Marilín Orellana es una experta del makeup que además de dedicarse a esa pasión también organiza la agenda de un bar donde confluye todo el ambiente cultural neuquino.
Encontró su oficio de adolescente. Desde Dillom a Lila Downs la eligieron para el makeup antes de salir a escena. Además de tener su estudio, brilla haciendo la programación de Morrigan, el bar más destacado de la cultura de Neuquén capital, donde confluyen decenas de artistas.
“Siempre les digo a mis clientas: la idea es que todos te digan lo linda que estás y no que te pregunten si te maquillaste”, dice Marilín Orellana, o Mali, como la llaman todos desde pequeña. Para ella el makeup es un mimo, el arte de leer el rostro de las personas, de potenciar lo mejor de cada quien. Hace poco más de un año abrió su estudio en Neuquén para hacer lo que siempre le apasionó y enseñar a que otras personas puedan hacerlo solas. Su trabajo en Spazio Morrigan y un largo historial de formación le permiten hoy mixturar sus grandes amores: la música y el maquillaje.
Era adolescente cuando vio los maquillajes de Cirque du Soleil y quedó fascinada. Descubrió que hacer makeup era un mundo de posibilidades: efectos especiales, heridas, monstruos. “Yo quiero hacer eso”, dijo. Empezó a buscar a alguien que pudiera enseñarle, pero aún no existía esa oferta en Neuquén. En vez de bajar los brazos, puso en pausa su plan de convertir a alguien Freddy Krueger, decidió hacer el camino largo y se anotó en varios cursos de maquillaje social. En poco tiempo no sólo descubrió que podía hacerlo bien, sino que le encantaba y era una posibilidad laboral concreta y con esas herramientas se fue a vivir a Buenos Aires.
Pero al llegar, tuvo que colgar los pinceles un par de años. Los trabajos que hacía para sostenerse nunca eran suficientes ni duraban demasiado, además tenía una hija muy pequeña a la que tenía que criar sola con todo el desafío que eso implica para una mamá trabajadora en una ciudad sin fin. Finalmente, logró acomodar un poco la vida y empezó a estudiar maquillaje de moda. Un amigo le pasó el dato de un curso gratuito para hacer maquillaje detrás de escena y la devolvió a su sueño inicial. Tuvo como maestro a Fabian Orfano, un destacado escenógrafo, maquillador y especialista en efectos especiales, del que aprendió a trabajar con látex, poliuretano, arcilla, a crear sus ansiados monstruos. Al tiempo, estaba maquillando en un Tren Fantasma y un poquito después en Parque Jurásico.
Mali dice que tuvo suerte, una palabra que aparece una y otra vez en su relato y que de alguna forma permite reconocerla en su forma espontánea, humilde y agradecida de andar la vida. El punto es que la suerte, o quizá todo lo que había aprendido, la llevó a que la convocaran a hacer maquillaje para una tesis de la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica) y terminó haciendo 5. Se abrió un mundo nuevo para ella. De pronto, estaba trabajando con gente de su edad, en un espacio muy profesional y en contacto con la pantalla grande. Fue aprendiendo, progresando, hasta que su hermana que trabaja en producción, la convocó a participar con el makeup en algunos videoclips. Terminó maquillando a Eruca Sativa, Massacre y un montón de bandas emergentes.
Su espacio en Neuquén
Buenos Aires fue una gran escuela de formación intensiva, pero era tiempo de volver a casa. A su regreso encontró que no sólo ella había crecido, Neuquén también. La ciudad explotaba y explota de gente talentosa y creativa haciendo: contenidos audiovisuales, música, moda. La experiencia que traía y estar en casa le facilitaron armar una red de trabajo, sumarse a proyectos y seguir aprendiendo.
Hace poco más de un año, después de mucho andar e invertir, creó su estudio de makeup Marilin Mali (@marilinmali), donde comparte espacio con la talentosa tatuadora Lucía Eberhardt (@lasflorestatt) en un combo ideal. Además de maquillar, hace cejas, microblading y da cursos de automaquillaje para derribar mitos y ayudar a que cualquiera pueda redescubrirse.
“El estilo que elegí es muy sutil y correctivo. Soy una persona a la que no le gusta estar maquillada, en general ando cara lavada todo el tiempo. La idea es potenciar lo natural, ir por ahí. Es un trabajo hermoso, la gente que viene a maquillarse lo hace en momentos felices, es algo que eligen y hoy por hoy también es un lujo regalárselo”, explica.
Hace unos años tuvo la oportunidad de maquillar a Vero Mendoza, la maquilladora de Natura, lo que también le abrió puertas, la posibilidad de participar en eventos importantes no sólo en Neuquén sino también en Buenos Aires.
El bar de los artistas neuquinos
Cuando volvió a Neuquén, antes de emprender su proyecto, empezó a trabajar en la barra de Morrigan, el bar ubicado en Elordi y Avenida Argentina donde confluye toda la escena artística neuquina. El lugar se volvió una suerte de segunda casa donde terminó haciendo de todo, cumpliendo mil funciones, pero siempre aprendiendo y poniendo el corazón. Hace tres años, se dedica exclusivamente a programar la agenda cultural del local, que siempre tiene propuestas frescas para disfrutar con lo que sucede con la cultura de acá y también de otros lugares. “No sé si es una curaduría, pero en la agenda se construye un estilo, una identidad que es la que también marca nuestra gente”, dice.
“Para mi Morri, así como a mí cuando era más chica me pasó con otros bares, es un refugio. A veces es un centro cultural, aunque somos un lugar independiente. Pero sobre todo es un espacio para sentirse libre. Lo mejor que tiene es que hay una apropiación de la gente, lo hacen suyo. Siempre me gusta decirle que es un bar de artistas, el 80% de la gente que asiste son artistas de nuestra ciudad. Es llegar y de pronto empezar a saludar a un montón de personas que van ahí a bancar otros proyectos. Es una comunidad”, explica.
El mundo del arte en Neuquén capital
Muchas veces la cocina de Morrigan se cierra al público y funciona como antesala de otros eventos artísticos. “Vinieron desde Catriel y Paco Amoroso cuando eran más bebés hasta el que te imagines”, dice. Para Mali eso también fue un puente que permitió, no siempre pero sí muchas veces, conectar su makeup con diferentes artistas nacionales e internacionales. “De pronto venían a almorzar, nos poníamos a charlar y decían: 'ay, pero yo quiero que me maquilles vos. Es como si te maquillara una amiga'”, dice.
Unos meses atrás la contactaron de la producción de Dillom, uno de los artistas más brillantes que trascendió la escena urbana, para que lo maquillara en el show de la Fiesta de la Manzana donde iba a presentar la propuesta de su último disco Por cesárea.
“Tenía que salir a escena con el rostro sin tatuajes, así que había que tapar los dos mini tatuajes que tiene en la cara y hacer algo de make up para él y toda su banda. Yo estaba muy contenta, pero la que estaba más feliz es mi hija, que es muy fan de Dillom. La verdad que es un artista muy amoroso, respetuoso y profesional. Se sentó con su copa de vino, charlamos de la vida, en ningún momento me dijo: 'a ver qué me estás haciendo o cuánto te falta', me dejó trabajar súper tranquila”. Otras veces fue convocada para maquillar a Hilda Lizarazu, Marilina Bertoldi, Tan Biónica, Lila Downs. “El de Lila fue maquillaje full, ella es muy churra, muy preciosa”, dice.
Mali fue abriendo su propio camino en base a su extensa formación, a la confianza en lo que hace, a inventarse las oportunidades siempre trabajando a destajo, dispuesta a dar lo mejor. Y quizá también con algo de ayuda de eso que ella llama suerte, que a veces también se parece bastante al amor.
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