escuchar y ver el jurado que lo acoplará al bruto de pruebas que se generaron en el juicio.

Ellos compondrán su propia imagen de Livello.

Livello será lo que ellos decidan, pero de antemano, Livello ha decidido. Livello es el resumen de un hombre que ya sabe lo que es.

“Auer era un amigo que lo conozco de antes de lo que se dijo acá. Era una persona excelente. Él siempre fue amable y buena persona”, describe Livello.

“No me cabe esta acusación que tengo y que la familia de ellos (Auer) piense que yo estuve involucrado en eso”, asegura Livello mientras ensaya un intento de llanto.

“Hacíamos jugadas de quiniela. Tuvimos cambios de dólares, pero todo era por las jugadas”, detalla Livello al que el Ruso, por la amistad, lo dejaba jugar de fiado.

“La última jugada fue en agosto y fue de 5 mil pesos que terminé pagando en septiembre porque salió el número”, dice Livello al jurado que a esa altura intuye que la última jugada fue el 24 de octubre de 2022.

Durante los 16 minutos que estuvo en el estrado, Livello lloró, pero no se le vidriaron los ojos ni se le humedeció el pañuelo blanco.

Livello se quiso mostrar quebrado, pero apenas si se dobló. Livello quiso estremecer al jurado, pero su performance provocó repulsión.

En definitiva, Livello no pudo ni supo dejar de ser Livello.

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El juego de las defensas

Defender no implica que sea a cualquier costo, aunque se sabe que así es el juego judicial.

Durante el juicio, las defensas no tuvieron ningún elemento sólido para cambiar la suerte que iban a correr sus clientes.

Los audios, videos, wasap y geolocalizaciones tenían un peso propio muy fuerte.

Los intentos por contar otra historia fueron inverosímiles y hasta chabacanos.

El mayor esfuerzo de los defensores de los asesinos de Auer estuvo centrado en tratar descalificar a los peritos aportados por la fiscalía con el único fin de instalar la duda en el jurado.

Incluso, hubo peritos de parte que presentaron las defensas, que no solo no pudieron refutar lo realizado por sus colegas, sino que hasta tuvieron que darle la derecha.

El mayor papelón en la sala fue la pericia que presentó la defensa de Castro que buscaba hacer creer que el hombre del bastón, boina y camisa celeste no era él.

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Este medio ya había adelantado que se trataba de una pericia precaria y en el juicio quedó demostrado. Hubo expertos que explicaron cómo debía realizarse la pericia para comparar las imágenes y la voz, lo que requiere de todo un protocolo y profesionales.

Pero la defensa de Castro realizó la pericia a partir de una foto en comisaría y la grabación de voz que realizó el propio abogado Elio García. Totalmente precario.

Todas esas jugadas defensistas fueron advertidas por el jurado que a la hora del veredicto declararon culpable a los cuatro acusados por el homicidio del Ruso con distintas calificaciones. Livello, Sosa y Falconi podrían terminar con prisión perpetua y Castro con una pena que tiene un piso de 13 años.

La audiencia de determinación de pena se realizará a fin de mes y ahí se definirá la cantidad de años de cárcel.

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