Dos instructoras, Guillermina y Mavi, cuentan en qué consiste esta práctica y los beneficios que trae a las personas.
Yoga es una forma de habitar el mundo. En tiempos en que la cultura fitness se apropia de esta práctica milenaria como una suerte más de deporte, de ejercicio físico, quizás sirva pensar que “puede calificarse de Yoga todo aquello a lo que uno se dedica con seriedad y amor, desde el Kung Fu hasta el cuidado de una motocicleta”, tal como dice el escritor francés Emmanuel Carrère en su libro “Yoga”.
En Neuquén, el Yoga convoca cada vez a más personas que no sólo encuentran bienestar, sino que se acercan, también, a la profundidad de una filosofía que va mucho más allá de realizar las asanas (posturas).
El 21 de junio, el mismo día en que comenzó el invierno en el sur del planeta, y el verano, en el norte, se celebró internacionalmente el Día del Yoga, a partir de esa conmemoración que en 2015 estableció Naciones Unidas. Puede que, como tantas otras, sea una celebración arbitraria, pero sirve como excusa para asomarnos a conocer dos historias -entre muchas- del Yoga en nuestra región, de la capacidad transformadora de la práctica física y filosófica.
El linaje tradicional de Ashtanga
Cuando Guillermina “Guilla” Watkins militaba como estudiante en una agrupación universitaria en La Plata impulsó junto a sus compañeros un espacio cultural en Tolosa, localidad cercana a la capital bonaerense. Allí se dio su primer encuentro con el Yoga.
“Había un recontra hippie que era profe de educación física y hacía Yoga. Una amiga me motivó a que fuéramos, probé una clase y me encantó. Después de eso, empezamos a hacer algo más de entrenamiento, pero terminábamos con Yoga. Ahí aún no aparecía esa parte más profunda, más introspectiva, pero me elongaba después de correr”, cuenta Guilla.
De ese primer encuentro a este presente, en el que Guilla es practicante de Ashtanga Yoga, profesora y dueña de Casa India, un shala que es como en sánscrito se nombra al lugar donde se practica, pasaron muchas cosas: unos años en Buenos Aires en los que practicó un Yoga más suave “en un gimnasio, mezcla con pilates”, una corta vida en Costa Rica, una formación aquí en Neuquén con el maestro Carlos Chiarotto, el descubrimiento del Ashtanga, un viaje a India y la decisión de que esta filosofía sea la prioridad en su vida.
Ashtanga es una corriente del Yoga que nació en Mysore de la mano de Patthabi Jois, ya fallecido, y hoy son su hija y su nieto quienes continúan su legado. “Dentro del linaje tradicional de Ashtanga no hay instructorado, lo más importante es tu práctica”, explica Guilla, quien hizo, sí, el instructorado en Hatha, aunque “el papel que dé cuenta de que hiciste un instructorado no tiene que ver con el proceso interno que se desarrolla en la práctica”. Guilla también enfatiza que para ella el linaje tradicional de los Jois es el mejor.
En el Ashtanga estilo Mysore se aprenden y practican una serie de asanas de forma autónoma, cada quien a su ritmo. Las series son seis, pero quienes practican -practicamos- en Occidente suelen hacer la primera y la segunda. Con un súper poder, quizás la tercera. Este estilo y el Hatha Yoga suelen ser los más practicados en los shalas neuquinos, aunque hay otras propuestas, como vinyasa flow y kundalini, entre otras.
El mundo Yoga
“Si alguien está leyendo, le llama la atención y quiere entrar en el mundo del Yoga pienso que lo puede hacer por el Yoga que le resuene. Alguien puede decir ‘a mí me interesa sólo hacer canto y meditación’ y está bien. Cada quien entra al Yoga por su naturaleza esencial”, asegura Guilla, quien además explica por qué Yoga no es sólo la práctica física.
“Vivekananda (un religioso hinduista que fue el primero en viajar a Occidente a fines del siglo XIX) describió a los cuatro estilos como Karma Yoga, el sendero de la acción; Raja Yoga, el sendero del control físico y mental; Bakthi Yoga, el de la devoción; y Jnana Yoga, el del conocimiento o de la sabiduría. Si no dimensionamos esto, caemos en esa occidentalización de la cuestión”, explica. Y suma que para ella Yoga es todo esto: “podés ser un yogui que medita, un yogui que llega desde la devoción. Pero debemos cultivar las cuatro siempre.”
En este sentido, Guilla también impulsó y es parte de Alma Kirtan, un grupo de música devocional, música de meditación, que nació en 2023 con motivo de las actividades que cada año se realizan en la Universidad del Comahue (UNCo) para celebrar el Día del Yoga.
“El año pasado no quería dar Ashtanga sino una charla sobre Hanuman, que es mi Dios, de acuerdo a mi carta astral védica. Y hay un mantra de Hanuman para cantar, que es difícil porque tiene muchas estrofas. Así que convoqué a amigos músicos y se armó”, cuenta. Junto a ella en Alma Kirtan están Paula Rolón, Homero Canales, Francisco Satke y Fabián Cohen.
También para las infancias
Así como Guilla se acercó al Yoga por esa casualidad de la militancia, Mavi Scattone, sintió la curiosidad cuando una vecina repartió volantes de sus clases de Yoga, en su barrio, La Herradura. “Esto fue en 2014 y me interesó ir con ella porque es cirquera también. Ahí empecé a practicar Hatha Yoga, y ella, la profe, estaba embarazada, tenía panza y hacía posturas complejas. Entonces me di cuenta de que esto iba más allá de una práctica física”, relata Mavi.
A pesar de ese primer envión, Mavi tomó otros rumbos y dejó la práctica. En 2019 retomó: “era un momento en el que estaba muy estresada. Trabajaba en un jardín maternal, con niñeces y necesitaba poner el cuerpo en órbita para estar más en sintonía con los movimientos de esa gente pequeña de dos y tres años”.
Fue en ese momento que supo de una formación de Yoga para la Educación y las Infancias que dictaba la Federación Argentina de Yoga y de que “iba por ahí”. Luego de esa formación específica, Mavi hizo otros seminarios y cursos cortos sobre la misma temática hasta hoy que realiza una formación presencial en Inti Yoga, en Neuquén, de Yoga infantil.
“Cuando trabajás en la sala de jardín sacás herramientas de la galera todo el tiempo. A veces te quedás sin respuestas y necesitás otras herramientas, y yo las fui encontrando con Yoga, tanto para mí misma como para saber cómo responder o ayudar a las niñeces en momentos de crisis, por ejemplo, de llanto. Poder decirles que respiren, si a mí me ayuda respirar y hacerlo consciente, a una infancia en esa situación le puede ayudar. Más sabiendo que son esponjitas, todo lo toman, sin filtro y desde la conciencia pura”, explica Mavi.
Además, cuenta las reacciones de las familias a partir de que ella puso en práctica eso en la salita: “venían y me decían ‘sabés que se puso mal, a llorar, y dijo que se iba a sentar como dijo la seño Mavi, a respirar, a cantar una canción’. Una mamá que estaba por parir me contaba que su hijita la acompañaba a respirar. Creo que encontré otra vuelta en la tarea docente, encontré la respuesta que buscaba, la forma de enseñar que deseaba.”
El taller Alebrijes
“Mi proyecto fue una idea que vino de eso que surgía de la sala del jardín: Yoga para infancias y sumarle herramientas, como la danza, herramientas de pedagogías, ya sea la Waldorf o la tradicional, la literatura (tenemos una biblioteca), artes visuales, música, siempre desde la conciencia”, describe Mavi.
Ese taller, que por ahora tiene lugar en Plottier, se llama Alebrijes porque “el alebrije es un ser mitológico mexicano creado por diferentes partes de animales, entonces yo creo que este proyecto es eso: el Yoga integrado por otras herramientas”.
“Lo primero que nos dicen cuando empezamos a estudiar Yoga es que es la unión. ¿La unión de qué? De nuestras partes. Por eso elijo Yoga porque siento que hago muchas cosas muy distintas y en el yoga las integro. Es el sentido que le voy encontrando, integrar todo esto que soy”, revela.
Alebrijes es un espacio pensado para infancias desde los cuatro años hasta los ocho o nueve, y es una vez a la semana durante una hora y media. “Primero hacemos una ronda de inicio para saludarnos, contar cómo estamos. Después hacemos la clase de yoga, y terminamos con lo que llamamos ‘el momento de la calma’ con un instrumento que es el chakrafón que cada uno y cada una lo vamos tocando. A veces dibujamos mandalas o leemos un cuento”, enumera Mavi sobre el funcionamiento del taller. También, empezó a hacer algunos encuentros mensuales en Neuquén, en Sabia Matriz.
Ante la pregunta, en sendas entrevistas tanto Guilla como Mavi no dudaron en exclamar que el Yoga es para quienquiera que lo desee. “Es para todo el mundo, quien diga que no es porque no lo ha practicado. Como con los gatos, que la gente a la que no le gustan es porque nunca vivió con uno”, dice Mavi riendo. Guilla, a su vez, además de enfatizar que sí es para cualquiera, trae algo de lo que dice Krishna en el Bhagavad Gita, texto sagrado hindú: “Si en esta vida practicás Yoga es porque ya eras un yogui. Basado en la creencia hindú de que tenemos muchas vidas, estás recordando eso que ya hiciste. Con lo cual es un buen karma. Tenemos karmas de las vidas pasadas y estás escribiendo karmas constantemente. A medida que esa cuenta kármica se va reduciendo ya no volvemos a nacer. El objetivo del Yoga es no reencarnar más.”
Va más allá de vestirse de blanco, colgarse mandalas o hablar susurrado. A pesar de los desafíos que siempre plantea el hecho de occidentalizar una práctica oriental, como en este caso el Yoga, se trata de poder encontrar un camino que nos lleve siempre de regreso a nosotros mismos. Dice Carrère, también en “Yoga”, que “si me empeño en escribir este libro, mi versión de esos libros de desarrollo personal que se venden tan bien en las librerías, es para recordar lo que dicen rara vez esa clase de libros: que los que practican artes marciales, los adeptos del zen, del Yoga, de la meditación, de esas grandes cosas luminosas y bienhechoras que toda mi vida he cortejado, no son necesariamente sabios ni personas tranquilas, apaciguadas y serenas, sino algunas veces, o más bien a menudo, gente como yo…”
El Yoga es para todos y todas y está cerca, a la mano. Tanto así que quien desee asomarse a esta filosofía y práctica milenaria bien puede acercarse a cualquiera de las actividades gratuitas que se desarrollarán en la UNCo a partir del próximo miércoles. Namasté.
A Guilla la podés seguir en el IG @casaindiayoga y a Mavi en @_alebrijes
Día Internacional del Yoga en la UNCo
En su décima edición, el Festival del Yoga se realizará durante cinco días, del 26 al 30 de junio, en el Salón Azul de la Biblioteca de la casa de Altos Estudios, con actividades libres y gratuitas. Allí participarán profesores de Yoga del Alto Valle, quienes ofrecerán más de 50 clases para conocer las diferentes propuestas que se brindan en la región y que son aptas para todo tipo de personas, hayan o no practicado Yoga previamente.
Cada jornada se extenderá desde las 8 de la mañana a las 10 de la noche con una grilla heterogénea de actividades compuesta por prácticas físicas, meditación, respiración, charlas, música, entre otras.
“Hay diferentes estilos de Yoga, cada persona elegirá su estilo de acuerdo a su naturaleza esencial”, afirma Fernanda Bonitatibus, coordinadora del Programa RecreActiva de la UNCo que lleva adelante este evento. Se trata de un programa dependiente de la Secretaría de Bienestar Universitario que promueve la realización de actividades saludables en el ámbito de la comunidad universitaria y abiertas a toda la comunidad. Para más información se pueden consultar las redes de la Universidad o comunicarse al 2996121154.
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