La guerra comercial que desató el presidente de EEUU, comenzará a tener un sacudón a sectores inesperados en todo el mundo.
El retorno de Donald Trump a la presidencia estadounidense no solo significa un cambio de rumbo político en su país. También implica un sacudón económico que ya empieza a sentirse más allá de sus fronteras. Entre las primeras decisiones que tomó el mandatario se encuentra la reinstauración de aranceles a productos importados, principalmente los provenientes de Asia.
Esta medida apunta a proteger la industria nacional, pero sus consecuencias se extienden a sectores inesperados. El mundo digital no queda exento.
Fabricar un iPhone cuesta ahora hasta 300 dólares más debido a estas nuevas tarifas. Pero no solo los dispositivos electrónicos entran en este juego. Las plataformas de streaming, las herramientas en la nube y hasta los servicios de productividad enfrentan un escenario complejo. No se trata solo de una guerra comercial. También estamos frente a una posible transformación en los hábitos digitales de millones de personas.
Detrás del clic, toneladas de tecnología
Aunque ver una serie, escuchar música o enviar un archivo parezca cuestión de segundos, detrás de cada acción digital hay una infraestructura física enorme. Servidores, chips, centros de datos, redes de cableado y equipos que requieren producción, mantenimiento y renovación constante. Buena parte de esos componentes tecnológicos se fabrica en China, India o Vietnam, es decir, los países más afectados por los nuevos impuestos estadounidenses.
Esto eleva los costos de operación para las empresas tecnológicas. Y si los gastos aumentan, alguien debe cubrir la diferencia. Todo apunta a que el usuario será quien vea reflejada esa presión económica en las próximas facturas mensuales. Las plataformas digitales no lo han anunciado todavía, pero los analistas ya estiman que los precios actuales podrían cambiar si el conflicto comercial se prolonga.
Netflix, Spotify, Apple TV+, Microsoft 365, Google Drive y muchas otras aplicaciones podrían verse forzadas a ajustar sus valores para sostener su rentabilidad. Incluso los planes más accesibles, aquellos que incluyen publicidad, podrían volverse menos atractivos si los anunciantes —también golpeados por los aranceles— reducen su inversión.
Lo digital también sufre la inflación global
El impacto de los aranceles no se limita a productos tangibles. Aunque en teoría los servicios no cruzan fronteras del mismo modo que una consola de videojuegos o un teléfono, su funcionamiento depende directamente de bienes importados. Además, el clima económico general influye sobre los hábitos de consumo. Frente a la incertidumbre, muchas personas deciden recortar gastos superfluos. Las suscripciones digitales suelen ser las primeras en caer.
Disney, por ejemplo, reportó que más de la mitad de los nuevos usuarios de su plataforma optan por planes con anuncios. Pero si las marcas no pueden sostener esas publicidades, las plataformas pierden ingresos clave. La consecuencia directa podría ser un incremento en los precios o una reducción en las opciones económicas para los usuarios.
Por otro lado, algunas empresas tecnológicas ofrecen tanto servicios como hardware. Apple es un ejemplo claro. Si fabricar un iPhone resulta más caro, es probable que el costo se traslade también a iCloud o Apple TV+ como una forma de equilibrar los márgenes.
Europa, en el centro del tablero
El conflicto comercial entre Estados Unidos y Asia podría derivar en una reacción europea. La Unión Europea ya considera la posibilidad de aplicar sus propios aranceles a los servicios digitales exportados por las grandes compañías norteamericanas. Si esto ocurre, se abriría un nuevo frente en esta guerra económica que pondría aún más presión sobre las empresas del sector.
Según datos recientes, Estados Unidos exportó más de 187 mil millones de dólares en servicios digitales solo a Europa durante 2022. Cualquier alteración en ese flujo afectaría no solo a las grandes tecnológicas, sino también a emprendimientos más pequeños, creadores de contenido, trabajadores remotos y usuarios comunes que dependen de estas herramientas.
En medio de este nuevo escenario, una cosa parece clara: lo digital ya no es inmune a los vaivenes de la política global. Y el impacto en el bolsillo podría llegar más rápido de lo esperado.
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