A partir de un duelo, Tais Rava encontró en la bioexistencia consciente una forma de abrazar la tristeza y eso le cambió la vida para siempre.
Alergias, infertilidad, enfermedades crónicas, vínculos poco sanos y la repetición de conductas que lastiman, son algunos de los síntomas que se manifiestan no sólo en el cuerpo físico, sino en la vida de las personas y que están atados a un dolor pasado no resuelto. Tais Rava acompaña a quienes la consultan a recorrer un camino desde la bioexistencia consciente, para intentar así alcanzar el bienestar, revisar patrones y evitar repetir ciclos heredados. Se trata de abordar las dolencias desde una forma distinta, sin que esto implique abandonar tratamientos médicos, sino mirar en profundidad lo que somos.
“Para mí la experiencia más transformadora fue que a los 44 años, una persona que tenía endometriosis y un pronóstico de infertilidad, luego de un año y cuatro meses de trabajo, logró el embarazo. Fue impresionante”, relata Taís. “Lo que hacemos es un viaje al interior de la persona, para que empiece a conectar su historia, sus sentires, sus emociones; que detecte como cada cosa que le fue pasando en la vida tiene que ver con una situación no resuelta, que al no poder trascenderla, se quedan atadas a ese dolor. Buscamos encontrar la emoción conectada a eso y liberarla”, explica.
Intentar comprenderlo es difícil, incomoda, porque esto escapa a los paradigmas con lo que entendemos se construye el bienestar. Para poder dedicarse a esto, ella tuvo que romper los moldes de su propia vida: una decisión que implicó dar vuelta todo, pero que hoy, después de muchos años de angustia, la hace muy feliz.
Mirada serena, movimientos suaves, una voz calma pero asertiva: estar junto a Tais es un remanso. Desde muy pequeña, supo que tenía una habilidad especial para comunicar, mediar o desatar el nudo de los conflictos: hoy parece no tener dudas, aunque aprendió que las certezas, en todo caso, aparecen en el camino del autoconocimiento.
Nació en Río Grande, Tierra del Fuego. Sus padres le pusieron un nombre Ona que significa grito de gaviota pequeña. Dice Tais que nuestro nombre, su historia, por qué lo eligieron, qué les sucedía en ese momento a nuestra familia y tantas cosas tiene que ver con “la identidad que el clan pulsa por volver a traer: todo nos está hablando de la historia que tenemos como propósito venir a trascender”. Pero claro, esta es una idea que fue adquiriendo mucho después, entonces era una niña voladora y hermosa como un ave, que a los 6 años llegó a vivir a Neuquén cuando a su papá lo trasladaron en Gas del Estado. Fue acá donde ella hizo amigos, estudió y hoy sigue construyendo su historia.
Sus días de escribana
Estudió abogacía en Roca y más tarde, escribanía en Rosario. En 2009 volvió a la provincia y empezó a ejercer como escribana adscripta en un registro y así lo hizo durante años. Sin embargo, algo no terminaba de hacerla sentir plena. Pensaba: “Estoy haciendo lo que los demás quieren que haga; está buenísimo ser escribana, es una profesión muy reconocida; llegué a un lugar donde todo el mundo quisiera llegar, pero no es lo que me gusta”. Fue entonces cuando empezaron a aparecer algunos síntomas de angustia: sentía que estaba desaprovechando su potencial. Si bien qué estudiar, a qué dedicarse siempre habían sido para ella una incógnita, ahora podía ver con claridad lo que no quería hacer. “Por supuesto que soy una agradecida de ese trabajo. Acá crecí, maduré, me permitió conocer gente querida, todo un recorrido que valoro muchísimo. Y también me daba de comer obviamente, ganaba buen dinero, pero no me hacía feliz”, afirma.
El punto de quiebre llegó cuando Tais perdió su primer embarazo: fue un antes y un después. Atravesando ese dolor es que empezó a preguntarse con firmeza: “¿Qué estoy haciendo con mi vida?”. El duelo le permitió dejar de recorrer un camino hacia afuera, para empezar uno hacia adentro.
El primer paso que dio fue estudiar coaching. Después, se decidió por mediación, que implicaba resignificar su profesión y continuarla desde otro lugar relacionado a lo vincular. Hasta que en pandemia se encontró con la bioexistencia consciente. Leyó, investigó, le gustó la propuesta de Humano Puente y se sumergió por completo en algo que por fin entendía como un rumbo coherente, que unía las emociones, la reconstrucción de la historia, pero también el propósito espiritual. Y entonces por fin, se animó a dejar, o al menos poner en pausa, su profesión.
Reconstruir historias
La bioexistencia consciente no es una terapia, ni una medicina alternativa, sino que es una forma de ver la vida, la posibilidad de convertir al síntoma físico o cotidiano en un camino donde las personas tengan consciencia de quienes son, de entender la propia realidad a partir de cada dimensión de la existencia con el objetivo de sanar. Es poner en acción lo que me está doliendo para transformarlo. Trabaja a nivel inconsciente. Esto implica: poner en juego las emociones, reconstruir historias, armar un gran rompecabezas no sólo con lo que conocemos, sino con lo que no, con nuestros antepasados, con momentos que nos marcaron, que generaron heridas profundas en el clan, con el fin de ir desatando pequeños o grandes nudos.
“Esto me hace feliz. Siento que cada persona que viene a consulta me sigue trayendo un poco a mi historia y digo: qué maravillosos esos espejos. Yo si hay algo que puedo decir es que a mí la consciencia me sanó, me hizo tomar dimensión de la vida de una manera mucho más profunda que cualquier otro hacer. Y ahí fue cuando me dije: esto lo tengo que compartir. Si la realidad que yo creía que era, ahora me estoy dando cuenta que es otra, que mi rol en esta vida es mucho más profundo, yo quiero comunicar esto”, explica Taís. Y así lo hizo.
La bioexistencia consciente no compite con la medicina tradicional, no implica que las personas que atraviesan un síntoma físico determinado dejen sus tratamientos ni mucho menos, sino que es una forma más de enfrentar aquello que nos lastima.
“Ahora estoy con la mamá de un niño con enuresis, lo que le genera dificultades para contener la orina. Y este caso es muy interesante porque es ella la que viene a trabajar, es que los síntomas que tienen nuestros hijos nos muestran nuestras historias no resueltas. Esta mamá lo que está descubriendo son sus conflictos de territorio, tomando consciencia de momentos de desvalorización que le costaron marcar su territorio. Desandando esas historias, es que su hijo mágicamente empieza a tener más control de la orina”, agrega.
Espacio de consulta
Una vez por semana, Tais tiene su espacio de consulta en Regenera, un centro que abrió sus puertas este año, que aborda al ser de una forma multidimensional con medicina clínica, kinesiología, bioquímica, psicología, nutrición, sexología, sanación de útero y, desde una forma amorosa, comprendiendo la dimensión física, pero también la mental y emocional. Y también lo hace de manera privada en sus consultas virtuales. Los encuentros suelen ser una vez al mes, porque cada uno implica ir hacia nudos transgeneracionales, hacer un trabajo emocional profundo que requiere darle tiempo al cuerpo y a la consciencia para que se acomoden. En ellos se transitan diferentes etapas: la contemporánea, es decir, lo que conocemos; la uterina, todo eso que nos sucedió en la panza; el proyecto y sentido, que implica todo lo anterior a nuestra existencia.
Pero para llegar a eso, en un principio es necesaria la fe, es fundamental que las personas estén dispuestas a crear y creer. “Cuando uno cambia de lógica, cambia de vida: es necesario renunciar a quien estabas siendo, porque no hay otra manera. Si alguien llega a tu consultorio y te dice que quiere sanar, bueno preguntale si está dispuesto a renunciar a eso que lo enfermó. Vas a tener que renunciar a tus creencias, a tus paradigmas, a esa forma de mirar el mundo. Porque sino va a ser imposible crear la nueva vida”, afirma.
“Lo que nos salva es la consciencia, cuestionarnos la lógica con la que venimos viviendo la vida, puede ser desde la psicología, las constelaciones familiares, la biodecodificación, los registros akáshicos, las respiraciones conscientes, el yoga, la nutrición: el camino que vos creas que te permita clarificarte en tu estar siendo acá, eso siempre te va a traer un salto de consciencia y vida. Tenemos mucho más para hacer de lo que creemos”, concluye.
A veces es difícil que las diferentes realidades nos permitan mirarnos más profundo. Quizá podamos empezar por permitirnos una pausa para respirar, cerrar los ojos, escuchar la historia que nos cuentan de nosotros mismos, poder revisar nuestro propio camino, sentires, deseos y emociones. Saber que somos una pequeña semilla en un bosque que nos antecede, que en nosotros hay algo de todos los que caminaron detrás, puede ser el inicio de un buen camino, como el que vuela Tais cada día, con su grito de gaviota pequeña, ayudando a otros a sanar sus dolores.
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