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La Mañana gitanos

Gitanos: una cultura en pleno cambio

Cómo el paso del tiempo y la vida criolla fueron modificando tradiciones y modos de vida.

Por Mario Cippitelli - [email protected]

De a poco está cambiando la cultura y las costumbres de los gitanos de Neuquén. Ellos no lo reconocen abiertamente, pero en el fondo lo saben. Es un proceso que comenzó hace mucho tiempo y que ya modificó sus prácticas comerciales, su milenario modo de vida nómade, su religión y hasta la forma de ver la vida. Ahora ese fenómeno sigue avanzando, pese a la resistencia.

Carlos del Valle Miguel, un gitano de 66 años que vive en la ciudad desde la década del 70, entiende que hay cosas que inevitablemente están cambiando y que no queda otra que aggiornarse.

Lo sabe bien porque una de sus hijas, Karina, fue la “oveja negra” de la familia. Ella estudió, se recibió de abogada y además se casó con un criollo, un cimbronazo que descolocó a toda la comunidad.

“Es verdad, somos muy machistas”, reconoce Carlos durante una entrevista concedida a LM Neuquén en su casa de la calle Luis Beltrán, donde también tiene vehículos para la venta. Su esposa María Teresa sonríe. Ella es una criolla que vive con él hace 46 años. Ambos vinieron del Chaco y se radicaron en Neuquén en la década del 70. En esta ciudad echaron raíces y hoy conforman una clan de alrededor de 200 personas.

El machismo entre los gitanos es una característica muy fuerte que traen en la sangre desde que se fueron de la India hace mil años.

La mujer tiene precio en el mundo gitano. Es la famosa dote que se le pone y que hoy puede llegar a cotizar entre los 300.000 pesos o más. Además, tienen la obligación de casarse con gitanos, aunque los gitanos pueden casarse con criollas. “La mujer se adapta mejor a la cultura gitana; el hombre criollo no”, explica Carlos. Pero reconoce que las cosas están cambiando y que hay veces que nada pueden hacer al respecto, por más culturas y tradiciones que tengan.

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Lo mismo ocurre con la educación. Antes las niñas iban a la escuela un par de años y luego abandonaban para que no se contaminaran de la cultura criolla. Hay un cambio. Ya lo vivió con su hija Karina y lo está viviendo con otra hija que también estudia abogacía, y con sus nietas.

Las modificaciones en la cultura gitana se fueron dando desde la década del 70 cuando los clanes tuvieron que abandonar las carpas y, de este modo, comenzaron con el proceso de sedentarismo que los obligó a echar raíces en la ciudad. Antes ya habían cambiado sus costumbres comerciales. De fabricar y vender productos de cobre –oficio que traían en la sangre- pasaron a vender carros y caballos. El desarrollo de la industria del automóvil los cambió definitivamente, aunque en la actualidad los gitanos se dedican a otras actividades.

También en la religión hubo un profundo cambio en las creencias. Si bien la mayoría de los gitanos practicaban el catolicismo, hoy hay una suerte de libertad de culto dentro de los clanes. En la actualidad, hay una tendencia al abandono del catolicismo por la elección de ciertas religiones pentecostales con el predominio de la

Unión Pentecostal Argentina. Este proceso, según el historiador Rolando Bel, “es más fuerte en la generación de adultos mayores, ya que los jóvenes, especialmente los varones evidencian una actitud poco comprometida con estas prácticas religiosas”.

Lo que sí mantienen los gitanos es el lenguaje, sus tradiciones a la hora de festejar y sus códigos de Justicia propios, a través del Consejo de Gitanos. “No se puede meter a todos en la misma bolsa”, asegura Carlos enojado cuando se le consulta sobre las reiteradas denuncias sobre estafas que muchas veces caen sobre la comunidad y que ya generaron una suerte de estigmatización sobre la figura del gitano. “No somos todos así”, dice tajante. Y sostiene que es ese Consejo de Gitanos el que se encarga de sancionar a quienes traspasan las leyes. “Hasta podemos echarlo del pueblo”, asegura.

Estigmatizados o no, queridos u odiados, los gitanos ya son parte de la cultura y la historia de Neuquén, con sus particulares formas de vivir, de ver el mundo, de criar a sus hijos y de adaptarse –no siempre con éxito- a la forma de vida criolla.

Ellos reniegan de todos estos cambios, se aferran a sus costumbres, aunque en el fondo saben que, muy de a poco, su forma de vivir se está modificando inexorablemente.

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La forma de festejar se mantiene inalterable

Si hay una tradición que mantiene firme la comunidad gitana son los festejos. Un casamiento, un cumpleaños o un bautismo son siempre motivo de una reunión multitudinaria que suele extenderse durante muchas horas, inclusive más de un día.

La costumbre es que el que organiza la fiesta la paga solo. Nada de canasta o compartir los gastos. Y el que la organice tiene que encargarse de que sobre porque, de lo contrario, los demás comentan. “Para quedar mal no la hagas”, asegura Carlos Miguel, un gitano muy respetado en la comunidad que ya preparó varias de esas fiestas a las que llegan gitanos de otras familias que en realidad son parte de la suya porque alguna hija se casó con un gitano de otro apellido y terminaron todos mezclados. “Un cumpleaños de 15 puede costar un millón o un millón y medio”, reflexiona Carlos.

En las fiestas son muy típicos los asados criollos, chivos y lechones, regados con cerveza, vino y champagne.

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