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La Mañana heladera

Flor, la heladera de la Isla Jordán: el increíble origen del proyecto y el empuje familiar

Qué fue lo que la inspiró a reciclar un carrito "viejo" que le regaló su padre albañil. Enfermera profesional, denominó su emprendimiento "Dulce Amor" porque es lo que "representa mi familia, que me apoya en todo".

“Una tarde mis tres hermanitos más chicos (Giovanni de de 10, Yael de 8 y Yandel de 7) jugaban a emprender, ya que tenemos una mamá que siempre nos llena la cabeza de sueños grandes y cada uno en el juego aportaba una idea de negocios para cuando sea mayor. Entonces yo pensé en montar el carrito de helados artesanales y el nombre surgió porque para empezar no teníamos nada, solo la idea. Pero con ayuda de papá, mamá y de mi hermano Walter se puso en pie el sueño que denominamos Dulce Amor, pues representa eso mi familia para mí”.

Es otro día sofocante en la región y Florencia Vallejos -25 años- presume que tendrá buena clientela, así que mientras le cuenta el simpático origen de su emprendimiento a LM Cipolletti, acondiciona su puestito para la jornada laboral.

Repasa la pequeña mesa y también su admirable historia, claro… “Yo siempre tuve trabajos de medio tiempo para pagar los gastos de mis estudios y en diciembre del 2023 me recibí de enfermera profesional. Por ahora solo me dedico a mi carrito hasta que encuentre trabajo, pero a Dulce Amor siempre le voy a dedicar tiempo y esfuerzo. Tenemos muchos planes a futuro”, destaca la heladera de la Isla Jordán en su segunda temporada comercial.

Su puestito se ubica en la calle Julio Dante Salto, en una curva de acceso al puente nuevo. Si no está ella, siempre con una sonrisa, lo atiende su leal mamá Roxana, una conocida enfermera de la ciudad. Empezó desde abajo con el incondicional apoyo de su entorno y la rema con garra, calidad y simpatía.

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“Al carrito se lo dieron a mí papá en parte de pago de unos trabajos de albañil. Estaba roto, sucio y viejito, pero cuando se lo pedí no dudó en pasármelo, no dudó en nuestro proyecto. Mi hermano le arregló todas las ventanas y puertas, papá le instaló servicios de agua, luz y me lo acondicionó para ponerlo en pie… A decir verdad, disfrutamos mucho el proceso de repararlo, pintarlo y acondicionarlo, se nos pasaban las horas las noches en la Isla, en la casa de mis papás. Infaltables los mates siempre”, recuerda con alegría y orgullo el arduo trabajo familiar para lanzar la heladería ambulante y todos los preparativos.

Le brillan los ojos cuando se refiere al crecimiento del negocio. “Empezamos haciendo los helados en poquita cantidad, pero cada vez fue más y más la demanda, elaboramos también las capelinas de colores, idea también de los más chicos...”, resalta.

Ella misma prueba los distintos sabores para hacer control de calidad y aclara que “es todo fresco”.

“Por ahora nosotros vendemos helados por bocha. A medida que vamos creciendo le vamos a sumar licuados también. ¿Los precios? Una bocha la ofrecemos a $1200, de dos bochas $1600 y de tres bochas $2000”, explica y confiesa que los sabores más solicitados son “frutos del bosque y limón a la reina”.

Las anécdotas de las capelinas y las caritas sucias…

La tímida sonrisa se convierte en carcajadas al evocar situaciones graciosas que vivió en este proceso junto a sus hermanos.

“Cuando preparaba mis primeras capelinas no me salían y mis hermanitos se las comían todas igual y decían que estaban riquísimas… Todo lo fui aprendiendo. Después mientras dejaba un tarro de helado en la heladera venían ellos y mi sobrino a comerse lo que recién habíamos preparado y cuando yo preguntaba, nadie había hecho nada pero la carita llena de helados y salsas los delataba…”, revela a pura risa esta hermana mayor cómplice.

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Quizá por ello, recibe tanto de la otra parte… “Mis hermanitos crecieron junto conmigo en esto, había veces que yo no podía ir por el estudio y ellos habrían y mantenían todo para que se vendiera. Quedaron tan entusiasmados con lo que aprendemos que no quieren que deje de funcionar. Siempre ven algo más grande y eso me motiva más aún. Quienes han ido a comprar saben que una de las cosas que nos caracteriza es la buena atención y el trato hacia nuestros clientes, y si alguna vez te atiende uno de ellos vas a escuchar su tierno y carismático ‘buenas tardes vecino que gusto tenerlos’, jaja”, asegura Flor, exultante y con el pecho inflado de la emoción.

Mamá coraje y Grande Pa

Se nota la idolatría que siente por su gran referente, su espejo, su madre… “Es enfermera también, ama su profesión y aspiro a ser así de buena como ella”. Y también profesa admiración hacia su padre: “todo lo nuestro es gracias a su esfuerzo”.

“De grande mamá nos empezó a llevar a esto de invertir y crecer con algo nuestro. Mi papá Luis es albañil, el pilar de toda la familia, todo lo nuestro es gracias a él, nuestra casa, ahora la casa de mi hermano. Todo lo que ganamos en el carrito se lo doy a él, que compra los materiales y ya se está dedicando a hacer la heladería de la Isla Jordán. Sin él nada sería posible. Tiene carácter, nos enseñó a no tenerle miedo a nada, lo dulce se lo dejo a mamá (risas)”, elogia a sus progenitores.

Hace una pausa y le expende helado a una vecina dos bochas (Banana Split y Oreo) que la mujer saborea con placer. (“Mmm que manjar”, es la satisfactoria devolución de la clienta).

“Con mi hermano Walter somos más unidos que nadie, fue mí compañero de niñez, él ya tiene su familia, mi sobrino Tadeo y mi cuñada que son importantes para nosotros. Con 24 años el Walter ya cuenta con su propia empresa de aberturas y aluminio MyM, que gracias a todo su esfuerzo no para de crecer. Si tendremos fe que sin miedo dejo su trabajo y está creciendo a pasos agigantados. Además mi cuñada Camila es una genia y está embarazada”, expresa con ese profundo amor que siente por sus seres queridos.

El sueño de expandirse

Positiva y con un empuje tremendo, Flor admite: “Nuestro sueño es poder terminar la heladería en la Isla que paso a paso vamos bien. El otro sueño sería expandirnos hacia el centro u otros lugares, siempre con nuestro nombre Dulce Amor, que resume nuestra historia”.

“Tenemos nuestros clientes fijos, que son todos nuestros vecinos, siempre están esperando que llegue nuestro mensaje de que ‘abrió Dulce Amor’ al grupo vecinal para ir a visitarnos. Vamos a estar siempre agradecidos a ellos. Después todo el tiempo va gente nueva que anda de paseo y cada vez que vuelven a la isla Jordan sin dudas pasan por la esquina donde está el carrito”, comenta agradecida.

“Estamos todas las tardes de 17 hasta que no quede nadie. Los días que somos muy visitados solemos estar hasta última hora. Los sábados y domingos arrancamos desde las 16”, avisa.

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Por último, se autodefine como “muy inquieta desde chica, metida en muchas actividades y deportes. Mariposa me decía mi mamá porque quiero vivir todo en un día. Al tener muchos hermanos varones amo el fútbol que es mí deporte de hobby ahora… Siempre trabajé, solo me quedo con los buenos compañeros, grandes que me guiaron y los jóvenes que siempre me acompañaron y respetaron. Estoy muy feliz con mi profesión, con mis proyecto y mis sueños. Soy una chica que no le tiene miedo ni al tiempo ni a los fracasos gracias a sus papás y hermanos. Siempre estoy en mi lugar seguro, solo quiero enseñar y seguir creciendo con el mismo amor que yo lo recibí”.

Ese Dulce Amor de Flor, que ve florecer su emprendimiento familiar y no puede creerlo. La vida tiene otro sabor para ella. ¡Felicitaciones!

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