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La Mañana Opinión

Cuando todos leían revistas

La tecnología desplazó esta maravillosa forma de comunicación que era tan común hasta hace pocos años.

Cuando yo era un chico, era algo cotidiano ver cómo toda la familia le encargaba revistas a mi papá cada vez que iba al kiosco.

Gente, Para Ti, Siete Días, Patoruzito, Billiken y Anteojito no podían faltar en mi casa. Y era también común las imágenes de un domingo de invierno con toda la familia sentada en el living leyendo esas publicaciones. Cada uno con la suya.

Con el tiempo, las revistas fueron cambiando, pero el volumen se mantuvo. No recuerdo bien, pero era impresionante la cantidad de cómics que leíamos con mis hermanos. El Tony, Dartagnan, Nippur, Asterix. Era una maravillosa oferta de lectura de aventuras que se sumaban también los libros que había en mi casa y a los que se incorporaban. Y era, a la vez, la mejor manera de despertar el hábito de lectores entre chicos y grandes.

Uno de los factores más claros para explicar ese fenómeno de tanta abundancia literaria era la poca cantidad de medios de información y entretenimiento que había en aquella época.

La televisión blanco y negro tenía un solo canal. Sólo había dos estaciones de radio AM ya que las FM todavía no existían. Informarse y entretenerse a través de las revistas era la forma ideal y complementaria junto a los medios tradicionales de entonces. Fueron cambiando los formatos y los contenidos con el correr de los años. Y fue un punto de inflexión la llegada de la democracia en 1983, donde las revistas de actualidad tuvieron un crecimiento explosivo.

Desgraciadamente, la irrupción de internet y de las plataformas digitales a fines de los 90 comenzó a modificar aquella vieja costumbre. Por eso no es de extrañar que quienes nacieron en aquella década y en años posteriores no se interesen por las revistas.

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