A partir de la década del 30 una revista comenzó a publicar avisos de personas que querían comenzar una relación sentimental. ¿Cuántas parejas se formaron?
Tratar de encontrar el amor o lograr una cita romántica en la vieja Neuquén no era una tarea fácil tanto para hombres como mujeres, especialmente en las primeras décadas del siglo pasado. Los lugares de recreación eran pocos, los bailes se hacían cada tanto y no había muchos espacios de encuentros más allá de las kermeses y del Hotel Confluencia, donde la clientela también generaba divisiones y horarios entre hombres y mujeres.
Si no había un conocimiento previo de alguien, una amistad en común, o cercanía en algún lugar de trabajo, encontrarse y comenzar una relación de noviazgo con proyecciones a formar una familia era realmente complejo.
En aquellos años las jovencitas tenían muchas dificultades por las mismas limitaciones que les ponían sus padres. Podían salir en grupos de mujeres y en determinados horarios y en un eventual baile siempre estaban acompañadas de algún familiar mayor. No es necesario imaginar la impresión que sentía algún pretendiente cuando veía a la chica que le gustaba al lado de su madre, tía o abuela oficiando de guardaespaldas.
Todo comenzó a cambiar a partir de la aparición en una revista de una sección que promovía este tipo de encuentros. En todas las ciudades del país, especialmente en Buenos Aires, eran muy populares los clasificados de citas, aunque con una serie de protocolos formales que había cumplir: siempre eran anónimos, a través de seudónimos, donde los interesados se presentaban muy respetuosamente, podían describirse físicamente y manifestaban cuáles eran sus gustos y sus intenciones. Así, en la edición siguiente podían encontrar una respuesta con alguien que se hubiera interesado en sus historias y comenzar –aunque sea- un mínimo intercambio de correspondencia que finalmente permitiera un encuentro cara a cara.
En la revista “Más Neuquén” que dirige Rodrigo Tarruela, se logró recopilar una serie de clasificados en la sección “Buzón de las Confidencias”, de ediciones de 1930 de El Territorio, que son realmente curiosas porque algunas publicaciones tuvieron respuestas. Es el caso de un tal “Abandonado” que buscaba “una simpática chica, ya sea rubia o morocha, inteligente, culta y sincera”. “¿La encontraré aquí? -se preguntó- Soy extranjero, rubio, profesional y tengo 28 años. Para no perder mucho tiempo, indiquen el modo de conocernos. Contesten a Abandonado, Neuquén”.
La contestación le llegó en el número siguiente: “Pero señor Abandonado, me extraña mucho su melancolía. Si Ud. es tan joven y tan rubio como dice, no le ha de faltar oportunidad de entrar en relaciones con alguna de las chinas neuquinas. Pero si efectivamente allá no llama la atención su belleza masculina, ¿por qué no se pasea los domingos por aquí en Cipolletti?. Lo espera Curiosa de Cipolletti”.
En los tiempos actuales, el abandonado hubiera salido volando a conocer a la curiosa cipoleña para concretar de una vez por todas después de tan sugerente respuesta, pero en aquel entonces había que dar un paso más. Y así volvió a contestar: “Estimada señorita, yo estuve allá el otro domingo y el pasado también. Tiene razón, hay muchas chicas muy lindas, pero ¿quién es usted, y cómo puedo conocerla? Por favor, conteste otra vez a Abandonado, Neuquén”.
Indudablemente había algo entre el abandonado y la curiosa. Se siente en el cruce de palabras. Seguramente se conocieron, pero la historia tiene un final abierto porque no hubo más mensajes en la revista.
Otro caso para destacar es el de un hombre cuyo seudónimo era “Impaciente”. Había conocido a alguien de manera casual en el centro de Neuquén y había recibido un flechazo de Cupido así nomás, a primera vista, luego de cruzar apenas un par de saludos. Esto es lo que publicó:
“No sé cómo te llamas. Pero tú “Adios” que recibí el domingo pasado en la Avenida Argentina, aún me suena en el oído. Me has conmovido alma y corazón. Siempre veo tu graciosa silueta de tapado gris…. Y la profunda mirada de tus ojos negros me ha herido el corazón. ¿Volveré a verte así? Conteste a Impaciente, Neuquén”.
Al Impaciente le contestaron. No fue la enigmática mujer del tapado gris, sino el editor de la revista que a través de la misma sección le comunicó que tenía una carta para retirar en la redacción. Indudablemente era ella. ¿Se volvieron a ver otra vez? ¿Habrá encontrado el impaciente el amor de su vida? No se publicó nada más.
Hay otra historia que –se supone- tuvo el final que todos buscaban. La comenzó un gringo con el seudónimo de “Amor Ardiente” que decía que era extranjero de origen anglosajón, pero que dominaba el castellano: “Poseo una casita risueña todo un paraíso, desearía poseer el dulce amor de una neuquina que todas las tardes la veo muy encantadora al frente de su casa. Contestar a Amor Ardiente”.
Al gringo le contestaron dos: la primera fue “Esperanza”, que era la que supuestamente él veía todas las tardes, pero la muchacha no anduvo con vueltas: “¿Por qué no ha sido más claro en su confidencia? Ya sé que Ud. es inglés y bien sabe Ud. que no me es indiferente. Así es que no comprendo esas vueltas. Bien a la criolla nomás. Así agrada a Esperanza”.
Al inglés no le gustó para nada el tono de la carta. Tal vez le faltaba delicadeza, el romanticismo que él buscaba. ¿Cómo que sin vueltas y bien a la criolla? ¿Y la prudencia?. La respuesta fue contundente: “Lamento mucho la interpretación errónea de mi confidencia, pues al enterarme de su contestación, me he dado cuenta por su estilo que no puede ser Ud. la mujer que anhelo”, escribió. La fascinación que sentía por "Esperanza" había terminado.
La segunda carta que recibió el gringo fue la de “Encantada” y esa sí fue más agradable: “He leído su confidencia que me ha impresionado hondamente. No dudo que debe ser tan sincero como espero y en cuanto a su conocimiento del idioma con brindarme su amor me hará la mujer más dichosa. Gustosamente seré su maestra”.
Con esta nueva pretendiente el gringo enganchó enseguida, se olvidó completamente de su reciente desengaño y en una nueva publicación apostó más fuerte: “Me alegro que Ud. me haya interpretado bien. No dudo que debe ser Ud. la encantadora neuquina que se ha posesionado de mi corazón, y espero para el próximo número de esta revista que Ud. me conteste más concretamente. Espero ansioso su respuesta y le ruego no me haga esperar mucho”.
Por supuesto que al gringo le llegó la carta porque se lo avisaron desde la redacción en la misma sección de Confidencias ¿Cómo terminó la historia? Algo hubo, seguro.
En el mismo apartado de clasificados amorosos también se conoció el caso de una jovencita de 18 años con el seudónimo de “Madrugadora” que, lejos de querer impactar a futuras parejas reconocía que era fea. ¿Habría sido una estrategia?.
“De linda no tengo nada y siempre ando sola. No por eso dejo de tener muchas amistades y busco un joven rubio que me quiera que tenga de 22 a 25 años, si es feo o lindo no me interesa; lo único que me interesa es que me quiera mucho, pero a mí sola, y que no le gusten las extranjeras, es lo principal. Conteste a: Madrugadora”, indicó.
El aviso sonaba impactante. Indudablemente la chica venía de un duro desengaño amoroso, probablemente por alguna tercera en discordia (y extranjera, obvio) y no quería volver a vivir nada semejante.
Pero aun reconociéndose poco agraciada tuvo una respuesta en la edición siguiente. Era de “Rubio” de General Roca, que se la jugó y no solo le contestó, sino que lo hizo a través de un verso:
“Morocha madrugadora:
Si yo estuviera en Neuquén
jamás andaría sola.
Simpática morochita
usted debe saber
que a la edad de 18
nunca es fea una mujer.
Si no tiene inconveniente
de escuchar al rubiecito
deme una señal cualquiera
y espéreme en el trencito.
Créamelo, linda fea
que sabré corresponderle
en todo lo que desea”.
Por el trabajo que se tomó, seguramente el rubio debe haber recibido alguna respuesta, pero en esa recopilación no aparece nada, desgraciadamente. Hubiera sido lindo conocer la historia romántica entre la supuesta fea y el poeta. ¿Cuántos guiones de cine y argumentos de libros se escribieron con este perfil de protagonistas?
Citas a ciegas en Neuquén: entre el amor y las formas
En las décadas de los 30 y los 40 las personas que buscaban pareja lo hacían de esta manera, con mucho formalismo y respeto, tratándose de usted, despertando la imaginación y la curiosidad del otro, dosificando la sensualidad, seduciendo con breves historias a través de clasificados.
En aquellas páginas de la revista El Territorio quedaron guardados durante décadas cientos de avisos de corazones solitarios que soñaban con un par, una compañía, un futuro de a dos.
Probablemente una gran mayoría de esas búsquedas quedó en la nada por falta de coincidencias, de gustos o simplemente de estilos o formas de vida, pero es deseable imaginar que, aunque pequeño, un grupo de románticos tuvo suerte y lo logró. Y que a través de estos contactos juveniles germinó la semilla del amor, que esa planta echó raíces, creció con los años y que recién se marchitó cuando aquellos enamorados murieron de viejos.
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