Tras el cierre de 2020, tuvieron un verano de templos colmados. Ahora, pastores y sacerdotes piden que los declaren esenciales y buscan protocolos para reabrir.
La pandemia cambió todo, también el vínculo de los neuquinos con su fe. Después de un 2020 con templos cerrados y misas a través de las pantallas, el verano congregó a miles fieles. Ahora, ante el avance de la segunda ola, pastores y sacerdotes piden declarar a las iglesias como esenciales para llevar alivio a los que sufren por el Covid.
El 2020 fue un año difícil para creyentes y referentes religiosos, que debieron adaptarse a los encuentros por Zoom y las lecturas de la Biblia por Facebook. Se trató de una situación excepcional por la emergencia. El problema vino después, cuando muchos creían que lo peor había quedado atrás y llegó el nuevo cierre de 2021.
Esta semana, más de 150 pastores y párrocos mantuvieron una reunión virtual con el gobernador Omar Gutiérrez. Plantearon que acuerdan con la necesidad del confinamiento, pero quieren avanzar en un protocolo para recuperar los encuentros presenciales con sus fieles, aunque sean limitados.
Entre las propuestas en análisis, están los cierres intermitentes, es decir, que se puede ir a la iglesia cuando la curva de contagios lo permita. También se habla de dar turnos, como en los organismos públicos, y asegurar así una asistencia ordenada a los templos. Mientras eso se define, la mayoría retornó al Zoom, las redes sociales y hasta las llamadas por teléfono para no dejar desamparados a quienes recurren a Dios en uno de los momentos más difíciles de sus vidas.
El pastor Claudio Zeballos, del centro cristiano Palabra en Acción, explicó que no cuestionan las restricciones, sólo les preocupa “que no sea como el año pasado, que se cerró todo y la gente se quedó sin esta parte fundamental, porque no es sólo el cuerpo sino también el alma la que tiene que estar saludable”.
Zeballos, que es también el referente del Consejo de Pastores Evangélicos de Neuquén (Copen), remarcó que la fe es “gozo, alegría, ganas de vivir” y eso también es una manera de ayudar ante la pandemia.
“Hemos visto casos de gente con Covid y hemos orado y alentado y se empezaron a recuperar de manera muy favorable, como también hay familias que llegan a las congregaciones destruidas porque perdieron a un ser querido y encuentran el respaldo, la oración de fe y, aunque continúen su duelo, tienen la esperanza para resurgir, por eso creemos que la iglesia es esencial en este tiempo”, fundamentó.
Contó que la pandemia los obligó a vincularse a través de las pantallas “que es más frío, sin calor humano”, y por eso, cuando en el verano se permitieron las reuniones religiosas, “llegó mucha más cantidad de gente a los templos, porque hay una necesidad del alma”.
“Antes nos creíamos que sabíamos lo que iba a pasar y ahora vemos que no sabemos tanto y eso es inédito; para los que tenemos fe, es una puerta para volver a confiar en Dios, para volver a encontrarnos con él”, razonó el padre Mario Pacher, de la iglesia Católica de Neuquén.
Coincidió con Zeballos en que hay mucho respeto en los líderes religiosos por el confinamiento “porque no hay otra salida y, por eso, las parroquias hacen actividades de modo virtual y tratamos de acompañar vía teléfono o Facebook, pero lo propio de la condición humana es el encuentro y la propuesta de Jesús es encontrarse con el otro”.
“Hoy se hace muy difícil porque son modos nuevos y tuvimos que aprender a usar el Zoom y un montón de cosas que no teníamos tan presentes”, relató. Añadió que, pese a esos esfuerzos, “no alcanza porque, para los católicos, no sólo es importante escuchar la palabra sino también los sacramentos, que son un signo de la presencia de Dios, y eso no se puede mandar por Whatsapp”.
El pastor Marcelo Vallejos, de la institución MEDEA sintetizó la necesidad de las misas presenciales con una metáfora deportiva: "lo que pasa hoy en las iglesias es como con un partido de fútbol: una cosa es escucharlo por radio, otra mirarlo por televisión y otra muy distinta jugarlo”.
Confirmó que ellos también tuvieron muchos fieles al reabrir en el verano “y como que ya estábamos volviendo a la normalidad, pero, de un día para otro, volvió todo de nuevo y por ahí pasa la incertidumbre”.
Resaltó que el Covid “cambió la convivencia dentro de la familia y los vínculos, por eso la gente está asustada y nadie tiene un concepto claro de lo que sucede, si bien llevamos un año de aprendizaje de esta nueva forma de vida”.
Auguró que en las religiones, como en otros ámbitos, tendrán que encontrar nuevas rutinas ante la nueva ola de Covid. “Y si hay alguna manera, sería importante habilitar las iglesias, porque todos en la sociedad vamos a tener que adaptarnos y aprender a convivir con protocolos”, subrayó.
Pobreza, la otra pandemia
La tarea de las iglesias neuquinas hoy está signada tanto por el Covid como por la pobreza, la otra pandemia que lleva a miles de familias a buscar alivio a través de la fe.
El padre Mario Pacher contó que la labor de la religión en este momento es "acompañar ante la muerte y el miedo al Covid", pero también ante el hambre. “Desde la iglesia Católica, con Cáritas, tratamos de colaborar y ayudar con víveres, alimentos y frazadas porque hay mucha gente que la está pasando muy mal económicamente y, entre la enfermedad y la pobreza, es un combo de mucho dolor”, advirtió.
Marcelo Vallejos, pastor de MEDEA, también destacó que “estamos en un tiempo para contener desde lo espiritual y también desde lo social, por eso, mantenemos una campaña para llevar alimentos no perecederos a quienes están aislados por Covid en sus casas y necesitan ayuda”.
“Tenemos que juntarnos, alentarnos, orar unos por otros y acompañar a la gente que está desesperada porque son muchos los que no pueden trabajar porque la economía está en un punto extremo, con un alto porcentaje de los niños en la pobreza y es una realidad que también vivimos en Neuquén”, enfatizó el pastor Claudio Zeballos, del Copen.
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