Las dos más importantes se encuentran a gran profundidad y con defensas antiaéreas. Son prácticamente indestructibles.
Las plantas nucleares con las que cuenta Irán, un tema polémico en virtud de los acuerdos internacionales, siempre estuvieron en la mira militar de Israel. Y más ahora que está preparando una respuesta tras el ataque con drones y misiles que realizó la República Islámica el sábado pasado.
Se considera que Irán no tiene armas nucleares. Sus autoridades niegan, además, que estén utilizando su programa nuclear civil para desarrollarlas. Aunque en Occidente hay dudas sobre este punto.
Lo cierto es que el año pasado la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), la institución de vigilancia nuclear global, encontró partículas de uranio enriquecidas hasta un 83,7% de pureza -muy cerca del 90% de calidad requerida para armas- en la planta subterránea de Fordo, en Irán.
Actualmente la República Islámica tiene varias plantas dedicadas a distintas etapas de desarrollo nuclear, pero las más importantes son la nueva de Natanz y la de Fordo. Ambas protegidas con un impresionante sistema de seguridad.
Natanz, a 100 metros de profundidad
La planta original fue objeto de repetidos ataques de sabotaje. Se cree que detrás estuvieron los servicios de inteligencia de Israel, en colaboración con Estados Unidos.
Debido a esto las autoridades iraníes construyeron otra muy cerca, pero a nivel subterráneo, en la montaña Kuh-e Kolang Gaz La, o “Montaña Pico de Piqueta”, que está justo más allá de la valla sur de Natanz, según reveló un informe de la agencia Associated Press.
El “Centro de Estudios sobre la No Proliferación James Martin” indica que la instalación posee cuatro entradas en el costado de la montaña, cada una de seis metros de ancho y de ocho metros de alto.
Los expertos, basados en imágenes satelitales, estiman que la planta tiene una profundidad de entre 80 y 100 metros. Sus túneles, incluso, podrían tener una profundidad aún mayor. Esto la hace prácticamente inexpugnable.
El otro punto preocupante es que los datos recogidos indican que probablemente los iraníes están utilizando la instalación subterránea para enriquecer uranio, no sólo para construir centrifugadoras.
“La profundidad de la instalación es preocupante porque sería mucho más difícil de destruir con armas convencionales, como una bomba perforadora de bunkers típica”, explica Steven De La Fuente, investigador asociado del centro que lideró el análisis del trabajo en los túneles, a la agencia AP.
Los inspectores internacionales estimaron en febrero pasado que la reserva de Irán era más de 10 veces lo que era bajo el acuerdo que se desarticuló en 2015. Creen que tienen suficiente uranio enriquecido para permitir a Teherán fabricar “varias” bombas nucleares.
Fordo, en el interior de una montaña
Esta planta está ubicada a 32 kilómetros al noreste de la ciudad sagrada de Qom, cerca de la aldea de Fordo. Es una antigua base del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica.
Fue construida en lo profundo de una montaña, para protegerla así de los virtuales ataques aéreos, y se dedica al enriquecimiento de uranio.
Cuentan con grandes vallas perimetrales y torres de control cada 25 metros. También una sofisticada defensa antiaérea.
Las imágenes conseguida por los organismos internacionales revelan seis portales de entrada al complejo de diez metros de ancho cada uno. También hay varios edificios sobre la superficie, aunque se cree que las instalaciones más complejas funcionan a nivel subterráneo.
Bases estilo búnker
Ambas instalaciones son consideradas inexpugnables. Cualquier ataque sobre ellas puede producir daños considerables, pero no destruirlas totalmente.
Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos crearon una poderosa bomba para destruir instalaciones subterráneas profundas, conocidas como “GBU-57”. Tienen el poder de atravesar al menos 60 metros de tierra antes de detonar.
Sin embargo, los militares norteamericanos no están convencidos de que un ataque con este tipo de bombas “antibunkers” dañaría una instalación tan profunda como la de Natanz o Fordo.
Así que es muy probable que ambas bases nucleares estén en la mira de Israel, el problema es si tienen la capacidad suficiente como para destruirlas.
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