Se llama Víctor, es de Beltrán, y se las ingenia para vender helados.
“Yo tengo cien cosas para gritar cuando laburo”, afirma Víctor Gualmes, un joven oriundo de Luis Beltrán que es vendedor de helados en la playa de Las Grutas.
Sin hacerse esperar lanza su batería promocional con frases hilarantes que convoca la atención de los veraneantes que inmediatamente responden con carcajadas, y no pocas veces con la adquisición de alguno de los productos que ofrece.
“Últimos 500 helados”; “Pague dos lleve dos”; “Compre helados y le largamos wifi”; “Fríos como corazón de la ex”, son algunas de las composiciones que despliega el muchacho que hace diez años llega al balneario rionegrino para trabajar en la temporada veraniega, como tantos otros que vienen de distintos puntos del país; en su mayoría del Alto Valle y Valle Medio.
Es un show que brinda cada tantos metros, donde se frena y comienza a desandar su rutina creativa que lo deja como en el centro de un escenario rodeado de público. Por los resultados vistos en un lapso de minutos, la estrategia le funciona bastante bien, aunque termine agotado y con la garganta al límite. Todo por el 25% de los ingresos. Sin embargo, asegura que no todos los días son buenos.
Para él que baje la temperatura o llueva es casi una catástrofe que no mejora ni aunque desarrolle sus mejores monólogos. Sostiene que ni bien baja en la arena se da cuenta si será una jornada productiva o no. “Me he llevado 200 pesos, y no me alcanza para sostenerme”, aseguró.
Por eso festeja de antemano cuando el sol está firme y el cielo despejado. Son tardes en que la recaudación se multiplica hasta por veinte, según la cuenta que hizo.
Una comunidad
El ingenio y la gracia para decirlo es la mejor táctica para seducir compradores que utilizan cuando recorren la costa del mar. Son cerca de 150 los habilitados que van y vienen con carritos y cajas, más otro número indeterminado compuesto por quienes no cuentan con autorización municipal.
Es una comunidad que se muestra unida y solidaria, que genera relaciones más allá de la competencia laboral.
Juegan al fútbol, comparten comidas o el alojamiento, uno de las principales dificultades dado el valor de los alquileres en Las Grutas, lo que conspira con la idea de gastar lo mínimo para llevarse la mejor suma posible.
-> La convivencia entre vendedores
Muchos vendedores tienen que hospedarse en campings, pero se complica cuando llueve. “Que se te moje la ropa de cama ya es un bajón”, afirma Víctor. De allí que el que puede le da lugar a otro, bajo un acuerdo de dividir los gastos. En su caso no es un problema, porque su madre vive desde hace años en Las Grutas, donde también vendió helados. Víctor cuenta que los viernes los ambulantes se junta en una cancha de fútbol cinco –la única-, donde se enfrentan en desafíos vibrantes. El último partido lo jugaron contra una empresa de churros y, aunque “está todo bien con todos los muchachos”, al final se picó y “estuvo un poco áspero”. “Pero no pasa nada, termina ahí la cosa. Después nos encontramos acá, somos compañeros”, aclara.
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