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La Mañana puntos de vista

"Una tragedia pudo permitirme ser mejor persona"

Liz Solari. Presente prometedor. La modelo y actriz habla de su crecimiento espiritual, de la belleza, del amor, de la muerte súbita de su novio en 2010 y de su nueva vida.

Paula Bistagnino

Especial

Creció entre cuatro varones y pelotas de fútbol. Hija del director técnico Eduardo Solari y hermana de Santiago “el Indiecito” Solari, pasó toda su infancia en Rosario y no imaginaba que su destino iba a estar en el modelaje. Pero la fuerza de su belleza y las puertas que esa carrera podían abrirle la convencieron de probar por ahí: a los 18 años, en 2001, ganó el concurso de la agencia Dotto Models y no tardó en volverse una de las caras más buscadas en las pasarelas locales y, poco después, también en las internacionales. Vivió en Estados Unidos y en Europa, donde trabajó para diseñadores como Roberto Cavalli y Jean-Paul Gaultier -entre otros- y fue la cara de tiendas y marcas de moda y belleza. Aunque siempre supo que eso tenía fecha de vencimiento, no sólo por la edad, sino por sus propios intereses: en paralelo comenzó a estudiar teatro y ya en 2007 se animó a participar en "Bailando por un sueño", donde además demostró que también sabía bailar y llegó a la final. Un año después empezó a trabajar en cine, teatro y televisión en Argentina. En eso estaba cuando comenzó una relación con el modelo Leonardo Verhagen y a los seis meses, el joven falleció repentinamente por muerte súbita en sus brazos, en enero de 2010. Ese hecho modificó su vida para siempre y ella, para salir de la tristeza, se fue a Londres a hacer un máster actoral en la Central School of Speech and Drama y otro perfeccionamiento en la London Academy of Music and Dramatic Art. Mientras tanto, tuvo un vuelco espiritual definitivo y puso todas sus energías profesionales en la actuación: filmó en Italia bajo la dirección del reconocido director Carlo Vanzina, con Adrián Caetano acá. Hizo televisión allá y acá, volvió al "Bailando" en 2012 y así está, yendo y viniendo. Ahora es la “permitida” de Martín Piroyansky en el nuevo film de Airel Winograd y la famosa que le da celos en la ficción nada menos que a Lali Espósito. “Estoy feliz con todo lo que me está pasando, estoy en un momento hermoso, muy contenta y con ganas de seguir creciendo”, confiesa con su sonrisa que, aún a los 33, es aniñada y dulce.

Actuar: Luego de su tránsito por las pasarelas, Liz Solari puso toda su energía en formarse como actriz.

¿Cómo te eligieron?

Me llegó el guión y me lo comí en una hora y media, lo cual es un gran indicio de que algo está bueno. Y entonces, como estaba en Italia, hice un casting casero desde allá y quedé.

¿Estás entrenada en castings o te suelen llegar propuestas directamente?

No, hace siete años que hago castings. Muchas veces pasa que un director te quiere directamente, pero así y todo en general tenés que pasar un casting para ver si es lo que quieren. Y tenés una previa con los directores y los productores. A mí me encanta hacerlo. Se aprende mucho.

¿En qué momento te diste cuenta de que el modelaje no era para siempre y empezaste a buscar otra cosa?

Desde el inicio tuve esa sensación de que si bien era muy generosa y que la iba a aprovechar, supe que era un paso a otra cosa. Sentí que necesitaba otro tipo de búsqueda, ya a los 24 empecé a estudiar y a los 26 empecé a trabajar como actriz.

¿Tuviste que lidiar con prejuicios por venir del mundo del modelaje?

Sí, hay prejuicios y no es un paso natural. Yo no hago para demostrarle nada a nadie, pero para dar ese paso hay que formarse y hacerlo seriamente. En mi caso, desde chica la expresión artística y el canto fueron algo que me gustaba.

¿No te alcanzaba con el camino allanado por la belleza?

La belleza es algo que está y que no es un desafío. Y yo quería profundizar. El problema creo que no es la belleza, sino la sociedad que la sobrevalora. Y que eso sea una trampa, porque termina siéndolo para la mayoría de las personas que buscan eso más que otras cosas y que valoran a las personas por eso.

¿Cómo era eso en tu casa?

Yo me crié entre cuatro hombres y era el prejuicio al revés: que yo me metiera en ese mundo superficial y tan frívolo, como se suele ver. Quizá ahí ya sabía que no era el fin, sino más bien un puente. De todas maneras, el modelaje no es sólo ser linda, y aprendés un montón de cosas, además de que viajás y tenés que lidiar con muchas cosas.

¿Cómo ves el mundo hoy en cuanto a esa frivolidad y superficialidad?

Siento que falta amor. Que falta mucho amor. Que falta que la gente se conecte con el amor propio y que entendamos que estamos acá sólo para volvernos más amorosos.

Suele pasar que para hacer un cambio espiritual hay que atravesar momentos críticos. ¿Tu cambio tiene que ver con lo que te tocó vivir?

Siempre fui espiritual. Creo que hay un montón de situaciones que te ofrecen la oportunidad de volver a vos mismo si estás atento. Mi punto de inflexión fue la muerte de un ser querido y yo decidí tomar eso como una oportunidad no para enojarme, sino para ser mejor.

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