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El horno calero: viaje al interior profundo de Buta Ranquil

Es un sitio arqueológico que permaneció cerrado por más de medio siglo. Es patrimonio histórico del pueblo y los turistas y vecinos lo recorren cada tanto.

En tiempos en lo que no había nada y estaba por hacer, en el norte neuquino hombres y mujeres le pusieron el hombro a la adversidad y con ingenio, creatividad y mucho trabajo “a pulmón” pudieron generar obras en franca comunión con la naturaleza que los rodeaba. Todo servía y todo se aprovechaba, la cuestión era ir para adelante en la vida. Así sucedió en el pueblo de Buta Ranquil, en la porción fronteriza del norte neuquino con la provincia mendocina. Allí en el año 1946, empotrado en una barda y utilizando piedras lajas y barro del lugar, se construyó un horno calero, de similares características a muchos que se fabricaron a lo largo y a lo ancho de la geografía neuquina.

Este fin de semana dos apasionadas senderistas de Chos Malal, Graciela “Gachy” Cabrera y Marta Parada emprendieron un viaje a la historia profunda de Buta Ranquil. Luego de recorrer los casi 90 km que separan ambas comunidades siempre por la ruta 40 tuvieron como destino final el emblemático horno calero.

Luego de hacer un circuito de baja intensidad, partiendo desde la explanada de la planta de luz en la entrada del pueblo y por espacio de media hora, llegaron al punto exacto y se encontraron paradas frente a un “pequeño coloso industrial” que encierra en cada una de sus piedras los jirones de muchas historias de trabajo y de trabajadores que dejaron el sudor de su frente al servicio de este emprendimiento lugareño.

GACHY CABRERA Y EL TROMEN DE FONDO_desde CERRO NEGRO.jpg

Como desafiando al tiempo aún permanece intacto y de pie. “Es uno de los atractivos turísticos más interesantes de la región. Me interesó ir a conocerlo porque con Marta siempre salimos a todos lados. Hace un tiempo yo la llevé a ella a conocer el cerro Chihuido de Tril que no lo conocía y como intercambio de salidas ella me llevó a conocer el horno calero. Sabía que existía, pero nunca había tenido la oportunidad de ir a visitarlo”, relató Cabrera en contacto con LM Neuquén.

Además, contó que “la sensación que me quedó al conocer el horno es que afortunadamente está bastante completo respecto a su versión original. Sinceramente pensé en encontrar solo ruinas y fue todo lo contrario. Aun así, necesita algunos trabajos de restauración para preservarlo por muchos más años”.

CHIMENEA DEL HORNO CALERO (1).jpg

Asimismo, y a modo de aporte constructivo indicó que “me llamó mucho la atención la falta de cartelería indicativa e informativa para llegar al lugar sobre todo para aquel turista que no conoce la zona y otro punto en contra es la gran cantidad de basura que abunda en los alrededores”.

Al respecto señaló que “estos tesoros son reliquias, son antigüedades que a muchos les traen recuerdos. Debe haber más personas que han visto hornos caleros muy parecidos a este y al enterarse que aquí en el norte hay uno y por ahí les llama la atención y lo podrían venir a conocer, pero el lugar debería estar en mejores condiciones”, cerró Cabrera.

El horno calero

Según relatan las reseñas históricas del lugar este horno preindustrial fue construido con piedras lajas que abundan en la zona y los pobladores lo utilizaron desde 1946 hasta la década del 90 del siglo pasado. El estilo arquitectónico que ostenta este horno calero es el estilo europeo y su forma es vertical.

crater del horno y de fondo el Tromen.jpg

Para resguardar su integridad y para ponerlo en valor turístico y cultural en el año 2009 el concejo deliberante de Buta Ranquil lo declaró patrimonio histórico del pueblo. El horno se encuentra rodeado de imponentes paisajes que realzan su importancia turística. Forma parte del sendero Cerro Negro y hacia su derecha se observa el cordón de la ruta nacional 40 y hacia su izquierda la majestuosidad del Volcán Tromen, que pareciera estar al alcance de la mano.

La importancia de este horno calero en la matriz económica del pueblo de aquellos años fue sustancial. Aquí se transformaba la roca caliza (conocida popularmente como piedra Caliche) en cal viva.

Una labor ancestral descubierta por el hombre hace más de 10.000 años. Otro horno de similares características “fue construido en una barda -arriba del canalito- enfrente mismo de la rotonda donde se junta la calle que sale de Chos Malal y empalma con la 40. Aún se deben ver las ruinas y piedras calizas amontonadas”, refirió el historiador Isidro Belver.

Tiempo atrás en las bardas neuquinas, en cercanías del barrio Rincón de Emilio, se encontró también otro ancestral horno de cal.

PUERTA INGRESO AL HORNO CALERO (2).jpg

Los sacrificados trabajos

Graciela y Marta entusiasmadas por la historia del lugar se entrevistaron con don Eusebio Luciano Salazar, un poblador de Buta Ranquil que actualmente es productor chacarero en la zona de Ranquil Vega.

“Él nos contó que, de chico, como a los 12 años, iba a llevarle la comida a un tío que trabajaba en el horno”, señaló Marta.

Sobre los procesos de los trabajos que allí se realizaban el lugareño les precisó que “se apilaban las piedras dentro del horno en forma circular y dejando una abertura en la parte inferior. Las piedras las colocaban como las encontraban en los alrededores del horno. A veces usaban un carbón de piedra que hay también en la zona, pero generalmente utilizaban leña de arbustos algarrobo y jarilla. Encendían el fuego y esperaban que ardiera bien y agarrara temperatura. A partir de ahí cerraban la puerta de ingreso o boquilla”.

Con la sabiduría adquirida ambas senderistas continuaron relatando las vivencias relatadas por don Salazar.

“Desde el boquete o la chimenea que se situaba en la parte superior de la construcción el trabajador hornero lanzaba hacia abajo piedras molidas para llenar los huecos que habían quedado en el armado original de la carga. Con el calor extremo que se alcanzaba en el interior del horno las piedras explotaban y se convertían en polvo”.

Siguieron contando que “el horno se quemaba por espacio de tres o más días y se debía esperar otros tantos para que se enfriara. Seguidamente se descubría todo y la cal en polvo se colocaba en tachos y al mezclarla con agua las autoridades de la época la utilizaban para blanquear casas o los troncos de los árboles. También sirvió para hacer trueques con la ciudad de Zapala. Desde Buta Ranquil se mandaban tachos de cal y piedras lajas y como contrapartida se traían bolsas de cemento para obras”.

Por último, las compañeras señalaron “que el trabajo que se realizaba era por demás peligroso y hay testimonios que remarcan que muchas personas sufrieron serios percances en su salud y en su integridad física”. Con el pasar de los años, la modernidad y la lejanía del emprendimiento fueron apagando lentamente su funcionamiento hasta hacerlo desaparecer.

Un mapa de ubicación

El horno calero está ubicado a 2 kilómetros de Buta Ranquil. Por la ruta 40 o por el sendero del Cerro Negro se puede llegar al horno pre-industrial, construido en piedra laja abundante en la zona que era fuente de trabajo para los locales entre los años 1946 hasta fines de los años 1990. Esta construcción tiene un estilo arquitectónico similar al europeo llamado vertical. El 22 de abril de 2009 fue declarado patrimonio cultural histórico por el concejo deliberante local. La visita al lugar permite tomar fotografías de la construcción del interior y exterior y además disfrutar de todas las bellezas paisajísticas de la región.

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