Por qué es clave aplicar una de las vacunas más antiguas en uso y qué grave enfermedad previene
La BCG fue aplicada por primera vez hace más de 100 años. Es una de las vacunas que previene las formas graves de una enfermedad infectocontagiosa.
Permite mantener a raya una enfermedad infectocontagiosa, prevenible y curable y por eso sigue siendo fundamental la aplicación de esta vacuna que ya sobrepasó los 100 años de uso. La vacuna BCG se coloca a niñas y niños recién nacidos. Consiste en una dosis antes de egresar de la maternidad y previene las formas graves de tuberculosis.
La detección temprana es una de las principales herramientas para combatir esta enfermedad y tanto el diagnóstico como el tratamiento de la tuberculosis son gratuitos en todos los centros de salud y hospitales públicos del país.
En julio de 1921 se aplicaba por primera vez la vacuna contra la tuberculosis desarrollada por los científicos franceses Albert Calmette y Camille Guérin, quienes la prepararon utilizando una forma atenuada del bacilo bovino.
Esta primera dosis de BCG se le aplicó a un bebé recién nacido en París, hijo de una madre que había fallecido por encontrarse enferma de tuberculosis. Apenas cuatro años después se aplicó por primera vez en el país.
¿Qué es la Tuberculosis?
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa causada fundamentalmente por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, que ha causado más muertes que ninguna otra a lo largo de la historia. La enfermedad suele afectar principalmente a los pulmones y se transmite de persona a persona por vía aérea.
La forma más común es la tuberculosis pulmonar, aunque puede atacar a otros órganos. Estas formas de tuberculosis, llamadas extrapulmonares, son más graves y pueden producir artritis, meningitis, osteomielitis, etc, precisó el Ministerio de Salud de la Nación.
La vía de contagio más común es por la inhalación del bacilo que una persona enferma con tuberculosis transmite a través del aire cuando habla, escupe, tose o estornuda. Para que se produzca el contagio el contacto entre personas debe ser frecuente.
La tuberculosis es la decimotercera causa de muerte y la enfermedad infecciosa más letal del mundo detrás del COVID-19 y por encima del VIH/Sida. Si bien está presente en todos los países y grupos de edad, más del 95% de los casos y las muertes se concentran en los países en desarrollo.
De acuerdo a los datos que exhibe la Organización Mundial de la Salud, se estima que en el año 2020 se enfermaron de tuberculosis 9.9 millones de personas en todo el mundo.
En Argentina
En 2021 se notificaron 12.569 casos de tuberculosis, con una tasa nacional que se ubicó en 27,4 por cada 100 mil habitantes (un 15,3% más elevada que en 2020). Se registraron marcadas diferencias entre las jurisdicciones, aunque en todas ellas se presentaron casos de tuberculosis. El aumento en la notificación se debe atribuir principalmente al recupero de casos luego de la emergencia sanitaria por COVID-19.
La provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires registraron el mayor número de casos, concentrando el 65 % de los casos notificados del país. Sin embargo, la tasa de notificación más alta la tuvo la provincia de Salta con un valor de 49,2 casos por 100 mil habitantes, mientras que la más baja es de Neuquén, con una tasa de 4,2.
¿Cómo se transmite?
De persona a persona a través del aire, cuando alguien con tuberculosis pulmonar sin tratamiento elimina gérmenes al estornudar, toser o hablar.
El contagio es más frecuente entre personas que conviven o pasan varias horas juntas, por ejemplo, familias, amigos, compañeros de trabajo, estudio, de instituciones deportivas y culturales.
El contacto con una persona enferma durante varias horas en ambientes cerrados y poco ventilados aumenta el riesgo de contagio.
Presentan mayor riesgo de enfermar, niños y niñas, adolescentes, personas gestantes, personas con VIH, personas con diabetes, personas malnutridas, personas con cáncer y personas en tratamiento inmunosupresor que baje las defensas.
¿Cómo se puede prevenir el contagio?
Iluminar y ventilar los ambientes de la casa, escuela, trabajo, club, medios de transporte, etc. Mantener la higiene personal, lavado de manos, y del hogar. Al estornudar o toser cubrir la boca con el pliegue interno del brazo o un pañuelo desechable. Usar barbijo durante el período de contagio.
Los síntomas más habituales de la enfermedad son: Tos persistente (con o sin expectoración) por más de 15 días, fiebre y sudoración, en especial durante la noche, eliminación de sangre en el catarro, falta de apetito y cansancio, pérdida de peso.
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