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La Mañana Alegría

Rosa celebró llegar a sus 100 años plena de felicidad

Festejó rodeada de su numerosa familia y amigas. Contó que trabajó hasta 2011.

POR AILIN TREPIANA / [email protected]

Con los labios pintados, el pelo arreglado y un andador que usa desde hace apenas cinco meses, Rosa Lusetti celebró ayer sus cien años en la casa de la calle Juan B. Justo, donde vive hace 62. La mujer, que nació el 31 de agosto de 1918 en Martínez, provincia de Buenos Aires, festejó rodeada del afecto de su familia y amigas.

Rosa recibió a LM Neuquén y le ordenó a toda la familia -a excepción de una de sus nietas- que se fueran del comedor mientras hablaba de su vida. Contó que tiene seis hijos, diecinueve nietos, más de veinte bisnietos y dos tataranietos.

Su último trabajo, y el que más le apasionó por veinte años, fue la venta de productos cosméticos de Avon. Lo hizo hasta los 93 años y sólo la detuvo porque sufrió un grave accidente cuando un auto la atropelló. “Trabajé con Avon bastantes años. Tuve mucha clientela, salía todos los días y me ocupaba de vender. Vendía mucho y tuve que dejar porque me enfermé”, contó Rosa con profunda lucidez.

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Ese incidente ocurrió justamente cuando salió a entregar un pedido de una clienta. “Terminó con una fractura expuesta y estuvo mucho tiempo en silla de ruedas hasta que empezó a caminar y no paró. Ella es súper independiente, lo único que la detiene es el equilibrio y no poder agacharse”, contó Lilén, una de sus nietas, quien vino a visitarla desde Esquel.

Su marido fue ferroviario y juntos tuvieron un estudio fotográfico artesanal, donde pintaban las fotos con acuarelas cuando sólo existían en blanco y negro. Por el trabajo de su entonces esposo, llegaron en tren a El Maitén (Chubut), luego fueron a Río Colorado, pasaron por Bahía Blanca hasta que llegaron a Neuquén, donde nació su último hijo. Pero el hombre abandonó a su familia y Rosa crió sola a sus seis hijos.

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Rosa junto a una de sus seis hijas y dos de sus diecinueve nietos. Las tres vinieron a visitarla desde Esquel.
Rosa junto a una de sus seis hijas y dos de sus diecinueve nietos. Las tres vinieron a visitarla desde Esquel.

Aunque ahora no puede trabajar como ella quisiera, aprovecha para jugar a las cartas cada vez que alguien la visita. Truco, tute y escoba del quince, sus preferidos.

Rosa celebra su vida porque, como dice, “no cualquiera tiene cien años”. “Todo fue bueno. Todo salió a favor mío. Iba a fiestas, a bailes. He tenido una vida linda”, dice sonriente.

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