Esta es la fruta que puede bajar el colesterol y ayuda a controlar el azúcar
Es parte de la repostería clásica, pero nadie cuenta lo que pasa cuando se come fresco. Una fruta que puede transformar tu vida.
Aunque suele asociarse con el clásico dulce que acompaña meriendas y postres, el membrillo guarda un potencial terapéutico considerable cuando se consume en su estado natural. Esta fruta, de aspecto rústico y textura firme, contiene nutrientes y compuestos que favorecen la salud intestinal, regulan el metabolismo y fortalecen el sistema inmune.
Descubrir sus beneficios implica mirar más allá de la tradición culinaria y considerar su inclusión en dietas equilibradas y funcionales.
Propiedades ocultas del membrillo
El membrillo contiene una elevada proporción de pectina, mucílagos y taninos. Estos elementos, presentes sobre todo cuando se consume crudo o con mínima cocción, actúan de forma positiva sobre la mucosa digestiva. La pectina, una fibra soluble, regula el tránsito intestinal, mientras que los mucílagos forman un gel que protege el estómago de agresiones externas. Por su parte, los taninos aportan efectos astringentes y ayudan a calmar náuseas y vómitos.
Diversas investigaciones publicadas en revistas científicas y respaldadas por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos documentaron su actividad antioxidante, antibacteriana, antifúngica, antiinflamatoria y diurética. Además, en estudios clínicos con personas que padecen reflujo gastroesofágico —incluyendo mujeres embarazadas y niños—, el jarabe de membrillo mostró resultados similares a tratamientos farmacológicos comunes.
Por otro lado, su consumo frecuente colabora con la disminución del colesterol LDL y mejora la respuesta del cuerpo ante la glucosa, algo clave para personas con diabetes tipo 2 o con resistencia a la insulina.
Su impacto metabólico y digestivo: más allá del intestino
El contenido nutricional del membrillo lo convierte en una opción inteligente dentro de dietas para el control de peso, el cuidado cardiovascular o la salud hepática. Cada 100 gramos de esta fruta contiene apenas 29 calorías, 6,4 gramos de fibra y una proporción significativa de agua. Aporta además potasio, calcio, magnesio y vitamina C, lo que lo posiciona como un alimento funcional de fácil incorporación.
Gracias a sus características, puede contribuir a la prevención de enfermedades gastrointestinales crónicas y aliviar síntomas del síndrome de intestino irritable. No obstante, se sugiere evitar versiones industrializadas del dulce de membrillo, ya que el exceso de azúcar puede provocar hinchazón, fermentación o desbalances en personas sensibles. Las preparaciones caseras, en cambio, permiten conservar sus propiedades sin sumar calorías innecesarias.
Estudios realizados en animales también demostraron que el membrillo podría proteger la función hepática y renal en contextos de diabetes. Los resultados revelaron una reducción de triglicéridos y colesterol, junto con una mejora en los marcadores metabólicos.
Alternativas de consumo: del crudo al horno
Si bien su sabor amargo y consistencia dura dificultan su consumo crudo, existen formas simples de incluirlo en la alimentación diaria. Una opción es cocinarlo ligeramente al horno o en compota, sin añadir azúcar, para conservar sus beneficios para la digestión. También puede formar parte de platos salados, como guarnición de carnes, o sumarse a ensaladas con quesos y frutos secos.
Su contenido natural de pectina lo hace ideal para preparar jaleas, gelatinas o pastas sin recurrir a espesantes artificiales. De hecho, estudios del Journal of Food Processing & Technology confirmaron que procesarlo en yogures y bebidas fermentadas no solo preserva sus nutrientes, sino que incluso potencia algunos de sus efectos positivos.
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