Semana Santa de 1987: Alfonsín entre el tiempo y la sangre
Este episodio histórico es recordado por las dos frases del Presidente Alfonsín: "Felices Pascuas ! La casa esta en orden!". Pero hubo una tercera frase al final: "Y no hay sangre en Argentina".
A35 años de esos acontecimientos, que viví como testigo y participe secundario; puesto a revisar los hechos, encontré en ese discurso del Dr Raúl Alfonsin, una clave que lo emparenta con otros líderes populares, quienes, en similares encrucijadas, actuaron en la misma dirección.
Perón, para explicar porque decidió no llevar el país a una guerra civil, cuando fue derrocado en 1955, usaba el concepto de la ecuación tiempo y sangre. Decía en la reunión con las JP en Gaspar Campos el 8 de septiembre de 1973 : “Los ingredientes de la revolución son siempre dos: sangre o tiempo, si se emplea mucha sangre se ahorra tiempo, si se emplea mucho tiempo se ahorra sangre…. Pero siempre es una lucha y yo soy partidario de gastar tiempo y no gastar sangre inútilmente. Porque, ¿qué hubiéramos obtenido? En una guerra civil hubiéramos destruido el país…”
Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, en su último discurso no llamó al pueblo a salir a las calles a morir luchando contra el ejercito golpista. Él dijo : “El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
Dicho esto, ordenó rendirse a los 16 militantes del Grupo de Amigos Personales (GAP) que lo acompañaban en La Moneda. Y, luego, en la soledad de su despacho, puso fin a su vida. También Getulio Vargas, terminó con vida en Brasil en 1954 cuando la crisis institucional amenazaba llevar el país a una guerra civil.
Hay que ponerse en la piel de estos lideres políticos, en la decisión de empujar a su pueblo a una lucha sangrienta y desigual. Como he dicho al inicio fui testigo, y un participe secundario, porque en esos días, con otros jóvenes militantes de distintos partidos, acompañábamos en casa de gobierno, al entonces gobernador de Neuquén, Felipe Sapag, en defensa de la democracia. Y muy posiblemente, hubiésemos estado entre los primeros en afrontar las consecuencias de una lucha sangrienta y desigual.
Un repaso de otras transiciones democráticas
Al inicio de su gestión Alfonsin creó la CONADEP y llevó a juicio a las tres juntas militares que culminó con la condena de cinco de sus miembros, el 9 de diciembre de 1985. Este juicio fue casi inédito en el mundo. Recordemos que en los Juicios de Núremberg fueron condenados a muerte solo doce jerarcas nazis.
Es interesante repasar que sucedió en otros países, donde se pasó de una dictadura, a un gobierno democrático.
La muy ejemplificada democracia española, jamás juzgó los crímenes de la dictadura de Franco. Es conocido el papel del ex juez español Baltazar Garzon, que juzgo y mando a prisión a genocidas argentinos, e incluso hizo detener en Londres a Pinochet. Pero cuando Garzon en 2008 (33 años después del fin de la dictadura en 1975) quiso abrir una causa contra militares españoles, tuvo que renunciar como juez.
En Chile la dictadura duró de 1973 a 1990. En 1990 con el retorno a la democracia, fue elegido presidente Patricio Aylwin. Pero, Pinochet (por ley escrita por él) siguió como Jefe del Ejercito ocho años más, y en 1998 cuando se retiró, asumió como senador nacional hasta su renuncia voluntaria en 2002. Nunca fue condenado por sus crímenes. Convivió con tres presidentes constitucionales Aylwin, Frei y Lagos . Ese fue el precio que pagaron los chilenos para recuperar la democracia.
En Brasil el 10 de diciembre de 2014, a treinta años de finalizada la ultima dictadura , durante el gobierno de Dilma Roussef se presentó informe final de la Comisión Nacional de la Verdad, que tuvo mero carácter testimonial. Es decir que, ni Lula da Silva, durante sus dos mandatos 2003 a 2010 se ocupó de enjuiciar a los militares. Y como pudimos apreciar hace poco tiempo, todavía los jefes militares se entrometen en las cuestiones políticas brasileñas.
En Uruguay la dictadura duro de 1973 a 1985. Durante 15 años (de 2005 a 2020) gobernó el Frente Amplio una coalición que incluyo al ex movimiento guerrillero Tupamaros, del cual participó Jose Pepe Mujica. Pero, recién en junio del 2021, la justicia condenó a prisión a siete oficiales militares retirados por delitos de lesa humanidad.
Lo anterior sirve para ubicarnos en las dificultades que tuvieron todas las democracias del cono sur, para resolver la cuestión militar. Esta visto que la mayoría de nuestros vecinos optó por ceder amnistías y concesiones a cambio de avanzar en consolidar el sistema democrático.
El Juicio a las Juntas Militares
El plan inicial de Alfonsín era abrir la instancia judicial solo para enjuiciar a las tres primeras juntas militares, sosteniendo una «teoría de los tres niveles de responsabilidad»: «los que habían dado las órdenes, los que la habían cumplido en un clima de horror y coerción, y los que se habían excedido en el cumplimiento». Pero la sentencia en el Juicio a las Juntas dio por tierra con ese plan y consagró el principio de que eran igualmente responsables los autores mediatos e inmediatos. Cientos de militares y policías que cometieron crímenes de lesa humanidad fueron llevados a juicio en 1985 y 1986, lo que generó un clima de malestar golpista en las fuerzas armadas.
El gobierno radical sancionó a fines de 1986, la Ley de Punto Final, que impuso un plazo de sesenta días de caducidad de las acciones penales. La Ley de Punto Final generó una fuerte oposición popular. Y, el efecto fue el opuesto al esperado, debido a que se presentaron cientos de denuncias, obligando a los jueces y fiscales a realizar las citaciones y acusaciones en el corto plazo establecido.
Así se llegó a 1987. En los primeros meses se produjeron varios hechos que mostraban un nerviosismo creciente en las Fuerzas Armadas. Simultáneamente el gobierno elaboró una estrategia para responder a una sublevación militar. El plan consistía en destituir de inmediato al jefe militar que tenía el mando sobre los insurrectos, cercar a los rebeldes con tropas leales, y finalmente, atacarlos.
Esta fue la primera, de tres sublevaciones militares, de debió soportar nuestra naciente democracia durante el gobierno del doctor Alfonsín. A quien muchos lo condenan por su laxitud y retroceso en materia de enjuiciamiento, y condena a los militares. Pero en esa critica se suele omitir, la hermenéutica, el contexto de la época.
Esta semana recordamos la gesta de Malvinas, y hace poco tuvimos oportunidad de ver la película 1985 que narra el Juicio a las Juntas. Todo esto, era parte del contexto político de ese momento.
Por un lado estaba fresco el recuerdo de la guerra de Malvinas la cual contó en sus inicios con un importante apoyo popular. Y que permitió, que parte de los militares participes de la dictadura, regresaran de las Islas con el titulo de héroes de la patria, que en realidad muchos efectivamente lo fueron. Y justamente aprovechando esa circunstancia, los que llevaron adelante la rebelión fueron militares no acusados de violaciones a los derechos humanos y que si tuvieron actuación en Malvinas. Alfonsín lo dirá en su discurso: “Se trata de un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la guerra de las Malvinas, que tomaron esta posición equivocada...”
El desarrollo de los hechos
El miércoles 15 de abril de 1987 el entonces mayor Ernesto Barreiro (jefe del Centro Clandestino La Perla) decidió no presentarse ante la justicia y buscó refugio en el Regimiento 14 de Infantería Aerotransportada de Córdoba. El año anterior se había descubierto en el interior de dicha guarnición, una carga de dinamita colocada para asesinar al presidente Alfonsín, que horas después iba a pasar por ese lugar.
El ministro de Defensa Horacio Jaunarena, dispuso la baja de Barreiro y ordenó al general Antonio Fichera, comandante del III Cuerpo de Ejército con jurisdicción en Córdoba, que recuperara el regimiento. Pero Fichera estaba dentro del regimiento con Barreiro y no tenía intenciones de cumplir la orden del ministro de Defensa.
El Jueves 16 de abril , Alfonsín ordenó al Ejército movilizar sus fuerzas para forzar la rendición del regimiento cordobés, pero los jefes militares comenzaron a dejar en evidencia que no estaban dispuestos a obedecer las órdenes presidenciales.
Mientras tanto, el teniente coronel Aldo Rico acompañado de coronel Enrique Venturino y el capitán Gustavo Breide Obeid, al frente de 300 hombres armados, con las caras pintadas, tomaron la Escuela de Infantería en Campo de Mayo.
Rico recibió las adhesiones del Regimiento 14 de Infantería Aerotransportada de Córdoba (al mando de Polo), el 19 de Tucumán (coronel Ángel Rafael de León), el 4 de Infantería de Monte Caseros (Corrientes, coronel Héctor Álvarez Igarzábal), el 21 de Infantería de Neuquén (teniente coronel Alberto Valiente) y el 35 de Infantería de Rospenteck (Santa Cruz, teniente coronel Santiago Alonso) .
Esa tarde se hicieron presentes en la Casa Rosada distintos dirigentes políticos a dar su apoyo al gobierno. Antonio Cafiero y Saul Ubaldini -secretario general de la CGT- fueron de los primeros en concurrir. Incluso Cafiero pidió un espacio, para permanecer cerca de Alfonsín durante la crisis.
En esa situación, miles de personas comenzaron a salir a las calles en todas las ciudades del país para oponerse al alzamiento militar y la CGT, declaró la paro nacional en defensa del gobierno constitucional. Los principales partidos políticos UCR-PJ-UCEDE_PDC-PI- PS y la CGT acordaron firmar un Acta de Compromiso Democrático, oponiéndose a la actitud de los militares y reconociendo los grados de responsabilidad en la represión que habían sido anunciados por el Alfonsin antes del intento de golpe.
El viernes 17 de abril, los militares rebeldes dieron a conocer, el Comunicado Número 1 “exigiendo la solución política que corresponde a un hecho político como es la guerra contra la subversión.” Firmaban : Enrique Venturino Tcnl, Aldo Rico Tcnl, Arturo F González Naya Tcnl, Gustavo Martínez Zuviría Tcnl, Pedro Mercado Cap, Jorge Alonso Tcnl y Gustavo Breide Obeid Cap.
En el curso del día fue haciéndose cada vez más notorio que el presidente Alfonsín no tenía mando sobre las tropas. Ni una sola de las unidades militares convocadas en la Capital Federal y zonas adyacentes, respondió a su orden. Ya estaba claro que el plan de cercarlos con tropas leales y luego atacarlos, no iba a funcionar. Las tropas “leales” no existían.
Sólo el general de brigada Ernesto Alais partió lentamente con sus tanques desde Rosario. Pero, al llegar a Zarate, los oficiales de rango intermedio detuvieron su marcha, e hicieron conocer su decisión de no avanzar contra sus camaradas de armas.
Mientras tanto, como todos los días de la crisis, la población se mantuvo en la calle y en las plazas, con centro en la Plaza de Mayo.
El Sábado 18 de abril hubo intentos de mediaciones de todo tipo. Políticos de todos los partidos, sindicalistas, autoridades eclesiásticas, empresarios y jueces intentaron dialogar con los sublevados. Por la noche, el ministro Jaunarena concurrió personalmente a Campo de Mayo y parlamentó durante dos horas con Rico. Las demandas de Rico eran, el pase a retiro del jefe de Ejercito Rios Ereñu, y la sanción de una ley de amnistía. Jaunarena les respondió que Rios Ereñu ya estaba renunciado y que pronto sancionarían la Ley de Obediencia Debida.
El Domingo 19 en la madrugada se reforzó la guardia de Casa Rosada porque hubo información de movimiento de tropas rebeldes. Por la mañana Jaunarena volvió a Campo de Mayo, pero encontró a los rebeldes en una posición intransigente, insistiendo en el pedido de una ley de amnistía.
Algunos dirigentes de la Juventud Radical impulsan la idea de marchar con una columna civil a Campo de Mayo a retomar el regimiento, lo que es descartado. Pero, en la puerta del cuartel, permanecían varios centenares de manifestantes contenidos por la policía para evitar incidentes.
Poco después del mediodía, Alfonsín salió al balcón de la Casa Rosada, acompañado de su vicepresidente Enrique Martinez, y tres peronistas, Antonio Cafiero, el senador Vicente Saadi, presidente del PJ, y José Luis Manzano, presidente del bloque peronista de la Cámara de Diputados. El presidente le pidió a la multitud que lo esperen en la plaza «y, si Dios quiere, dentro de un rato vendré con la noticia de que cada uno de nosotros podemos volver a nuestros hogares».
Instantes después salió en helicóptero hacia Campo de Mayo. En el Comando de Institutos Militares, se apersonaron, Rico, Venturino, Breide Obeid y Martínez Zubiría. Allí Rico volvió a insistir con la “solución política” mediante una ley de amnistía amplia. Y Alfonsin se comprometió a enviar pronto la Ley de Obediencia Debida. Lo mismo que le había prometido Jaunarena, pero como Rico estaba “agrandado” quería que se lo diga el propio presidente.
Alfonsín retornó entonces a la Casa Rosada, volvió a salir al balcón, y anunció que los amotinados habían depuesto su actitud. En su breve discurso dijo :
“Compatriotas, Felices Pascuas. Los hombres amotinados han depuesto su actitud. Como corresponde, serán detenidos y sometidos a la Justicia. Se trata de un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la Guerra de las Malvinas, que tomaron esta posición equivocada y que han reiterado que su intención no era la de provocar un golpe de Estado, pero de todas formas han llevado al país a esta conmoción, a esta tensión y han provocado estas circunstancias que todos hemos vivido, de la que ha sido protagonista fundamental el pueblo argentino en su conjunto. Para evitar derramamientos de sangre di instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la represión y hoy podemos todos dar gracias a Dios: la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha ingresado a Campo de Mayo que se retire, que es necesario que así se lo haga. Y le pido a todos ustedes, vuelvan a sus casas a besar a sus hijos, a celebrar las Pascuas en paz en la Argentina.”
Los militares sublevados no fueron detenidos ni sometidos a juicio. Quince días después el presidente Alfonsín envió al Congreso el proyecto de Ley de Obediencia Debida, fue aprobado de inmediato, y cerró todas las causas abiertas por crímenes de lesa humanidad, con excepción de los robos de bebés.
En el documental “Esto no es un golpe” (2018) el ex- Tte Coronel Enrique Venturino consultado sobre que actitud iban a tomar si la gente ingresaba al cuartel, respondió “y, íbamos a combatir, si somos militares, que otra cosa podíamos hacer”.
¿Podría haber convocado Alfonsín al pueblo a rodear los cuarteles y enfrentar a los militares?. ¿Estaba dispuesta la población a ir a un enfrentamiento sangriento?. Imaginemos una columna de manifestantes intentando enfrentar a 300 militares atrincherados y con armamento letal. Un fusil FAL dispara de 60 a 120 balas por minuto, cien tiradores podrían disparar 12.000 balas por minuto, contra una columna compacta de manifestantes. ¿Cuantos muertos y heridos habría? ¿Cien, mil? . Y la segunda pregunta ¿había alguna posibilidad de ganar? ¿o a los miles de desaparecidos habría que haberle sumado otros miles de muertos intentando recuperar los cuarteles?.
Por supuesto están los valientes de mesa de café, que dicen, “porque Alfonsin no armó al pueblo”.
Una cosa es ir a una marcha a enfrentarse con la policía que responde con gases y agua. Otra, es intentar ingresar un cuartel donde van a responder con armamento de guerra. Estas cuentas que parecen irreales, son las que un líder político hace, cuando, como en este caso, esta puesto a elegir entre el tiempo y la sangre.
La magnitud de los crímenes cometidos, la persistencia de la lucha de las Madres y los organismos de DDHH . La superación de tres levantamientos mas, el último en 1990, durante en gobierno de Menem, allí si, reprimido a sangre y fuego por tropas leales a mando del General Balza. La progresiva perdida de poder político y militar de las fuerzas armadas. El ascenso al mando de oficiales que por edad no habían participado en la dictadura. Todo ello produjo un cambio de contexto y de relación de fuerzas, que permitió en 2003 al Presidente Nestor Kirchner derogar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final e iniciar el enjuiciamiento de los miembros de las fuerzas represivas.
En la actualidad hay 1200 represores en prisión; 1500 procesados y mas de 1000 que murieron antes de ser procesados y condenados. Del inicio de la democracia en 1983 al 2003 pasaron exactamente 20 años. En 1987, el Presidente Alfonsin junto a los lideres de los partidos políticos de oposición, le toco elegir entre el tiempo y la sangre. Eligió el tiempo. Muchos siguen pensando que fue un cobarde, y un traidor a los intereses del pueblo.
No existen juicios objetivos y definitivos de la historia. Existen diferentes valoraciones y resignificaciones acordes al pensamiento de cada época. Y el papel del historiador o divulgador, es intentar presentar con la mayor objetividad posible el desarrollo de los hechos.
La verdad, yo también recordaba de Alfonsin, solamente esas dos frases casi burlescas : “la casa esta en orden” y “felices pascuas”. Pero hubo una tercera que expresó su alivio y tal vez su justificación ante la historia : “y no hubo sangre en la Argentina”. “Vuelvan a sus casas a besar a sus hijos…” . Bueno fuimos muchos, los que esa tarde pudimos abandonar la tensión de la vigilia y volver a nuestras casas, a besar a nuestros hijos. Lo que no es poco.
(*) El columnista es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.
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