Y la casta no aprendió nada, ahora se aumentó el Senado

En cuestión, los senadores nacionales resolvieron que su salario tenía que escalar a nueve millones de pesos en bruto. Mientras tanto, el pueblo sigue siendo la variable de ajuste en medio de la crisis.

Uno podría pensar que la labor que realizan lo vale, pero la verdad es que no y además, es sumamente arbitrario que puedan votar aumentos que salen de las arcas públicas sin que pueda existir algún tipo de discusión.

Todo es más de lo mismo. En un país donde la clase política está muy cuestionada siguen sin ningún miramiento dando letra para sumar “odio” que fue en lo que se apoyó Javier Milei para llegar a la presidencia.

image.png

Javier Milei y Victoria Villarruel.

El odio tiene origen en el descrédito que tiene la denominada “casta” que parece no haber escuchado absolutamente nada de lo que pasó en las urnas.

En el llano, están los médicos, docentes, laburantes que día a día ajustan más cinturón, restringen el consumo a lo básico y en el horizonte no tienen la más mínima novedad de aumento salarial.

La casta provoca

Mientras tanto, Milei y la vicepresidente, Victoria Villarruel, son el espejo de las últimas duplas presidenciales que viven enardecidos mutuamente. Todo es un calco.

Los privilegios de la clase política argentina parecen no tener ni límites ni techo, hay una subestimación de la sociedad que por momentos termina padeciendo de la provocación política constante.

Es simple la ecuación, hay laburantes que pasan doce horas o más a la intemperie, trabajando a destajo y que milagrosamente subsisten.

Del otro lado del mostrador, los “representantes del pueblo” viven en una suerte de bacanal, mirando para otro lado y totalmente abstraídos de la realidad. O peor aún, sin que les importe ni un poco la situación que transitan aquellos que los votaron. Todo un despropósito.

Después no queremos ver heaters en las redes sociales, pero si ellos mismos son los que invitan a que toda una sociedad los repudie. Cómo pretenden que la gente calle ante semejante barbaridad y carencia de empatía.

En definitiva, la clase política no hace registro de lo que ocurre en las calles y siguen arrojando leña al fuego. Como siempre, todo el sacrificio en una crisis corre por el cuerpo de la clase laburante.