La ruptura, el dolor y el silencio
Un escrache por una infidelidad es una oportunidad para aprender a aceptar el final antes del principio.
La divulgación de una foto tomada en el barrio Mercantiles de Neuquén capital despertó curiosidad y arrancó más de una sonrisa. "Relación abierta es cuando aceptan los dos", rezaba un enorme grafiti de aerosol blanco que logró arruinar por completo un auto gris oscuro y que manejaba, al parecer, el autor o autora de una infidelidad. Lejos del humor con el que muchas veces se toma el ingenio para el escrache, ese pase de factura sobredimensionado y esa exposición de la intimidad puesta en la vidriera del mundo muestran la dificultad para procesar un duelo sin replicar la cadena del daño.
A propósito de la ruptura de Shakira y Piqué, la impoluta pluma de la periodista Leila Guerriero escribió: "Si uno cae en el invento del amor –porque eso es lo que sucede: uno cae; porque eso es lo que es: una invención-, el contrato incluye, en una cláusula escrita con letra invisible que de todas maneras nadie querría leer, su final". Y cuando todo termine, propuso eso: callar y sufrir. Que duela cada célula del cuerpo en el más absoluto silencio, que la sangre de la herida siempre caiga hacia adentro.
En este lado del tiempo, cuando la intimidad se convirtió en una mercancía escasa, parece que el dolor amerita cualquier exposición de la vida privada, aunque sea la ajena. El de Mercantiles no es el primer ni el último escrache por acuerdos mutuos que se rompen o por infidelidades no perdonadas. Pero sí es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de aceptar el final incluso antes del principio.
Sufrir y callar. Si hay cosas tan bellas que preferimos no exponerlas con nadie, ¿por qué no hacer lo mismo con lo que nos duele? Y después, cuando estemos del otro lado, vamos a agradecer que esas palabras dichas al oído, cuando todo era amor y confianza, se mantengan así, secretas, por respeto a lo que alguna vez fue cordial, pacífico y sin publicidad.
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