Emeterio Vega va los sábados hasta la costa del río Neuquén y captura enormes ejemplares que obsequia a la gente. Los tiene atadas con una soga..
Los enormes pescados chapotean en la orilla, amarrados a una soga por sus agallas, como si fueran mascotas de paseo. El inconfundible dorado de sus escamas destella en el agua cristalina que estanca el dique Ballester, donde el río Neuquén desprende el canal que riega las chacras del Alto Valle rionegrino.
“¿Quiere una? Elija nomás”, dice el hombre mientras señala con un gesto el racimo vivo de carpas, la especie que se ha propagado de manera alarmante por ríos y lagos de la región.
Una joven, incrédula al principio, acepta la oferta y se lleva una con algo de dificultad, porque además de ser resbaladiza mide no menos de medio metro y pesar alrededor de 4 kilos.
“Yo las pesco para regalar, para la gente que las quiere comer. Si no las regalo las suelto nuevamente. No es cuestión de andar haciendo daño porque si”, afirma Emeterio Vega, un jubilado que todos los sábados se acerca al remanso que crean las compuertas cerradas de la obra de riego.
Dice que es una forma de ayudar a aquellos que les falta un plato de comida o que tienen ganas de saborear un pescado, porque asegura que pese a la mala fama que tiene la carpa, es posible convertirla en una delicia.
“A la parrilla o al horno, cortada en filetes con un poco de vinagre queda riquísima. Nada que ver con las del río Colorado que viven en el barro”, resaltó.
Explicó que para ésta época abundan porque están en pleno desove, pero advirtió también se han convertido “en una plaga”.
De todos modos, el pescador se enorgullece de su obra solidaria y por haber sido un destacado maratonista.
“El atleta grande de Centenario que también sabe pescar. Así póngale”, pide sonriente.
Asegura que aún se mantiene en forma para competir, y que llega hasta el dique trotando o en bicicleta, aunque admite que a veces usa su auto.
Vega no tiene un gran equipo para capturar las presas. Consiste en un tarro de duraznos al natural con una manija y una línea con anzuelos encarnados con mojarritas, que recoge con un mediomundo construido por él con un trozo de media sombra.
Lo demás es habilidad pura y deseos de estar junto al río. “Esto es lo más hermoso que hay”, agrega con el rostro iluminado.
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