Facundo: una vida arrasada y abandonada por el Estado
Un brutal ataque policial lo dejó postrado de por vida. En febrero, salió de la cárcel el único que quedaba preso. Adelina, su mamá, lo cuida y lucha para que le sostengan la asistencia.
El 8 marzo de 2018, Facundo Agüero (27), tras recibir una golpiza policial, estuvo muerto siete minutos, quedó detenido para siempre y postrado en una cama. A los agresores los exoneraron de la fuerza de seguridad y los condenaron. Hoy, todos están libres y siguen con sus vidas, cosas que Facundo nunca podrá hacer porque tiene un severo daño cerebral.
El Gobierno se horrorizó ante semejante ataque, video clave que develó este medio, pero ya se olvidaron de todo y Adelina, la mamá de Facundo, tiene que luchar día a día y mes a mes para que el joven reciba la ayuda económica, los pañales, la medicación y el botón gástrico, sin contar que todavía no consiguen ayudante terapéutico.
Pero solo al desandar la historia podemos ver el abandono de un Estado que olvida a las víctimas y no se hace responsable de nada.
Un pibe internado
Facundo tenía 22 años, era oriundo de Picún Leufú y estaba viviendo y trabajando en Neuquén con la idea de estudiar. Ese 8 de marzo terminó internado en terapia intensiva del hospital regional.
El hecho no tuvo mayor repercusión hasta que su mamá apareció en escena. Adelina estaba desesperada y nada de lo que le dijeron los médicos, según el informe de la Policía, cuadraba con el perfil de Facundo.
Cuando el 12 de marzo Adelina logró obtener la atención de los medios, contó que se enteró de que su hijo estaba internado y cuando llegó al hospital le dijeron que lo había traído el SIEN “en coma porque había sufrido un paro cardíaco, por lo que debió ser reanimado e intubado”. Los estudios determinaron que había consumido cocaína y que presentaba una lesión intercraneal severa.
A la mamá los médicos le transmitieron la versión policial: “Robó un perfume, se cayó de un paredón de dos o tres metros mientras huía y luego rompió una puerta de blíndex de un edificio en calle Periodistas Neuquinos al 100”.
“Cuando entré a verlo, me quería morir. Mi hijo no se había caído, estaba todo golpeado, todo roto, con las cejas cortadas, un ojo cerrado, golpes en los brazos y en las piernas. A mi hijo le pegaron y se les fue la mano”, confesó Adelina en ese momento a LMN.
Pero ante tamaña declaración, la Policía apareció en escena para ratificar su versión y el comisario Guillermo Rivera señaló: “En un momento, se subió a un paredón, ingresó a un edificio y cuando vio a la Policía, no pudo abrir el blíndex y se tiró contra el mismo”.
“A través de las cámaras de vecinos se observó que estuvo tanteando puertas para ver cuál estaba sin llave, pero no alcanzó a sustraer nada”, dijo el comisario que describió que Facundo estaba exaltado, pero nunca aparecieron esas imágenes de las que habló.
A investigar
Adelina quedó junto a su hijo en el hospital. Los medios siguieron adelante con otros temas, y a mí la historia no me cuadraba por ningún lado. La mujer estaba angustiada, sola y luchaba contra todo un aparato que convirtió a su hijo en un chorro.
Decidí, contracorriente, realizar algunas averiguaciones y, cuando uno se pone en movimiento, a veces suele encontrarse con personas-fuentes, y a ellas tampoco les cuadró la hipótesis policial.
Los informes médicos comenzaron a dejar claro que una caída y el golpe contra un blíndex no podían justificar las lesiones que tenía Facundo. Sí se comprobó que había consumido cocaína y por ese motivo el joven habría estado exaltado.
La fiscalía había ordenado algunas diligencias que fueron desarticulando el relato policial.
Como dijimos, los videos y el robo de un perfume fueron todo mentira; es más, la factura del artículo apareció en la billetera del joven. Esto obligó a sospechar aún más del relato policial, que se terminó de hundir con los registros del edificio de Periodistas Neuquinos al 100.
Cuando todo era hermetismo, el 18 de marzo obtuve una descripción verbal del registro de esas cámaras. “Se ve cómo los policías intentan reducirlo a los golpes y, una vez que está en el suelo, le dan dos patadas tremendas en la cabeza”, reveló la fuente.
En paralelo, pude acceder a un informe médico del 21 de marzo. Las fotos que le tomaron muestran a las claras que no se cayó de ningún lado, sino que recibió una golpiza y los profesionales concluían advirtiendo que “persiste el peligro para la vida de la víctima”.
Pese a presentar toda esta información en el diario, todavía no tomaba contacto ni con Adelina ni con su abogado. Necesitaba ver ese video.
Finalmente, el mediodía del 4 de abril de 2018, una fuente me contactó y me dijo: “Te tengo el video, nos vemos donde siempre”.
El pendrive que me entregó estaba roto por fuera, pero la memoria intacta. Ni bien llegué a la redacción, me senté en la compu y llamé a Pablo, un experto en editar videos. Durante más de hora y media estuve viendo las distintas cámaras del edificio de Periodistas Neuquinos y fui registrando los segundos en que aparecía Facundo.
Luego, mientras Pablo compilaba las imágenes, hablé con Emiliano Saavedra, querellante de la familia, para que alertara a Adelina sobre el video que íbamos a dar a conocer. Para Adelina, por fin la verdad salía a la luz, con imágenes dolorosas pero necesarias.
Explicaciones y enfado
El jefe de Policía de ese entonces, Rubén Tissier, había permanecido en silencio pese a las publicaciones que había realizado este medio. Necesitó ver el video estallado en las redes para emitir un comunicado oficial.
“Que a estas horas se ha viralizado un video el que la misma instrucción policial ha aportado a la fiscalía, donde se muestra parte del procedimiento realizado. Dejase bien en claro que esta Policía desde un primer momento comenzó a sustanciar actuaciones administrativas correspondientes al caso y continuará las mismas hasta las últimas consecuencias, adoptando las medidas que correspondan, en defensa de la justicia y de los derechos de cada ciudadano, independientemente de las actuaciones judiciales que se labren al respecto”, rezaba el parte oficial que ponía punto final a la fachada, a la mentira sostenida por la propia institución.
Pero no fue todo lo que ocurrió ese 4 de abril. En ese entonces, el actual intendente de la ciudad, Mariano Gaido, era ministro de Seguridad de la provincia.
Nunca me había reunido con Gaido antes, las nuevas formas de comunicación institucional no hacían tan sencillo ni el acercamiento ni el diálogo con los funcionarios oficiales. Política que hoy se mantiene.
Pero ese día, Gaido me llamó y nos juntamos en Casa de Gobierno. Charlamos un rato y le expliqué la respuesta oficial que había dado la Policía. La reacción del ministro fue sumamente interesante. Estaba entre sorprendido e irritado por la respuesta de Tissier, un jefe de Policía que hacía rato estaba alejado de la realidad sin voz de mando, con resistencia de la tropa y hasta de los cuadros que lo acompañaban en la cúpula.
Ahora, el propio ministro se revelaba ante semejante incapacidad de mando.
“¿Cómo que los van a investigar? Esas imágenes no admiten discusión alguna. Es de una brutalidad tremenda lo que hicieron esos policías. No, poné -dijo con énfasis- que yo digo que van a ser exonerados. No puede trabajar gente así en la Policía”, sentenció Gaido, no solo diciendo lo que todos pensaban y rompiendo el protocolo comunicacional, sino demostrando que el Gobierno no estaba dispuesto a aceptar actitudes de esta magnitud y menos aún la tibieza de un jefe policial que iba de salida.
Esa tarde noche, por fin hablé con Adelina. Lloraba. Su hijo seguía internado con daño cerebral severo, pero ya no era un ladrón, como dijo la Policía, sino un pibe más víctima de la violencia policial.
En los días que siguieron, fueron muchos los que se acercaron a Adelina. El video había calado hondo. Una imagen vale más que mil palabras y, en este caso, era una condena social a la que solo le restaba la sentencia judicial.
Muerto siete minutos
Los médicos también comenzaron a analizar el cuadro de Facundo a la luz del video donde se ve la brutal agresión que le provocaron el oficial ayudante Lucas Medina, el cabo Pablo Escudero y el agente Romualdo Vázquez Mardonez. Todos fueron exonerados.
A la excitación por el consumo de sustancia, se sumaron la golpiza y la inmovilización brusca y sostenida.
Un forense me explicó: “Se ve una presión que hace a la altura del cuello y que puede afectar la tráquea y el sistema vascular, pero la que más compromete la vida de la persona es la compresión torácica. Al estar sobre los pulmones, no permite la insuflaxión para ventilar todo el cuerpo, es decir, no puede entrar todo el aire necesario. Esta presión sostenida durante unos minutos puede provocar la muerte o secuelas gravísimas”.
En paralelo, una fuente de las fuerzas de seguridad que conoce las distintas técnicas de reducción de personas confió: “Es una técnica del Krav Magá, que es el sistema de lucha y defensa que utilizan las fuerzas de seguridad israelíes. Acá solo se debería utilizar en casos de resistencia muy manifiesta donde haya un riesgo de vida para el personal policial, pero no debe ser sostenido. Solo se utiliza para reducir y esposar, no se debe sostener la presión”.
Lo cierto es que en medio de la desesperación por falta de aire a Facundo le patearon la cabeza con la punta de acero que tienen los borceguís de la Policía.
El SIEN confirmó que cuando llegaron estaba tan agitado que le inyectaron un calmante y, en cuestión de segundos, entró en paro y a las 16:11 se quedó sin pulso. Durante siete minutos, los profesionales hicieron tareas de resucitación avanzadas, y a las 16:18 Facundo reaccionó y lo trasladaron de inmediato al hospital Regional, donde quedó internado.
Esos siete minutos dañaron severamente su cerebro y lo dejaron postrado. Solo hubiese bastado reducirlo y esposarlo. Las trompadas, las patadas y la inmovilización extendida le arrebataron la vida.
Juicio y condena
La fiscal Valeria Panozzo avanzó sobre la formulación de cargos a los tres policías, por vejaciones y lesiones gravísimas, y luego terminó sumando al jefe del operativo, Juan Alberto Rubilar.
El juicio, coincidencia o no, arrancó el 3 de abril de 2019, un año después de trascender el video.
El testimonio de los médicos fue categórico: “Facundo presenta un cuadro de encefalopatía hipoxico-anóxica, lesiones que produjeron una enfermedad mental y corporal incurable”.
Los forenses aseguraron: “Está con una patología crónica, prácticamente irreversible. Va a requerir de ahora en adelante ayuda de terceros. Es una enfermedad secuelar con una discapacidad permanente”. El diagnóstico fue estremecedor.
El 10 de abril de 2019, en un fallo dividido, los jueces Diego Piedrabuena, Daniel Varessio y Andrés Repetto dieron a conocer la sentencia por la agresión policial a Facundo. Tres de los policías fueron condenados. En tanto, Rubilar resultó absuelto.
El 14 de mayo de 2019, se hizo la audiencia de cesura y, esta vez, por unanimidad, los jueces resolvieron las penas y dos de los tres policías fueron condenados a prisión efectiva. A Lucas Exequiel Medina le dieron tres años efectivos por patear en el suelo al joven. A Pablo José Escudero, siete años por ser el responsable del estado actual en el que quedó Facundo. Y a Romualdo Mardones le dictaron una condena de dos años en suspenso, por lo que siguió libre.
El 27 de febrero pasado, Escudero accedió al beneficio de la libertad condicional. Es decir, ya no queda nadie tras las rejas por dejar a Facundo postrado, vivo, pero sin poder vivir.
Hoy, es olvido
Facundo estuvo un tiempo en el hospital Bouquet Roldán, donde fue asistido en forma ejemplar. “Lo que me brindaron el personal médico y enfermeros de ese hospital es inolvidable. Es un hospital que va a estar siempre en mi corazón. Hasta me ensañaron cómo cuidarle el pañal a mi hijo para que me dure más”, graficó Adelina, que se desborda en agradecimientos.
Adelina merece un párrafo aparte. Es la mamá anticámaras, sus declaraciones no gozan de la pomposidad que necesitan los medios para publicar títulos grandilocuentes y plagados de odio.
Adelina es mamá, trabajadora y asistente de su hijo casi a tiempo completo. No odia ni detesta a los policías que golpearon a Facundo. “Yo les dije en el juicio que los perdonaba”, recordó la mujer, que cree en Dios y habla desde el lugar del amor al prójimo. Estremece.
“Seguramente me escucharían mucho más si yo dijera cosas terribles a estas personas y anduviese por los medios contando todo lo que tenemos que atravesar. Hablo con ustedes porque nos ayudaron desde un primer momento”, confió Adelina durante la larga charla que tuvimos esta semana.
Cuando la pandemia estaba por estallar en el país, ella tomó la dura decisión de volver a Picún Leufú y cuidar en la casa a su hijo.
El Gobierno, mediante la subsecretaria de Derechos Humanos, Alicia Comelli, tomó el compromiso de asistir a Facundo. “El Estado deberá acompañarlo toda la vida porque esto ocurrió en el marco del accionar de la Policía”, dijo la funcionaria.
Pero Facundo no es una víctima útil, por eso está olvidado por la Oficina de Buenas Prácticas de la Subsecretaría de Derechos Humanos.
“Actualmente, no recibo ninguna asistencia. A Facundo no le llegan los pañales desde hace dos meses y está sin medicación”, confió Adelina, que cuenta que el dinero que le daban en un principio para alquilar en Neuquén ahora se transformó en una precaria ayuda, “pero ayuda al fin”, confía la mujer con un optimismo abrumador.
El Gobierno no le provee de un kinesiólogo y tampoco un ayudante terapéutico que sería de gran ayuda para Adelina, que reveló que “el pedido de un botón gástrico lleva seis meses sin respuesta”.
La única pausa que tuvo Adelina en estos cinco años fue un viaje a Chile, había muerto su padre.
Así las cosas, Facundo depende del carisma y la fuerza de su madre, que mes a mes tiene que ir hasta Cutral Co para golpear a la zona cinco de Salud para que no se olviden de las necesidades de su hijo.
“En estos años, Facu logró decir ‘maaaa’, volvió a saborear un yogur y se ríe. Por suerte, Dios siempre nos ha acompañado”, contó Adelina, que agradece que su hijo esté vivo por eso acepta la cruz y camina por ese valle de espinas en que la dejó el Estado.
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario