El sueño que nació hace 50 años en una pensión
El Hotel Suizo cumplió medio siglo. La historia de un emprendimiento que comenzó en una casa familiar.
Mario Cippitelli - [email protected]
La idea del hotel nació a partir de la incesante llegada de personas de otras provincias para trabajar en la construcción de la represa El Chocón, a fines de la década del 60.
Neuquén, por aquel entonces, era una ciudad en pleno crecimiento que albergaba a unas 45.000 personas, pero que tenía un grave problema para atender la demanda de servicios, que era cada vez más grande.
A partir de esa necesidad, María Gracia “Stellina” Rusconi le comentó a su marido, Rubén Palavecino, la idea de abrir un hospedaje en la casa de sus suegros, que estaba ubicada en la calle Carlos H. Rodríguez, en pleno centro de la ciudad.
Rubén sabía la capacidad de crecimiento que tenía Neuquén. Sus padres -Lilia Angélica Bussalino y Huberto Loretto Palavecino- habían llegado a la capital en 1908, cuando el proyecto de crear la ciudad en medio del desierto todavía era una utopía. Y por eso accedió a hacer algunas modificaciones en la vieja casona para iniciar el emprendimiento.
El hospedaje comenzó a funcionar con cinco habitaciones (tres con baño privado y dos con baño compartido) y fue bautizado Residencial Suizo, para recordar con ese gentilicio los orígenes de Stellina, quien había nacido en el Cantón de los Grisones y había emigrado a la Argentina junto a su familia durante la posguerra. Y, así, abrió sus puertas el 28 de diciembre de 1969.
Toda la familia trabajaba en este emprendimiento recibiendo y atendiendo huéspedes que llegaban de distintos lugares del país atraídos por “la obra del siglo”, como se la denominaba a la represa El Chocón en aquella época.
Por ese motivo, hubo una necesidad de acompañar ese crecimiento vertiginoso y en 1974 decidieron ampliar el residencial con cuatro habitaciones más en el amplio terreno que tenía la casa, con bases sólidas para una futura construcción en altura. Cuatro años después, se sumaron otras nueve habitaciones. Y, así, el pequeño y humilde residencial fue creciendo a lo largo de los años. En 2005 dio el gran salto para convertirse en uno de los hoteles más importantes en el segmento de las tres estrellas, con 50 habitaciones, dos salas de eventos, cocheras, una cafetería y un lavadero.
Por desgracia, Stellina, la impulsora de aquella iniciativa, no logró ver el proyecto terminado ya que falleció muy joven en 1989, por lo que toda la organización quedó en manos de su marido y sus hijos, Jannet y Omar, que siguen trabajando de manera incansable.
Orgullo de familia
“Es un emprendimiento comercial, pero también es parte de nuestra historia de familia”, reconoce Jannet, a 50 años de que aquel humilde hospedaje abriera sus puertas por primera vez. Es que las raíces y los recuerdos de los Palavecino están en cada rincón del edificio. Por esos pasillos caminaron y jugaron cuando eran chicos y también lo hicieron sus hijos, que ahora son adultos. Tres generaciones pasaron por allí.
Las paredes encierran mil anécdotas, propias y de extraños que alguna vez eligieron ese lugar para hospedarse, aunque muchos de aquellos desconocidos terminaron forjando una amistad con los dueños del lugar.
“En la historia del hotel hay gente que quedó amiga de la familia. Vinieron a radicarse a Neuquén, vivieron meses acá y terminaron siendo grandes amigos”, comenta orgullosa Jannet. Es que, en efecto, al ser Neuquén una ciudad de trabajo, tiene muchos pasajeros frecuentes que se van y vuelven constantemente. Por eso a muchos clientes ya los conocen por el nombre.
Los Palavecino recuerdan los orígenes del emprendimiento y se emocionan. Inevitablemente, les vienen a la memoria las imágenes de Stellina, su madre trabajando de manera incansable, proyectando, soñando con un hotel maravilloso mientras atendía la pensión que funcionaba en la casa de la calle Carlos H. Rodríguez.
Son hermosos recuerdos cargados de nostalgia y melancolía, pero que sirven como combustible para seguir emprendiendo, con el mismo tesón que tuvieron los pioneros cuando el sueño de una Neuquén moderna todavía era una utopía.
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