La Casa Blanca lanza una advertencia sin precedentes: acusa a China de sabotear la economía global y facilitar el tráfico de fentanilo.
Estados Unidos redobla la presión sobre China con un posible arancel del 245% a determinadas importaciones, en una nueva escalada de la ya extensa guerra comercial entre las dos principales potencias del mundo. La advertencia llega días después de que el presidente estadounidense firmara una orden ejecutiva enfocada en la seguridad nacional y el suministro de minerales estratégicos.
Según el documento, el gigante asiático mantiene una actitud de represalia comercial que, según Washington, justifica el endurecimiento de las sanciones.
Desde que se iniciaron los primeros cruces arancelarios durante la gestión de Donald Trump, las tensiones económicas entre ambos países no dejaron de aumentar. Ahora, el nuevo foco está puesto en el dominio chino sobre las llamadas “tierras raras”, un grupo de minerales fundamentales para la industria tecnológica y la defensa. Estados Unidos busca reducir su dependencia de estos materiales clave, y acusa a China de utilizar su posición dominante como arma geopolítica.
El nuevo castigo arancelario: qué se incluye y por qué
La amenaza de un arancel acumulativo del 245% surge de la combinación de varias medidas que Washington justifica por razones económicas, sanitarias y estratégicas. Primero, se contempla un 125% que corresponde a aranceles espejo, es decir, en respuesta directa a las tasas que China ya impuso. A eso se suma un 20% adicional, vinculado a la denuncia de que Pekín no colabora suficientemente en frenar el tráfico de fentanilo hacia territorio estadounidense.
Finalmente, se aplicaría un abanico de aranceles adicionales bajo el marco de la “sección 301”, una disposición legal que habilita al Ejecutivo norteamericano a tomar medidas unilaterales frente a prácticas comerciales consideradas desleales. Bajo esta normativa, ciertos productos podrían quedar afectados con recargos de entre el 7,5% y el 100%, dependiendo de la categoría.
China, por su parte, confirmó este miércoles que varios de sus productos exportados a Estados Unidos ya enfrentan este tipo de carga impositiva acumulada. Desde el Ministerio de Comercio expresaron su rechazo, al considerar que Washington utiliza sus políticas comerciales como herramientas de presión política. “La imposición de estos aranceles bajo distintos pretextos refleja una actitud irracional y abusiva”, señaló un vocero oficial.
El trasfondo: tierras raras, soberanía tecnológica y disputas por el fentanilo
La guerra comercial no se limita a productos de consumo o tecnología. Esta vez, el foco se centró en los minerales estratégicos. En particular, la Casa Blanca expresó su preocupación por la dependencia externa en la cadena de suministros de tierras raras, un grupo de elementos indispensables para fabricar desde chips hasta misiles guiados. Más del 80% del procesamiento global de estos minerales ocurre en China, lo que representa un riesgo para Washington, según el propio texto presidencial.
El documento presidencial también menciona el combate contra el tráfico ilegal de drogas sintéticas como una motivación adicional para imponer sanciones. El fentanilo, una sustancia extremadamente potente vinculada a la crisis de sobredosis en Estados Unidos, aparece como uno de los argumentos principales en esta ofensiva.
Una guerra comercial sin tregua
Aunque en abril el gobierno estadounidense había anunciado una pausa en algunos aranceles para abrir la puerta a nuevas negociaciones, la situación con China siguió un camino distinto. Mientras más de 75 países iniciaron conversaciones para mejorar sus relaciones comerciales con Estados Unidos, el caso chino se mantuvo como una excepción. Desde Washington sostienen que la actitud de Pekín no deja espacio para flexibilizar posiciones, y que la única salida posible es mantener o incluso endurecer las sanciones.
Por ahora, las importaciones chinas a Estados Unidos enfrentan unos aranceles promedio del 145%, mientras que las exportaciones estadounidenses hacia China tributan un 125%. La amenaza de un nuevo salto arancelario promete profundizar una disputa que no solo afecta a las economías involucradas, sino también al comercio global, en un contexto marcado por la competencia por el dominio tecnológico y la seguridad nacional.
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