"A mi hija la destrozó un dogo y la justicia solo le pidió 10 mil pesos": habló la mamá de la nena

La mamá de la niña que sufrió el ataque de un dogo adentro de un comercio de Cutral Co expresó que sintió "bronca e impotencia" cuando se enteró por las noticias de que la dueña del animal tendría que pagar una reparación simbólica. "A mi hija la destrozó un dogo y la justicia solo le pidió $10 mil", sintetizó.

La decisión fue tomada por la jueza de garantías Alina Macedo Font, quien otorgó una suspensión de juicio a prueba por el plazo de un año a la mujer a raíz de las lesiones que su perro raza dogo argentino provocó a la niña llamada Ámbar.

Candela, la madre de la víctima del grave ataque, expresó a LMNeuquén que esperaba un juicio con condena a la dueña. No considera justo la resolución bajo ningún punto de vista, y apuntó: "No tendría que ser así, por qué tanta piedad por ella, no se pusieron a pensar qué hubiera pasado si me hubiera matado a mi nena".

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Por otra parte, enfatizó que "los 10 mil pesos encima no vienen para mí", pero a su vez "tampoco ayuda en nada" porque no alcanzarán a cubrir gastos que tienen las instituciones públicas como hospitales o veterinarias. En vez de esto, consideró que el monto "tendría que ser una buena cantidad para perros que necesiten, que los castren, o a la atención a pacientes en el hospital".

Le hicieron 41 puntos para reconstruir el cuerpo de su hija

El 8 de mayo se cumplieron cuatro meses desde la operación de urgencia que le realizaron a Ámbar en el hospital tras las mordeduras del dogo. "En el quirófano le cortaron las partes donde la mordió el perro para que no se infecte ni genere enfermedad, y trataron de unir todo", recordó su mamá. En cinco meses le tocará un control donde el médico tendrá que evaluar si puede volver a realizar actividad física.

"Todavía tiene blando", explicó Candela, su mamá de 24 años, por lo que agregó: "tienen que ver si le dan el alta, o no, también tiene turno con una nutricionista porque bajó mucho de peso muchísimo, y mañana con pediatría".

El 23 de junio la niña cumplirá tan solo cinco años, pero su cuerpo ya ha sobrevivido a intensos dolores durante semanas. Para reconstruirla, los médicos le hicieron entre 40 y 41 puntos y cuando se los sacaron no le pusieron anestesia para que pueda "volver a sentir". De esta manera, Candela relató que "se tuvo que bancar los dolores".

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El proceso de recuperación ha sido largo y complejo: "la parte de abajo del ojo se le puso negra, al igual que la frente y el cráneo, y hasta el día de hoy, el pelo no volvió a crecer en las zonas más afectadas".

Hace meses que la rutina de la familia se transformó totalmente desde que sucedió el ataque. Frente a los humildes recursos económicos, la contención familiar resultó fundamental: "ese día no había dinero para comprarle cosas que necesitaba y después que nos pasó todo, mi familia estuvo constantemente ayudando". Candela trabaja en el servicio de barrido municipal de Centenario desde las 6 hasta las 8 cuando la lleva al jardín y, además, por la noche termina la secundaria. "Esos son los únicos momentos que no estoy con mi hija", afirmó.

El trauma debajo de las cicatrices que dejó el ataque

Más allá de las cicatrices visibles, Ámbar sobrevive con profundas huellas emocionales como el temor que le generan los perros. "Ayer fuimos a comprar a un negocio y se le escapó una perra blanca y ella entró en pánico, que no quería entrar, empezó a temblar", contó su madre, ilustrando el pánico que le genera la presencia de estos animales. "Son los perros grandes y blancos, pero, por ejemplo, no le pasa con una chiquita que tenemos en casa".

El ataque sucedió el 8 de enero a la noche cuando estaban comprando en un almacén del barrio. El perro de la comerciante entró al local por una conexión y "cazó" a la niña. Con su cuñada tuvieron que intentar ahorcar al animal hasta que lograron que la suelte y la llevaron inmediatamente al hospital con la esperanza de que sobreviva.

La familia intentó iniciar un tratamiento psicológico, pero el enfoque no fue el adecuado, según la madre, quien buscaba un espacio para que Ámbar pudiera desahogarse libremente. La respuesta de la comunidad educativa la sorprendió en el buen sentido, porque en el jardín de infantes encontró un espacio de escucha y refugio.

"Le costó muchísimo, casi un mes, le daba vergüenza su pelo, de que se le rieran", recordó la mamá, pero en la sala de 4 del jardín, sus 20 compañeritos la acompañaron sin juzgarla. "Empezó a hablar con la seño, le contó a la directora, que la había mordido un perro, que ella estaba bien, que no le gustaban los perros blancos", dijo.

Mensaje a la sociedad

La madre de Ámbar no puede evitar sentir indignación por el fallo judicial a la dueña que estaba imputada por lesiones graves culposas. Para la fiscalía había tenido un actuar imprudente, violando los deberes de cuidado, al tener un perro de raza peligrosa en un lugar de acceso público sin los recaudos de seguridad.

La indiferencia y la falta de contacto por parte de la dueña del dogo, quien solo se comunicó una vez al inicio y luego desapareció, aumentaron la sensación de desamparo y la necesidad de una justicia que realmente contemple el daño causado.

"Todavía no tuve abogado civil porque estamos con los turnos médicos, si ella más adelante decide sacarse la cicatriz en el Neuquén, ahí si se lo voy a colocar", indicó Candela y advirtió: "todavía sigo con bronca, impotencia, pero sacarle una buena cantidad de dinero no es mi intención, primero está mi hija".

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Consultada por el mensaje que quiere enviar a la sociedad teniendo en cuenta su caso como ejemplo, la joven expresó: "traten de cuidar a los perros, que les pongan bozal, que traten de prevenir esto, para que no pase y que no se dejen engañar por la apariencia, por más que sea callejero o de raza, los perros tienen instinto y pueden morder".