Después de años de hacer alisados, buscó otras alternativas para destacar la belleza natural del pelo rizado y ondulado. Su historia.
En calle Castelli, a pocas cuadras del estadio Ruca Che, un pasillo cubierto de hojas de parra conduce a un pequeño refugio para las cabezas con rulos de Neuquén. Detrás de la puerta funciona La Peluquería de Antonieta, un rincón escondido y comandado por Antonella Trezza, una experta en rulos que busca que más neuquinos dejen de esconder su cabello rizado u ondulado para mostrar la belleza natural de un pelo diferente.
Antonella se formó primero como maestra, pero dejó los estudios antes de recibirse. Después se inclinó por la peluquería y empezó a ofrecer alisados a domicilio. "Siempre me preguntaba por qué los alisados eran la única alternativa que les ofrecía a las ruludas", dijo en una entrevista con LMNeuquén.
Nadie le daba una respuesta convincente. Los alisados eran el tratamiento que primaba para esconder un aspecto del cabello que, durante años, había sido considerado como una anomalía o un síntoma del descuido. "Tener el pelo lacio era sinónimo de estar peinada y todo lo demás se veía como desprolijo", explicó.
Antonella iba casa por casa ayudando a las mujeres a tratar sus rulos con una solución que era, en realidad, negar la propia naturaleza de su pelo. Hasta que llegó su punto de inflexión. "Un día me enfermé con el formol de los alisados, empecé a notar problemas en las vías respiratorias por exponerme tanto. Como yo iba a domicilio, no siempre podía garantizar el espacio ideal para trabajar y, aunque me protegía, me terminó afectando", expresó.
Esa sustancia que le cortaba el aliento afectaba el pelo de sus clientas. Por eso, la joven empezó a buscar otras opciones donde primara el aspecto natural y el uso de productos amigables con las fibras del pelo.
Cuando llegó la pandemia de coronavirus, el escenario cambió por completo. Sin demasiada demanda de trabajo, la peluquera buscó otras alternativas de formación, y descubrió a un estilista de Bahía Blanca que daba clases por la plataforma Zoom. "Pensé que iba a ser imposible aprender algo por una pantalla, pero logró armar las clases para que sintiéramos que estábamos ahí", detalló.
Y así, se le abrió la puerta de un nuevo mundo pensado para las cabezas enruladas. "Los cortes son diferentes, las formas de tratarlo, y los cuidados posteriores", dijo sobre las nuevas técnicas aprendidas que, en lugar de achatar o esconder los rulos, buscaba celebrarlos con todo su esplendor.
El aislamiento por la pandemia también marcó un cambio de época en cuanto a la mirada social sobre los distintos tipos de pelos, lacios o enrulados. "Mucha gente que no podía ir a la peluquería por los protocolos, empezó a amigarse con su aspecto natural, con el pelo con rulos", dijo y agregó que, si bien también hubo casos de malos resultados con alisados caseros, en general cambió la visión en cuanto a lucir el cabello natural.
Durante esa pausa, empezó a circular más información y mensajes que reivindicaban el cabello natural, con canas, con ondas, rulos o hasta rizados afros. Y para celebrar la naturalidad, también surgieron nuevos productos que no hacían foco en la estética estandarizada del pelo lacio sino en el cuidado dermatológico para convertir a lo sano en sinónimo de lo bello.
La Pelu de Antonieta, un rincón para los que celebran sus rulos
En 2012, Anto convirtió el fondo de su casa en un gabinete propio especializado en cabellos ondulados o con rulos. Aunque nunca le había prestado atención a las redes sociales, estas plataformas fueron su vidriera para impulsar a más mujeres a animarse a dejar su pelo al natural. Así, el boca en boca la posicionó como una de las especialistas más buscadas de la ciudad.
"Todavía somos pocos, pero de a poco van apareciendo cada vez más peluquerías especializadas en rulos", dijo y agregó que la información que se multiplica también motivó a sus propias clientas, que antes pedían alisados, a pedir tratamientos específicos para lucir su cabello rizado al natural.
Para la peluquera, atender a sus clientes es gratificante en varios sentidos. No sólo porque hace lo que le gusta y disfruta de su vocación, sino porque siente que transforma vidas con cada tijeretazo que da sobre un mechón de pelo ensortijado.
La joven analiza a sus clientas como casos de estudio. Examina las ondas y el patrón de cabello para pensar el corte ideal y sugerir productos y cuidados que rescaten la salud del pelo, con una estética que destaque los rulos. Y así, logra resultados tan inesperados como conmovedores.
"Escucho muchas historias acá, de mujeres que se aplastaron los rulos con el cepillo durante años, porque así lo hacían sus mamás, y hasta otras que se negaban a abandonar los alisados, sin importar el daño que les ocasionara el formol", expresó.
Y ella no las juzga: sabe que, muchas veces, detrás de cada mechón alisado a la fuerza hay una historia plagada de prejuicios. "A muchas les hacían bullying en la escuela, les decían caniche o pelo de oveja, y sentían que había algo mal con su pelo, que no encajaba con la sociedad", aclaró.
Antonella supo de casos de mujeres que se quedaban afuera de trabajos, como líneas aéreas o compañías de danza, donde la premisa de lucir uniformadas se inclinaba siempre por el pelo bien lacio y los peinados pulcros, que no tuvieran un mechón fuera de lugar.
Hoy, la cabellera natural y el aspecto saludable ganan en el terreno estético y promueven la diversidad. Pero también las manos como las de Anto, que realzan la belleza del pelo rizado y ayudan a comprender que ese cabello no es algo para ocultar o disimular sino para celebrar, destacando sus mejores aspectos.
Una educación que empieza desde el principio
Aunque la mayoría de las clientas de Antonella son mujeres, ella busca ampliar su abanico para transformar las cabelleras de todos aquellos que tienen un pelo diferente. "Siempre aclaro que no soy barbero, pero también se atienden varones, que quieren cortes específicos para destacar los rulos", contó.
Por una sucesión de recomendaciones, se convirtió en la peluquera de casi todo el personal de un hospital, y atiende familias enteras, todas con rulos, que tocan a su puerta en calle Castelli porque saben de su especialidad.
Del mismo modo, empezaron a contactarla mujeres que tienen ascendencia afro y que no encontraban peluqueros acostumbrados a su tipo de cabello. "Vienen chicas que son de Venezuela, de Colombia, de Brasil, con el pelo muy rizado y otros patrones de cabello. Para mí es un desafío, pero es apasionante poder encontrar un tratamiento ideal para ellas", aclaró con una sonrisa.
Para la peluquera, lo mejor es atender a los niños más chiquitos, que se fueron multiplicando en su agenda de turnos. "Antes, las mamás no tenían información y aplastaban los rulos o los cortaban bien cortitos. Hoy, cada vez más padres traen a los chicos para que aprendan a cuidarse el pelo con rulos desde chiquitos", dijo.
"Mientras más pequeñitos aprendan a quererse como son, más fácil es que incorporen el hábito de cuidarse el pelo sin recurrir a productos invasivos", explicó.
Aunque reconoció que cuidar el pelo enrulado suele ser más trabajoso que atender las cabelleras lacias, aclaró que sólo hace falta incorporar algunos hábitos o elegir un producto adecuado para poder dominar la cabellera y lucir un aspecto natural que celebre la diversidad. Así, logra acabados que demuestran que el pelo, sin importar si es lacio, con ondas o con rulos, es bello cuando es saludable.
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario