Es sobrina tercera de Ceferino Namuncurá y transforma latas en rosas: su historia
El beato es parte de su árbol genealógico. Se trata de una joven neuquina que hace arte y sueña con una galería sustentable propia.
Julieta Nair Namuncurá (28) no crea solo con las manos: lo hace con su historia. Una historia marcada por la sensibilidad, la resiliencia y una profunda convicción... lo que el mundo desecha y llama residuo puede tener una nueva vida, un nuevo valor.
Tal vez la gente la conoce mejor en la calle como "Unicornia". Ella es la chica que sorprendió alguna vez con una fiesta en el espacio íntimo de un baño del Museo de Bellas Artes, como una manifestación artística en acción y profundamente disruptiva, rodeada de algodones de azúcar, globos rosas, brillos y pintura flúor para jugar. Su primer happening previo a la pandemia de Covid-19 que puso en tensión los sentimientos, a los ojos de otros.
Después encontró su propósito, de la mano de un proyecto artístico que recupera latas de aluminio que son descartadas y las transforma en rosas. En realidad, su pasión por el arte y las manualidades la acompañan desde que era una niña y convertía las cajitas de los postres en centros de mesa. Esa faceta se suma a la inclinación de "poner el don al servicio de los otros y la vida", algo que Julieta vincula estrechamente con sus raíces mapuches y la cosmovisión de sus ancestros.
Dice que es sobrina tercera del beato Ceferino Namuncurá; y que si bien hay 111 años de historia que los separan, lo siente muy presente en su vida. "Siempre conecté con él, desde que quiero ser un agente de cambio", manifestó. Y si bien no conocía la iglesia hasta hace poco tiempo, tenía inquietudes fuertes sobre el mundo.
En 2023, recibió un reconocimiento como Joven Destacada por proyecto Innovador, de la provincia de Neuquén.
Cuando ingresó a trabajar como voluntaria en la parroquia del barrio Alta Barda (María Madre), tuvo la oportunidad de conocer a personas que viven del basural y están en situación de calle. "Los invisibles de nuestro sistema... ellos abren las bolsas como vienen, se comen lo que pueden comer y se visten con lo que encuentran", contó.
La joven, de 28 años y nacida en Neuquén, es dueña de una sensibilidad muy especial que la llevó a empatizar con el dolor ajeno. Desde ese lugar, realiza pequeñas acciones positivas para cambiar el mundo que vivimos.
Cómo surgieron las rosas de aluminio
"Cuando me encontré con las rosas de latas, me enamoré de ellas. Por donde iba, veía rosas de lata; y me imaginaba decorando todas las calles de la ciudad. Mi arte es muy sencillo, pero me ofrece la posibilidad de crear belleza a partir de recuperar residuos. A través del arte puedo lograr que la gente vea algo lindo", reveló la joven artista.
Las rosas de aluminio, además, representan la posibilidad clara de transformar un sentimiento negativo en positivo, de adentro hacia afuera. "Por ahí nos sentimos basura, pero somo más que eso. Y frente a la impotencia de lo que no sirve y se descarta, tenemos la posibilidad de florecer y hacer algo bello. Por eso mis rosas hablan de autoestima, reparo, cuidado personal, resiliencia", expresó.
Su proyecto que denomina "Palacio de rosas" ha crecido tanto que se traduce en 3 mil unidades. Ella las colecciona y cuenta con la solidaridad de algunos espacios para guardarlas, como el Teatro Atenea y la cafetería Blume. Su sueño es poder ornamentar algún día no muy lejano su propia galería de arte ecológico. "Siento que así podría potenciar los mensajes de otras personas, otras expresiones artísticas", avizoró la joven neuquina. Su objetivo es llegar a las 11.100.
Mientras tanto, vive de las muestras de arte que pude hacer y de la mano amable que le tienden amigos y personas que va conociendo en el camino. "Hace unos meses me quedé sin casa...soy una artista homeless, pero donde me reciben, llevo buena onda. Me dedico a estudiar y a mi proyecto", reveló.
En la actualidad, no tiene techo propio ni morada fija. Está buscando un lugar donde vivir. Hasta hace poco, encontró alojamiento solidario en la casa de otro artista que es voluntario del hogar María Madre, donde ambos colaboran en pos de la recuperación de jóvenes con consumos problemáticos.
"Uso mis rosas para embellecer lugares y mostrar valor y belleza. Yo le entregué mi vida al arte. Soy una artista a tiempo completo". Julieta Nair Namuncurá, artista neuquina.
Su proyecto: "Palacio de rosas"
Ese arte, que nace de la transformación y la resiliencia, también tiene una misión clara: poner en valor lo que otros desechan. Julieta trabaja principalmente con latas de aluminio recicladas. Las recolecta, las limpia, las corta y, con delicadeza, las convierte en rosas. "El aluminio es un material que cuesta mucho producir, que no es fácil de encontrar en la naturaleza. Hoy resuelve muchas cosas. Es el material del futuro. Pero no le damos valor. Hay que poner amor para encontrar eso. El arte también es importante", afirmó.
Su proyecto actual se llama "Palacio de rosas", una instalación de arte contemporáneo sostenible compuesta por 3.000 rosas hechas con latas recicladas.
El próximo 13 de julio, montará un fragmento de la pieza que consiste en la colocación de 300 rosas de aluminio en la confitería Blume de calles Roca y Brown. "Es un proyecto muy grande, pero lo voy haciendo por partes", contó con entusiasmo.
Pero Julieta no se detiene allí. Su sueño es intervenir espacios públicos y empresas comprometidas con el desarrollo sostenible, como Hotel Hilton, Pan American Energy y La Anónima, lugares donde la joven artista cree que puede generar conciencia social. También sumó a las bodegas y fundaciones como BPN (Banco Provincia de Neuquén).
"Me encantaría intervenir la ciudad. Las empresas B, las que tienen responsabilidad social, las que buscan atender el triple impacto (económico, social y ambiental). Quiero visibilizar mi arte ahí, para que otras personas también se animen a transitar el camino del desarrollo sostenible", dijo-
Además de enseñar gratuitamente cómo trabajar con latas en espacios de consumo masivo -como eventos o ferias-, también genera sus propios recursos revendiendo galletitas de la fortuna que son veganas. Pero su deseo mayor es tener una empresa de arte contemporáneo como Andy Warhol, pero versión sostenible. Y no lo dice solo como una ilusión, sino como una meta que persigue con decisión.
Su sensibilidad, un poder
"Desde chiquita fui muy sensible. Tenía seis años y le escribí a los Reyes Magos que quería conocer al presidente porque me preocupaban los nenes que no tenían útiles escolares", recordó. A esa edad, mientras otros soñaban con juguetes, ella ya pensaba en la justicia social.
Su camino no fue fácil. Fue víctima de bullying, atravesó situaciones difíciles, y comentó que vive con una condición de neurodivergencia. “Tengo un diagnóstico, pero lucho por mis sueños. No me doy por vencida. Busco siempre la manera de transformar lo que me pasa. Si algo me da miedo o siento que no puedo, lo acepto... y con eso hago arte”, sostuvo.
Mientras tanto, hace arte y teje vínculos con el medioambiente y la comunidad. Convierte el dolor en belleza, la basura en flor, el miedo en camino. Y lo hace sin perder la frescura, la gratitud ni la fe en que otra forma de habitar el mundo es posible.
En redes, la pueden encontrar como @proyectounicornia
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