Hugo Monsalves dedicó su vida a construir mundos en miniatura con material reciclado.
Hugo Monsalves tiene 69 años es pensionado. Comerciante durante toda su vida, en los últimos años circunstancias de salud le impidieron continuar con su actividad y decidió a dedicarse al desarrollo creativo de sus habilidades como dibujante, tallador y demás artes plásticas que desde su niñez lo habían apasionado tanto.
Dueño de un “Súper Kiosco”, conocido por todos los vecinos, que funcionaba en la casa que sus padres compraron en el barrio La Sirenaa principio de los años '70, su casa es ahora el lugar donde atesora sus colecciones de autos antiguos, de carrera, motociclismo y aviones a escala.
Hugo comenzó tempranamente a descubrir en diferentes hobbies una veta de inspiración, que le permitió plasmar otra de sus aficiones más caras a su sentir, como fue la divulgación de las actividades productivas de la región.
“Nunca tuve como objetivo las historias extravagantes, aunque sí aspectos específicos de las crónicas del pasado han suscitado mi interés. Por ejemplo, en estos días retomé la confección de una historieta que narra el derrotero de tres fragatas, que además y consecuentemente, había construido como réplicas en madera y que a través de la imaginación volvieron a zarpar después de haber sufrido en sueño de los días en el fondo de una lata donde habían naufragado”, contó Monsalves a LMNeuquén.
Su taller tiene la magia de todos los creadores que en el silencio de su hogar y en los ratos libres pone a jugar la imaginación y gracias a la destreza de sus manos van surgiendo del material reciclado que acopia fabulosas reproducciones de vehículos modernos, barcos vikingos y réplicas de los primeros aeroplanos de la época de los hermanos Wright.
“Hace años trabajo en un proyecto, que por los últimos tiempos consumen toda mi atención, y que son las miniaturas, que otros artistas llaman maquetas. Los motivos que elijo se centran en la temática de las maquinarias de todo tipo y que construyó con todo tipo de material metálicos desde piezas de reloj hasta restos y descartes de chatarra. Tengo frascos llenos de rezagos de aparatos electrónicos y demás dispositivos con los que voy imaginando cada una de las miniaturas", agregó Monsalves.
"En cuanto a la pintura, tengo debilidad por los distintos paisajes de diferentes lugares de Neuquén y Río Negro”, dijo el artistas a LMNeuquén.
La familia
La familia de Hugo es oriunda de Plaza Huincul y proviene de una línea de trabajadores de YPF. Su padre lo llevaba desde niño a los campamentos petroleros y allí pasaba horas enteras extasiado por el funcionamiento de las maquinarias.
“Aún paso junto a la una máquina retroexcavadora y me suelo detener a ver cómo funciona, me hacen recordar tanto a las máquinas petroleras que hacían temblar la tierra y funcionaban a línea con mecanismos complejos que hicieron siempre mis delicias desde pequeño”, recordó Monsalves.
Sin duda una de las influencias del artista fue su paso por el Colegio san Miguel de Stefenelli, en General Roca, Río Negro. "Allí los curas sabían discernir muy bien cuales eran las habilidades de cada chico y en mi caso me fascinaba la maestría que tenía en la pintura uno de los curas, el Padre Higginio, que hacía surgir del pincel fabulosos cuadros con diferentes motivos religiosos de extraordinaria realidad", dijo.
"El me llamaba y me explicaba cómo utilizar las técnicas del dibujo, aunque jamás me permitió tocar un pincel. Yo me pasaba horas admirando su obra y aprendiendo y después me destacaba cuando nos hacían restaurar las pinturas de la parroquia repasando los detalles", añadió.
Fue en el mismo colegio San Miguel, donde los curas organizaban para los chicos carreras de autitos de las que participaban todos los alumnos con gran alegría.
"Yo me había ideado, con la imagen de un modelo que había visto en algún lado, porque en esa época no teníamos ni tele ni nada, un sistema de carro más ancho en cuyos extremos las ruedas hacían más estable los pequeños vehículos y con un sistema de pesos convenientemente distribuido que lo hacían más estables aún y veloces a la vez, ganábamos todas las carreras, admirando a los curas que nos felicitaban por demostrar tanto ingenio”, recordó Monsalves.
Hugo participó alguna vez de las exposiciones de hobbies en Plottier, allá por el 2005, donde se reunían hobbistas de todas clases con el objetivo de motivar a los chicos a volcarse a otras alternativas que pudieran competir con el uso adictivo del celular, que ya por esa época empezaba a preocupar. Una de sus tantas colecciones son 300 números de la antigua revista de automovilismo Corsa de la que suele sacar alguna que otra idea inspiradora.
“Utilizo mayormente material reciclado, tengo frascos repletos de componentes electrónicos, plásticos, metales y otros materiales con los que modelo de todo. Me valgo de la memoria y a la vez de la imaginación para dotar de detalles a cada pieza. Una de mis últimas creaciones fueron unas réplicas de los barcos de las Islas de Hierro de la serie Games of Thrones, que realicé sólo viendo los capítulos y trasladando después casi de memoria a la reconstrucción”, contó.
Las estrellas de la colección la constituyen dos tractores confeccionados con piezas metálicas de descarte que recrean casi a la perfección los modelos utilizados en las chacras de la zona de Valentina por los pioneros y de las que sólo se conservan como imágenes en algunas viejas fotos.
Alacenas, muebles y cajones contienen las innumerables piezas de una colección que no para de crecer y se diversifica. “Muchas cosas las regalaba al principio y otras las perdí en los traslados cuando hice exhibiciones. Ahora estoy preparándome para realizar una muestra que con ayuda de mis hijos espero poder realizar”, dijo.
Sobre su mesa de trabajo entre pinceles, latas de adhesivo, soldadores y pinzas que sujetan proyectos en proceso y modelos de lo que serán sus próximas creaciones. Los planos están desplegados en las profundidades de su mente y en las alas de las musas que revolotean en su antigua casa del barrio La Sirena, dónde tarde a tarde, cuando enciende la luz de su taller cobran repentina vida.
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