Una campaña impulsada por el Servicio de Seguridad de Ucrania busca frenar el reclutamiento de menores, a través de las redes, con promesas de dinero rápido.
El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) y la Policía Nacional lanzaron una campaña educativa en escuelas del país para advertir a adolescentes sobre una práctica que preocupa a las autoridades: el reclutamiento de menores por parte de los servicios de inteligencia rusos. La iniciativa, que comenzó en abril, busca alertar sobre cómo plataformas como Telegram, TikTok y Discord están siendo utilizadas por el FSB para captar jóvenes y utilizarlos en tareas de sabotaje y espionaje.
Durante una de estas charlas, realizada en una escuela secundaria de Leópolis, un agente del SBU con identidad reservada advirtió a los estudiantes sobre los riesgos penales y personales que implica aceptar ofertas de “dinero fácil” en redes sociales. Recordó que la responsabilidad criminal en Ucrania comienza a los 14 años y que varios menores ya han sido acusados por su participación en atentados y actos de sabotaje tras ser reclutados en línea.
Según explicaron desde el SBU, la estrategia rusa se basa en promesas económicas a cambio de tareas aparentemente inofensivas, como entregar paquetes, fotografiar instalaciones estratégicas o pintar grafitis. Sin embargo, en muchos casos, los adolescentes terminan involucrados en acciones de alto riesgo o bajo coacción, e incluso han sido víctimas de ataques letales operados a distancia por los propios reclutadores.
Telegram, trampas y billetes: el anzuelo digital
Durante la presentación, se proyectó un video simbólico: un fajo de billetes sobre una trampa para ratones, acompañado de una calavera. El mensaje era claro: lo que parece una oportunidad, puede ser una sentencia. Los adolescentes, con edades entre 16 y 17 años, escucharon testimonios de casos reales, como el de un joven que fue utilizado como suicida sin saberlo. Murió durante una operación remota orquestada desde Moscú.
Según Roksolana Yavorska-Isaienko, vocera regional del SBU, los agentes rusos buscan a jóvenes vulnerables, les ofrecen tareas aparentemente inofensivas como fotografiar estaciones eléctricas o entregar paquetes, y luego los envuelven en una red de chantajes, amenazas y pagos escalonados. Así comienza una cadena que, en muchos casos, termina en prisión o muerte.
Los números del horror
Las cifras divulgadas por las autoridades ucranianas revelan una tendencia inquietante: de las más de 600 personas acusadas de actividades de sabotaje o terrorismo tras colaborar con los rusos, un cuarto eran menores de edad. Incluso se reportó un caso en el que el reclutado tenía apenas 13 años.
La estrategia no se limita a una ciudad. En diferentes regiones, desde Rivne hasta Ivano-Frankivsk, se han documentado múltiples incidentes protagonizados por adolescentes. Algunos han fabricado explosivos caseros, otros han provocado incendios o incluso simulado escenas de crimen para atraer a las autoridades hacia trampas preparadas.
Dinero fácil, consecuencias irreversibles
Uno de los episodios más escalofriantes ocurrió en marzo, cuando dos adolescentes fueron convencidos por Telegram de fabricar bombas caseras con la promesa de recibir 1.700 dólares. Los artefactos fueron activados a distancia por sus reclutadores. Uno de los jóvenes murió; el otro perdió ambas piernas. Lo que empezó como una tarea de mensajería terminó con vidas destrozadas.
En Leópolis, dos estudiantes de entre 17 y 18 años fueron detenidos tras incendiar equipos ferroviarios. El seguimiento de sus teléfonos reveló conversaciones con operadores rusos que les aseguraban pagos inmediatos. La frialdad del intercambio, que incluía frases como “el dinero estará mañana” y “entendido, hermano”, muestra cómo estos vínculos se presentan como acuerdos cotidianos, casi inocentes.
Cómo se combate el reclutamiento digital
Para enfrentar esta forma de guerra no convencional, el SBU desarrolló un chatbot llamado “Expón al agente del FSB”, que permite denunciar de forma anónima cualquier intento de captación. Además, se insiste en la importancia de que padres, docentes y adultos estén atentos a comportamientos sospechosos, cambios de actitud o señales de presión en los adolescentes.
Yavorska-Isaienko remarcó un principio clave: “Nadie regala miles de dólares por una tarea simple. Si parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea”. También advirtió que muchas de estas operaciones no llegan a los medios, pero ocurren en todo momento, desde la comodidad del hogar hasta el aula escolar.
Lejos de tratarse de una charla escolar tradicional, la clase dejó a los estudiantes con preguntas urgentes: ¿Cómo se detecta a un reclutador? ¿Qué pasa si ya fui contactado? ¿Cómo puedo ayudar sin convertirme en blanco?
La respuesta fue clara: denunciar cuanto antes, no borrar las pruebas y entender que la prevención salva vidas.
Una amenaza que viaja en el bolsillo
Según The New York Times, el fenómeno revela un cambio profundo en la forma de hacer la guerra. Ya no se trata solo de frentes de batalla o ataques con misiles, sino de conflictos que se libran en chats, videos y promesas de recompensas. Los dispositivos móviles, que acompañan a los jóvenes todo el día, se han transformado en el nuevo campo de batalla.
La campaña educativa del SBU no solo busca prevenir tragedias individuales, sino frenar una maquinaria invisible que aprovecha la vulnerabilidad de los adolescentes en medio de un país desgarrado por la guerra. En cada clase, en cada escuela, los agentes repiten el mismo mensaje: el enemigo puede estar mucho más cerca de lo que creen, incluso dentro del teléfono que llevan en el bolsillo.
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