Christian la pasó mal tras un “despido forzado” de una multinacional. Tuvo que vender su casa y se reinventó con distintos emprendimientos.
Tenía un trabajo muy codiciado en el petróleo y un buen pasar económico. Se estaba terminando la casa soñada y su primer y único hijo crecía sano, a pasos agigantados. Sin embargo, no todo lo que relucía era oro en su vida.
De repente, perdió su empleo en Multinacionales del rubro (también del Gas), cayó en depresión y tuvo que reinventarse para subsistir. Y allí, una vez más, apareció su compañera de la vida, Anetia para contenerlo y arremangarse junto a él en pos de salir adelante.
Christian Carbonell (51) se la cuenta en primera persona a LM Cipolletti.
“Yo trabajaba en multinacionales que se fueron fusionando, empresas que se compran entre ellas. Y no es fácil, eh. Cada cambio es un volver a empezar, un jefe nuevo, demostrar otra vez, hay 3 ó 4 personas para tu mismo puesto que provienen de las otras compañías y la competencia es feroz. Yo venía superando siempre todos los escollos, era operador mecánico en el campo, aprendí mucho. Pero a la vez sabemos que es muy sacrificado este tipo de laburos, te pagan bien pero full time para ellos… Capaz estás regresando a tu casa después de mucho y te llaman que hay que volver porque se rompió algo. La calidad de vida no es tan buena por así decirlo”, reflexiona al repasar el origen del brusco cambio que experimentó.
Desde el living de su casa en un barrio tranquilo de Fernández Oro continúa con su sincero relato. “La verdad que llegó un momento en que me estresé mal, estuve de reposo y con licencia laboral. Volví con todas las pilas pero se nota que ya no me tenían en sus planes. Empezaron a negociar a los 6 meses, me forzaron a irme, una especie de despido encubierto”, revela aún dolido por las formas.
Afuera, solo ladridos de perros y el canto de los pájaros. Adentro, más confesiones de este vecino al que se le cayó la estantería de manera inesperada. Transitó, tras el triste adiós del lugar al que le dio todo, una etapa tormentosa. El cuadro de estrés devino en depresión, todas las puertas que golpeó se cerraron. Aquel camino de rosas, que a diario lo conducía a Chos Malal, Rincón de los Sauces, El Tapial, Buta Ranquil, El Portón, de repente se llenó de espinas. Noches de insomnio y mucha incertidumbre. De caminar por las paredes.
Una dura decisión
Al dolor se le sumó el apremio económico y entonces tomó una abrupta decisión: “No poder reinsertarme fue muy doloroso. Quizá me jugó en contra la edad, aunque lo llamativo es que puestos donde era especialista, bien de lo mío, sugestivamente no me llamaban… Entonces decidí vender la casa que había terminado con la indemnización, allá en el 12 de Septiembre de Cipolletti. Me la compró un vecino y la verdad es que la disfruté poco, me quedó esa espina por toda la garra que le había puesto y las ilusiones…”.
Un rato antes de ir a visitar a un cliente y mientras acaricia su pelo largo, explica qué destino le dio al dinero y cómo siguió su vida hasta este feliz presente como parquero.
“Compré mi casa actual en Oro a la que vine a hacerle arreglos al principio y también un local en el edificio Nova, del barrio San Pablo. Abrimos un minimercado pero lo cerramos tras la pandemia luego de 9 años de actividad. Después trabajé en la Ecogranja de Oro, haciendo mantenimiento general. Y ahí arrancamos con el proyecto propio de la jardinería. Antes tuvimos también un emprendimiento de cosmética natural, que anduvo bien, en Instargam se llama Amaneceres. Y ya como hobby hago aceites esenciales, tengo destiladores de laboratorio, realizo investigaciones de yuyos de la zona. Duendes Destilados se llama la cuenta, me engancho con las pruebas con las hierbas, es decir, medicinas que sirven como terapia natural y complementaria”, enumera, multifacético el hombre.
Volver a empezar
De repente, las cosas comenzaron a acomodarse, a fluir. Un par de folletos en las puertas de las casas o en los vidrios de los autos, un rastrillo, la máquina y el famoso “de boca en boca” que siempre ayuda a los que se están iniciando.
“Hoy brindamos un servicio de jardinería completo y por suerte tenemos casi todos los turnos cubiertos. Nos dedicamos a sembrar, plantar, mantener el césped, también al embellecimiento de los parques, a instalar riegos, la fertilización… Siempre nos gustó la jardinería”, admite quien es muy solicitado en el Rincón Emilio neuquino y en los barrios cipoleños y orenses.
Le va relativamente bien y encima puede disfrutar más que nunca, porque “antes vivía para el trabajo, esto me dio libertad”, celebra Christian. La moto Duke 390 de color blanca y roja está lista para cuando quiera hacer descansar la Saveiro y meter un paseíto entre corte y corte.
Tiene anécdotas buenas y malas pero, fiel a su estilo descontracturado, las comparte con una sonrisa a ambas. “Empiezo por la mala. Nos tocó a ir a presupuestar una casa divina, un palacio, la mujer quedó encantada con nosotros y nos tomó efectivos. Pero a la noche me llama el marido, que era un detallista casi enfermizo que había visto una hilerita de 2 pastos sin cortar, que sobresalían a un costado algo que en la inmensidad quizá se nos paso pero que no afectaba para nada la estética… ¡Y nos rajó por eso, ja! Yo justo venía del trauma del despido así que no fue muy grato”, reconoce y se tapa la cara con una mano cómo diciendo ‘qué garrón’.
Claro que también rememora vivencias alegres. “La gente es hermosa. Agradecemos mucho la confianza, vos fíjate que suelen dejarnos las llaves de sus casas y recién nos están conociendo. No tiene precio pero a la vez habla bien de que uno le inspira eso al vernos responsables. Y lo otro simpático es que todos te piden que quede bien cortito, así no tienen que gastar pronto pero lo que desconocen es que el césped tiene su genética, entonces si cortás por encima o por debajo de la medida justa no queda bien. Va a aparecer amarillo en breve y nos van a llamar para quejarse… Lo mismo sucede cuando recién te convocan porque están los yuyos como un matorral. Nosotros también asesoramos sobre los cuidados, contamos con máquinas nuevas”, resume Christian.
Un equipo de lujo
Respecto al reparto de tareas, dice: "Yo hago los bordes, el marcado y eventualmente cortes y ella va haciendo los cortes mientras tanto. Somos de prestarle atención al suelo, ver si es orgánico, hacerla bien.."
El hijo del matrimonio, de 30 años, anda por “algún lugar del mundo, es productor musical y músico y trabaja en los cruceros”, acota orgulloso.
“Me tocó esto y acá estoy, poniendo la mejilla para salir adelante junto a mi querida esposa”, se despide el petrolero devenido en parquero, elogiando a su aliada de lujo. Siempre hay revancha en la vida. ¡Cosecharás tu siembra, jardinero..!
Para seguirlo en redes
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