Desmontando neuromitos: ciencia contra creencias populares
Un grupo de científicas de Argentina, Brasil y Paraguay se ha propuesto combatir falacias como que usamos solo el 10% del cerebro.
Los neuromitos, esas ideas erróneas o simplificaciones excesivas sobre el funcionamiento del cerebro, se propagan con la velocidad de un virus. Desde la falsa creencia de que solo usamos el 10% de nuestro cerebro hasta la supuesta diferencia tajante entre los hemisferios cerebrales o entre los cerebros de hombres y mujeres, estos mitos han calado profundamente en el pensamiento colectivo.
Un grupo de científicas de Argentina, Brasil y Paraguay se ha propuesto combatir estas falacias a través de su reciente libro Cerebro y ficción, con la esperanza de que una mayor comprensión científica pueda impactar positivamente en ámbitos como la educación y la salud.
Valeria Abusamra, Analía Arévalo y Montserrat Armele son las autoras de esta obra, escrita de manera completamente virtual. Desde sus respectivas ubicaciones en Argentina, Brasil y Paraguay —y con el curioso dato de que dos de ellas aún no se conocen en persona—, estas investigadoras han unido sus perspectivas para abordar las falsas creencias que rodean a la neurociencia. Su trabajo se centra no solo en derribar mitos, sino también en entender por qué estas ideas erróneas persisten y cómo enfrentarlas.
“Los mitos son funcionales porque ofrecen respuestas rápidas y fáciles sobre temas complejos que nos interesan”, explicó Arévalo. En muchos casos, estos mitos surgen de interpretaciones iniciales de la ciencia que se transformaron con el tiempo, pero cuya versión simplificada sigue vigente porque resulta más accesible. Añadió Abusamra: “Estas creencias son concretas y fáciles de asimilar, lo que las hace útiles en entornos como la educación, aunque carezcan de sustento”.
La resistencia a abandonar estos neuromitos no solo radica en su simplicidad, sino también en el arraigo que tienen en el conocimiento cotidiano. Según Armele, la información científica muchas veces no basta para cambiar estas creencias porque el conocimiento previo es más fuerte. Incluso cuando se presenta evidencia clara, las personas tienden a volver a sus ideas iniciales con el tiempo.
El libro también explora la relación entre estos mitos y la comunicación de la ciencia. En un mundo saturado de información, las redes sociales y los bloggers que resumen artículos científicos con interpretaciones personales —muchas veces erróneas— contribuyen a perpetuar las falacias. “Estamos en un mundo donde se publica de todo, y eso hace más difícil discernir lo verdadero de lo falso”, señala Arévalo. Esto, sumado a la descontextualización de la información científica, refuerza la proliferación de neuromitos.
Un ejemplo concreto de estos mitos tiene que ver con la ciencia de la lectura. La idea de que hay una “edad crítica” para aprender a leer, más allá de la cual sería imposible adquirir esta habilidad, carece de sustento. Abusamra explica que estas creencias erróneas pueden interferir gravemente en el proceso educativo, perpetuando métodos de enseñanza que no tienen base en la evidencia.
Las autoras también reflexionan sobre la capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida. Contrario al mito de que el cerebro pierde completamente su plasticidad con la edad, numerosos estudios demuestran que es posible aprender en cualquier momento, siempre que existan motivación y condiciones adecuadas. De hecho, la motivación es una de las claves fundamentales para el aprendizaje, según Armele. “Es el punto de partida que permite alcanzar cualquier meta, incluso si los resultados no son tan rápidos como en edades más tempranas”, asegura.
Una invitación a cuestionar las ideas preconcebidas
Otro punto interesante que abordan en su libro es la universalidad de los neuromitos. Aunque podría pensarse que estas creencias se limitan a ciertas regiones o niveles educativos, las autoras descubrieron que se repiten en todo el mundo. Mitos como que usamos solo el 10% del cerebro o que hombres y mujeres tienen capacidades cerebrales radicalmente diferentes son tan comunes en América Latina como en Europa o Estados Unidos.
En última instancia, Cerebro y ficción busca ser una herramienta para fomentar el pensamiento crítico y acercar la ciencia a un público más amplio. Con un estilo accesible y un enfoque riguroso, el libro invita a cuestionar las ideas preconcebidas y a reflexionar sobre cómo las creencias populares pueden influir en ámbitos tan cruciales como la educación y la salud. Combatir los neuromitos no es tarea fácil, pero iniciativas como esta son un paso necesario para construir una sociedad mejor informada y menos vulnerable a las falacias.
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