La Mañana crisis petrolera

Volver al llano luego de los lujos de la vida petrolera

Dos historias de cómo vivir en épocas de bolsillos flacos.

Mario Cippitelli

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Neuquén.- Son la envidia del resto de los trabajadores por los sueldos que les pagan. Los responsabilizan del alto costo de la vida neuquina, desde los alquileres hasta cualquier producto de la canasta básica, e incluso llevan el estigma de compradores compulsivos por el solo hecho de tener buenos ingresos.

Los trabajadores petroleros viven bien, es cierto, pero su estabilidad laboral llega hasta que el mercado energético o las políticas empresarias dicen basta y la peor pesadilla que es quedarse sin trabajo se hace realidad.

Lo saben bien Ignacio y Luis, dos obreros del petróleo que primero sufrieron un recorte en los salarios por la crisis del sector y luego recibieron el telegrama de despido. Ahora viven momentos de angustia porque los dos tienen deudas abultadas, producto de un nivel de vida que hoy no pueden mantener.

Origen humilde

Ignacio y Luis tienen algo más en común que los 70.000 pesos que llegaron a cobrar en las mejores épocas. Ambos comparten un origen muy humilde y una infancia de carencias y sacrificios.

El padre de Ignacio era changarín y se ganaba la vida en la calle haciendo lo que podía para llevar unos pesos a la casa. El de Luis era peón rural, trabajo duro y mal pago si los hay con el que sostenía a una familia en condiciones relativamente dignas.

El destino les dio una oportunidad única hace poco tiempo y las vidas de los dos cambiaron de manera increíble: empezaron a trabajar en el petróleo, la industria que marca el rumbo económico de la provincia de Neuquén y con la que sueñan miles de jóvenes que recién salen al mercado laboral.

Pero lejos de lo que podría pensarse, tanto Ignacio como Luis decidieron invertir esos sueldos jugosos en una buena causa: la vivienda propia. Sin crédito y con ahorro, comenzaron a pegar ladrillo por ladrillo hasta que ambos casi cumplieron el objetivo para poder mantener a sus respectivas familias. Ignacio tiene tres hijos de 16, 12 y 3 años. Luis tiene dos, uno de 8 de un primer matrimonio y un bebé de un año y cinco meses. Ambos acompañaron ese proyecto con pequeños “lujos” con los que siempre soñaron cuando eran chicos: un auto lindo, vacaciones, nada de privaciones… Calidad de vida, en definitiva.

Y en eso estaban, trabajando duro y disfrutando la bonanza, hasta que la crisis del petróleo los golpeó y los dejó en la calle. Y ahora están en la lona, cobrando el último sueldo, viendo con cuánto los indemnizan –que no es mucho porque el básico no llega a 7000 pesos– y tratando de empezar de cero, como cuando eran más jóvenes.

“Empecé a ir al psiquiatra porque no puedo dormir”, reconoce Luis. La tarjeta de crédito le reclamará durante varios meses unos 15.000 pesos fijos y él no sabe cómo hará para pagarlos. “Ya voy a ver”, dice mientras se frota las manos por los nervios. “Yo también estoy en rojo, pero por poco tiempo”, asegura Ignacio. Tiene algunas cuotas pesadas que ya verá cómo cancelar. Mientras tanto, paró la última parte de la obra para terminar su casa y no anotó a los chicos en la escuela semiprivada que había elegido. “No lo hice de agrandado. Fue para garantizar que tuvieran clases todos los días”, argumenta.

Ajuste obligado

Luis, en cambio, también hizo un ajuste obligado. La camioneta que recién se había comprado con un crédito que sacó saldrá a la venta porque es imposible mantenerla. Tal vez se compre un camioncito viejo con el que pueda trabajar. Todavía no lo sabe. Por lo pronto, y ante el panorama que se le viene, decidió llenar la heladera y el frezzer con comida. No tendrá plata, pero su familia no pasará hambre.

La crisis del petróleo golpeó con fuerza, aunque a unos más que a otros. Ignacio y Luis tienen compañeros tan endeudados como ellos, pero muchos todavía no se casaron. “Los petroleros solteros son distintos; ellos sí gastaron mucho en viajes, alquileres elevados, lujos o autos caros”, explica Ignacio. Muchos jóvenes tendrán la suerte de volver a vivir con los padres hasta que encuentren algo. Otros se las arreglarán para pagar todo lo que gastaron a cuenta.

De ganar 70 mil pesos a no ganar nada. De tener una vida difícil a tocar el cielo con las manos y volver a empezar otra vez. La timba de la vida (o del trabajo) les cantó el número menos pensado. Y ahora, los admirados y envidiados petroleros vuelven al llano.

“Creen que tenemos muchas comodidades, pero nos dan un sándwich y nos piden que comamos rápido”. Luis. Trabajador petrolero cesanteado

“En seis años vi por lo menos 30 personas que subieron a trabajar y tuvieron que volverse porque no se la bancaron”.Ignacio. Otro petrolero despedido

“La gente no sabe muy bien cómo es nuestro trabajo”

A Ignacio y a Luis les da bronca que la gente los critique por los sueldos que ganan los petroleros. “No saben lo que es el trabajo. Es duro en serio”, asegura Ignacio, quien hasta hace poco viajaba al campo para trabajar 21 días corridos sin poder ver a la familia.

En el desierto operaba maquinaria de fracking, igual que Luis, y se movía entre fierros que pesaban toneladas y un ambiente hostil y duro que no contemplaba las heladas del invierno ni el infierno del verano.

“Tendríamos que ganar más dinero porque las empresas se llevan fortunas y nuestro trabajo es muy difícil en serio”, dicen los dos casi a coro.

Reconocen que hay sueldos muy altos, pero no son los de la mayoría. Los ingenieros “gringos” son los que más ganan, igual que los geólogos (150 mil o más). Después vienen los supervisores (entre 100 y 120 mil). Pero son pocos. El resto gana cifras inferiores que además sufren el descuento del impuesto a las ganancias y los ítems que no cobran cuando no hay actividad.

Dicen que ellos también sufrieron el hecho de ser petroleros porque muchos se aprovechan de los sueldos y les cobran todo más caro. “Si te bajás a comprar con el mameluco de la empresa en una almacén de Añelo, te cobran el doble”, dice Ignacio.

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