Con 73 años está más vigente que nunca y repasa su vida y trayectoria. Además se refiere a las propinas, su pasión por la quiniela y el fútbol y dos hechos tristes que lo rozaron de cerca.
Jamás imaginó aquel día de 1986 en el que pasó a saludar a un amigo camino a Bariloche, donde planeaba hacer temporada, que se le presentaría una oportunidad laboral que cambiaría su destino para siempre.
José Antonio Vélez consiguió empleo en Zakoga, el boliche que marcó época y se quedó definitivamente en la región, convirtiéndose con el tiempo en un referente entre los mozos de la zona y en el mundo de la gastronomía en general.
“Tengo 73 pirulos y por ahora zafo cómodo del alemán -por Alzheimer-, estoy muy bien física y mentalmente, con la memoria intacta y cuando vengan los achaques recién allí colgaré los botines”, avisa con picardía el histórico trabajador de La Tartaruga mientras despide con su clásica amabilidad a una familia cliente.
Son casi las 12 de la noche y va y viene por el céntrico recinto con una vitalidad asombrosa. Hasta mueve sus largas piernas y bailotea al compás de la música funcional del coqueto recinto.
Ya despachó varia de “muzza”, ya pispeó si tuvo suerte en la quiniela, su hobby, y también ya se aseguró el regreso desde Cipolletti a Neuquén en el auto “del compañero de la caja”. Es que van a cumplirse dos años de que la tradicional pizzería “cruzo el puente” y la nueva sociedad se propuso dos cosas: conservar la fórmula de su afamada pizza a la piedra y retener a Tony, “el alma del negocio”.
La única condición que puso el experto laburante fue “solo trabajar en el turno de la tarde noche, para no ir y venir dos veces y aparte porque la noche es lo mío”, sostiene quien tiene su costado bohemio y a la vez es super familiero.
Nació en un pueblito cordobés llamado Amboy, los pagos de Dalmacio Vélez Sarsfield, quien redactó el primer Código Civil Argentino y por el cuál simpatiza con el club de fútbol de Liniers, actual puntero de la Liga Profesional y flamante semifinalista de la Copa Argentina.
“Imáginate, la escuela se llama Vélez Sarsfield, el club del pueblo Vélez Sarsfield, hasta mi apellido es Vélez, ¿de qué equipo podía hacerme hincha”, dice con una sonrisa el papá de Ayelén -32 años -y -Drako -35- (“ella es gastronómica, trabajó en la Farmacia Del Pueblo y él cantante, animador de eventos, shows, le va bien en Buenos Aires”).
“Cuando pegué aquel trabajo como barman, porque me especialicé en coctelería, me quedé parando en un hotel familiar. Luego conocí a mi señora Giamany -64-, que es chilena y hace felices 36 años compartimos nuestras vidas. Nuestros dos hijos nacieron en Neuquén. Desde que tomamos agua del Limay, no nos pudimos ir más. Es más fuerte que el embrujo mapuche”, bromea con la leyenda el mozo que derrocha carisma.
Su tonada cordobesa, tras tantos años fuera del pago, resulta imperceptible. “La perdí por los caminos de la vida, trabajé en Buenos Aires, en Bariloche y me enamoré del Alto Valle”, asegura el hombre de uniforme negro y pelo blanco y agradece la propina que deja una parejita.
Desde 1998 se desempeña para la misma “marca registrada”. Casi 24 años atendiendo al público en Neuquén y el 19 de octubre celebrará otros dos satisfaciendo a los exigentes comensales cipoleños.
Tiene historias y anécdotas por doquier que comparte con LMC. Y cosechó numerosos amigos quien actualmente destaca “como mozo pero tengo conocimiento internacional en cocina china, árabe, lógicamente criolla, soy un buen asador, repostero…”.
Un jugador “de toda la cancha, que se pone la camiseta”, como lo elogio, con términos futboleros, el entrenador de Cipolletti Gabriel Nasta, un habitué de la pizzería de Alem y Brentana.
Su relación con los clientes
Siempre respetuoso y agradable, con su calma habitual, logra entablar una “muy buena relación con el público, me saludan, me abrazan, me dan un beso”.
Y eso que a veces no es fácil “entrarle” a todos, menos en tiempos donde la empatía no es lo que más abunda en la sociedad. “Indudablemente el trato con la gente es una de las cosas más difíciles que hay. Porque también están los que son pedantes y ostentosos y no te registran ni saludan. Pero uno trata a todos por igual. Soy un tipo positivo, que me levanto con el pie derecho y los problemas quedan siempre en casa. Me gusta que los clientes se vayan conforme”, destaca y mete un puñito al aire por la clasificación del Fortín.
Conoció, por su trabajo, a muchos personajes públicos y poderosos, en especial del ámbito político: “Atendí a todos los gobernadores e intendentes, en Neuquén y ahora en Cipolletti”, saca pecho el Flaco.
Que por su estilo de vida no se cansa del trabajo nocturno. “Me gusta, me vengo en el Koko o en el Pehuenche y a la noche regreso con algún compañero o con Néstor, uno de los dueños… Llego a casa, si no cené en el local como algo, ‘boludeo’ con Instagram y me tomó una copita de algún rico malbec. Y a la mañana duermo, obvio jaja”, describe su rutina.
Reconoce que la propina “es un sueldo más” en su trabajo pero no reniega de los amarretes que no dejan ni un peso.
“La gente está media reticente ahora pero en general saben reconocer. Hay quien te dicen ‘muy rico todo, muy buena atención’ y cuando mirás la mesa está más pelada que Bianchi… Pero no me molesta para nada. Es lo mismo cuando vienen los brasileros, los chilenos, como allá es obligatoria la propina, equivale a un 10 % de la cuenta, te preguntan si está incluido y le explicamos que acá es optativa y queda a criterio de cliente”, asegura poco después de servir una docena de empanadas y desearle “que las disfruten” a un grupo de amigos.
Esboza una sonrisa al recordar algún que otro tropezón con la bandeja en la mano. “Me ha pasado, pegar una trastabillada o venir con la bandeja cargada y caerme. Ya no uso bandeja, acá tengo todo a mano, es muy rápido. Me acostumbré a no trabajar con bandeja”, explica.
La pizzería ya está por cerrar. Tony ingresa un par de sillas desde la vereda y continúa la charla en su tramo final. Se emociona al expresar qué significa la gastronomía en su vida y demuestra su compromiso y sentido de pertenencia al hablar de La Tartaruga.
“La gastronomía es todo, me ha dado grandes satisfacciones: he podido viajar, conocer, relacionarme con gente de todos los ámbitos. Yo creo que no tenemos competencia en el Alto Valle con la pizza, como la hacemos acá de rica a la piedra no te la va a hacer nadie, pibe”, chapea el Tony de la gente...
La quiniela, su debilidad
Tiene también su lado timbero el mozo más popular. No hay día que no se juegue unos pesitos en la Quiniela. Y ahora está feliz con la “chequera de fin de año que acabo de comprar”, al tiempo que se lamenta que “hoy temprano me levanté tarde y me perdí el 32 que salió varias veces, dormí en todo sentido jeje”.
“Cuando antes de entrar al laburo paso por la agencia 40, acá en calle Irigoyen, me pongo a charlar un rato con Valeria -Lo Cacciato, la dueña- y juego los pálpitos del momento, por ahí alguna fecha de cumpleaños, aniversario, ahora estoy siguiendo al 51. Ojo que he pegado premios buenos. El tema es que en total hay 5 sorteos por día y son 4 loterías. Juego en la nocturna a todas por las dudas. Espero ganarme el Quini o el Loto, ya me lo merezco jaja”, revela con la chispa este hombre con tanta calle y mundo.
Dos hechos que vivió de cerca y le generan tristeza y bronca
Se pone serie al recordar dos angustiantes hechos recientes que vivió de cerca. Por un lado, el trágico accidente sobre calle Alem en el que murieron tres adolescentes y del que está por cumplirse un año.
“Yo estaba trabajando, tipo 12.30 de la noche sentí el impacto. Estaba cobrando en la tercera mesa y recuerdo mucha tensión, tristeza. Justo se venía el Día de la Madre, pobre gente, que dolor tan grande. Se llamó desde acá inmediatamente al 911, luego vinieron de fiscalía a ver las cámaras”, lamentó.
Por otro, el abuelo que vendía caramelos frente a La Tartaruga y que al fallecer se supo que era un depravado. Y al que creía conocer…
“Me sorprendió, vos lo veías ahí un viejito jubilado, charlaba con él, venía me saludaba, los clientes le compraban media docena de empanadas, pizzetas y yo se las llevaba. Hacía un tiempo que no venía, apareció un día y me contó que había estado con neumonía. Al morir se supo que tremendo lo que había hecho”, reflexionó apenado.
Tony, uno de los mozos más querido e históricos del Alto Valle que atiende a sus comensales "con la calidad de siempre".
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