La historia detrás del crimen de las 13 puñaladas de Toma Norte
César Nahuelquen está con prisión preventiva por matar a Julio González Poo, su cuñado. Habló desde la cárcel y contó una cruda historia de violencia de género que padecía su hermana que también dialogó con LMN.
Eran las primeras horas del sábado 2 de abril en Toma Norte. César Nahuelquen fumaba un cigarrillo en la vereda de la casa de su hermano Román cuando su ex cuñado, Julio González Poo, junto a dos jóvenes más, aparecieron repentinamente en escena. Sus sombras alargadas se extendían a lo largo de la calle de tierra precariamente alumbrada.
Julio y César discutieron. El centro de dicha disputa fueron los golpes que Julio le dio esa tarde a la hermana de César y su sobrina de 4 años. Todo presagiaba que nada iba a terminar bien y así fue. César asesinó de 13 puñaladas a Julio en plena calle y luego se dio a la fuga.
A las 48 horas, César se entregó en la Comisaría 18 y la Fiscalía de Homicidios le formuló cargos por el crimen. En la acusación también entró Román y así, los hermanos quedaron detenidos con prisión preventiva en la alcaldía de la Comisaría 19.
Todo parece ser claro como el agua, como una disputa típica de jóvenes del oeste neuquino, pero la trama es mucho más compleja, aunque no hay nada que ponga en dudas el crimen de González Poo y que César Nahuelquen es el autor.
Ahora, nos sumergimos en dos relatos crudos que aportan información que deja expuesta a la Justicia neuquina y la falta de reflejos en situaciones de violencia de género, detalle no menor, que permitió que todo terminara desmadrado y con una muerte de por medio.
Tras las rejas
César Nahuelquen se presenta: “Tengo 34 años, tres hijos de 2, 6 y 14 años. Antes de estar detenido, trabajaba como electricista, tenía dos obras importantes en barrios de Neuquén y Centenario”.
El hombre cuenta que creció en el barrio San Lorenzo y que tiene un par de hermanos mayores bravos, vinculados al mundillo delictivo.
“Siempre busqué hacer cursos y aprender oficios para poder salir del barrio y trabajar. A mí, de adolescente, me demoraba la Policía por portación de apellido. Es toda una gran ironía porque ahora estoy preso y siempre busque esquivar una vida vinculada al delito. Pero estoy acá por defender a mi hermana. Yo no tengo antecedentes, siempre laburé”, explicó.
“Todo tipo de violencia es mala. Yo entiendo que hice mal, soy muy consciente de eso y estoy arrepentido, pero mi reacción fue por todo lo que él le hizo a mi hermana”, aclaró César, que está dispuesto a aceptar una condena por su crimen, pero pide que “sea proporcionada”.
“Yo no quiero que me dejen en libertad mañana, pero sí que comprendan que yo estaba defendiendo a mi hermana, algo que la Justicia no hizo pese a las denuncias que había. Él golpeaba a mi hermana y hasta la abusó sexualmente. La dañó para siempre a mi hermana y a mi sobrina”, contó Nahuelquen, que luego brindará detalles, desde su mirada, de lo que ocurrió esa noche trágica.
El calvario
Antes de avanzar, es necesario sumar el relato de la hermana de César sobre la violencia extrema que soportó y que, según cuentan, terminó siendo el desencadenante del crimen de Julio González Poo.
"Mi hermano no es un asesino, sólo me quiso defender", aclaró la mujer de 33 años, que es madre de tres hijos. De ella no brindaremos su identidad porque es víctima de violencia de género y estamos obligados a resguardarla.
Con ella solo vive la pequeña de 4 años, los otros dos hijos, que son adolescentes, tienen el régimen de tenencia compartida. Vale aclarar que ninguno de los tres hijos son de su ex, Julio González Poo.
La mujer conoció a González Poo en la misma Toma Norte donde ocurrió todo. Lo que comenzó como una suerte de aventura amorosa, derivó en un noviazgo que al poco tiempo se convirtió en una pesadilla para ella, que radicó denuncias de ataques muy severos en 2021, pero nunca tuvo respuesta de la Justicia.
LMN tiene al menos dos denuncias, una de julio de 2021 y otra del 1 de abril de 2022, cuatro horas antes del crimen. Ambas fueron radicadas en la Comisaría 18. Las mismas ya fueron incorporadas a la causa por el abogado defensor Sebastián Perazzoli.
“Estuvimos un año con Julio. Una se mete en una relación y no sabe lo que viene. Cuando me lo quise sacar de encima, ya era tarde. Él vivía a dos cuadras y toda su familia estaba en la toma”, detalló la mujer.
Es importante entender que las relaciones en las tomas, y no me refiero a las amorosas, sino a todo tipo de relaciones, son complejas. La precariedad no solo está en las características de las viviendas, sino también en los recursos con los que cuentan sus habitantes para resolver determinadas situaciones y esta no es la excepción.
“Yo le pedía a Julio que no vaya más a mi casilla, pero él era intenso y seguía yendo y se me metía por la fuerza. Llegué a dormir con candado, pero se metía por la ventana. Él hacía lo que quería y yo le pedía que por favor me dejara tranquila con mis hijos”, describió la mujer sobre el hostigamiento al que estuvo expuesta.
Julio González Poo tenía 21 años. Era un pibe bravo e impulsivo. De menor ya había tenido causas por robo y robo en poblado y en banda, en las que intervino la Fiscalía de Delitos Juveniles.
Lejos de seguir un tratamiento con el fin de mejorar su vinculación social, Julio andaba a los tumbos y sin identificar ningún tipo de límite.
“Me vivía amenazando porque yo no quería volver con él. Yo no sabía cómo manejar esas situaciones. Me violó varias veces”, dijo la mujer, que se quebró en un llanto prolongado, para luego agregar sollozando: “Yo le tenía mucho miedo. Me decía que, si lo denunciaba, me iba a quemar a mí y a mi hija mientras dormía”, contó.
“Pensé en irme de la toma, pero no tenía dónde ir. Cada vez que salía para ir a casa de mi madre o de mi hermano, me seguía. Era un tipo enfermo”, aseguró la joven madre, que era violentada física, psicológica y económicamente.
Respecto de las denuncias, nunca nadie se contactó con ella. Recién después de que César Nahuelquen matara a Julio González Poo, la Justicia le entregó un botón antipánico, “por si la familia de Julio me venía a atacar”, detalló la mujer.
El día final
Volvemos con César, que tras las rejas reconstruye lo que fue esa última jornada en libertad, porque las 48 horas que siguió libre tras el crimen fue en situación de prófugo.
“Ese día, volvía cerca de las 20 de una de las obras. Me traía un compañero que se dedica a la construcción en seco. Me iba a dejar en la casa de mi hermano Román, en Toma Norte, cuando veo en el celular un mensaje de mi hermana que decía ‘Gordo’ por lo que le pedí a mi compañero que frenara en lo de mi hermana, porque presentí que algo no andaba bien”, recordó César.
Al llegar, se encontró con una escena bastante dura. Su sobrina de 4 años corrió hacía él, tenía la ceja cortada, y le dijo: “Tío, Julio nos pegó y se robó el tele”.
“Tranquilicé a mi sobrina y, cuando entré a la casilla, vi a mi hermana que se estaba arrastrando, toda empapada y golpeada. La trató peor que a un perro”, describió Nahuelquen.
En ese momento, César contó que tomó la decisión de llevar a su hermana hasta la Comisaría 18 para hacer la denuncia.
A su compañero de trabajo, le pidió si podía ir a dejar al ayudante y luego volver para llevarlos a la dependencia policial.
“Salimos para ir hasta la casa de mi hermano Román -todos viven en la toma- y justo pasó un móvil. Le contamos todo lo que ocurrió y avisamos que en un rato íbamos a la comisaría”, detalló el joven.
De acuerdo a la denuncia, de la cual tiene copia LMN, se radicó a las 20:39 en la Comisaría 18.
La joven madre contó la situación de violencia vivida ese día y también les explicó que Julio González Poo la había amenazado de muerte a ella y a su hija de 4 años.
Luego, César y su madre, acompañaron a la hermana a la casa de una amiga donde pasaría la noche porque tenía mucho miedo, un miedo que es intenso, que tiene que ver con la vida propia y de los hijos. A veces, las palabras no alcanzan y ahondar en descripciones ni siquiera permite acercarnos un poco a esas sensaciones extremas.
Lo cierto es que César y su madre regresaron a la casa de Román caminando y, en ese trayecto, él se puso al tanto de todo lo que venía viviendo su hermana, incluso de las situaciones de abuso y las amenazas contra su familia.
“Yo me enojé mucho porque hubo otras situaciones más en las que tendría que haber denunciado, porque se supone que a todas esas denuncias le tienen que dar pelota, pero luego entendí lo que atravesaba mi hermana y lo difícil que le ha sido poder denunciar. Ella se llegó a sentir culpable de la situación en la que estaba y en que había quedado el resto de la familia. Es tremendo”, resumió.
Esa noche, en casa de Román, César, su madre y su cuñada comieron unos sanguches de milanesa.
“Justo la esposa de un compañero nos avisó que hizo milanesas caseras así que le fuimos a comprar. Yo me comí un solo sanguche porque me había quedado mal por todo lo que me enteré”, recordó César, que se lleva tan solo un año con su hermana y por eso desde chicos siempre fueron muy compinches.
“Salí a la calle a fumar un pucho. Después me enteré que González había pasado por la casa de la amiga de mi hermana, ella se escondió en el baño, y el pibe le dijo: ‘Más vale no me denuncie. Yo llego a ir preso por su culpa y la mato’”, contó César.
Trece puñaladas
Evidentemente, González Poo de la casa de la amiga de su ex, partió a la casa de Román. Todo dentro de la misma toma. Disculpen que insista con lo de la toma, pero sólo es a los fines de que la Justicia pueda tratar de ubicarla en un mapa como otros tantos sectores de la ciudad y la provincia a los que no sabe cómo llegar.
“Estaba en la vereda cuando apareció él con dos amigos. Me comenzó a bardear y me recriminó por qué habíamos hecho la denuncia”, confió Nahuelquen.
Ahí se produjo un acercamiento muy calculado en una zona de luz entre César y Julio. La conversación estuvo llena de reproches vinculados a la situación de violencia que le estaba haciendo vivir a la hermana.
“Le dije que después yo iba a hablar con él y me di la vuelta para volver a lo de mi hermano. Ahí me revoleó primero una piedra y después una lata de cerveza. Cuando me di vuelta me dijo: ‘Te voy a matar gil, a vos y a tu hermana'. Eso me puso como loco. Entré a lo de mi hermano, saqué un cuchillo y lo fui a buscar. Golpea y viola a mi hermana y encima nos amenaza”, describió César lo que él considera que fue el desencadenante de su extrema reacción, que incluyó 13 puñaladas sobre el cuerpo de González Poo.
A la distancia, César Nahuelquen piensa que todo fue un arrebato: “Estaba muy sacado con González. Estoy arrepentido de lo que hice, pero estoy convencido que, si la Justicia hubiese actuado antes, no habríamos llegado a esto. Me genera impotencia que la Justicia no le haya puesto ganas. Mi hermana hizo varias denuncias, ¿qué estaba esperando la Justicia? ¿Esto? Podrían haber reaccionado antes”.
Tras el crimen, César permaneció dos días prófugo. "Después de esa situación – el homicidio -, aparecieron dos tipos con armas afuera de la casa de mi hermano. Yo en ese momento me fui de ahí, porque no quería que le hicieran nada a mi familia. Pero siempre me quise entregar. No sé por qué no atiné a ir derecho a la comisaría. Hay muchas cosas que cambiaría si pudiera, pero sigo convencido de que si la Justicia hubiese actuado antes, nada de esto hubiese pasado”, insiste una y otra vez el joven electricista devenido en asesino.
Víctima de violencia abandonada
“Me duele en el alma ver que mi hermano está preso. No sé cómo actuar. Con César siempre fuimos compinches, siempre me cuidó y siempre fue puro amor para nosotros”, cuenta la mujer.
“Que la Justicia no haga nada no se entiende. Después del crimen me dieron un botón antipánico. Recién después de todo lo que pasó me lo dieron y por si la familia de él me quiere hacer daño”, contó incrédula la joven, que tuvo que abandonar su casilla y la barriada por seguridad.
La bronca mayor que tiene la familia de Nahuelquen pasa por cómo la Justicia permitió el in crescendo de violencia y que solo reaccionaran movilizados por la sangre que corrió en forma innecesaria.
En la actualidad, a la mujer víctima de violencia, el Estado no le ha provisto ni siquiera un psicólogo y lo necesita con urgencia, porque su situación es de extrema vulnerabilidad.
“Por ahora, sólo me brindan un acompañamiento telefónico, que es lo mismo que nada, porque me llaman para ver cómo estoy, pero no se ocupan de nada. Yo después de irme del barrio tuve que comenzar a pagar alquiler y tengo que mantener a mis hijos. A mí no me alcanza para pagar 2.500 pesos a un psicólogo, sinceramente no lo puedo pagar. No recibo ningún tipo de ayuda, pese a todo”, describió la joven madre de tres hijos.
Domiciliaria
La trama del crimen de las 13 puñaladas sumó esta semana novedades judiciales.
El defensor Sebastián Perazzoli, como dijimos, sumó las denuncias de violencia de género y brindó información sustancial sobre el contexto de los hechos, sin excusar a César de la autoría del crimen.
“Entendemos que este es un caso de legítima defensa de terceros en un contexto de violencia de género. Todos los elementos de este caso deben analizarse con perspectiva de género y no en forma aislada o separada. Este no es un crimen más de los típicos del oeste”, explicó Perazzoli, que solicitó en una audiencia la prisión domiciliaria de sus defendidos.
Si bien un juez de garantías rechazó la solicitud del defensor, un tribunal revisor hizo lugar parcialmente.
Por mayoría, los jueces resolvieron dictar la domiciliaria a Román. La fiscalía no tuvo mayores inconvenientes, pero todavía no están dispuestos a desvincular al joven de la causa.
En cuanto a César, sí hubo una oposición pronunciada de la fiscalía y es comprensible que los jueces le hayan denegado la prisión domiciliaria, porque como autor del crimen estuvo prófugo y eso representa un riesgo procesal considerable.
En ese sentido, César vuelve a insistir: “Yo no quiero que me dejen libre, sólo pido que contemplen la situación en que yo actué y no me den una pena desmedida. Si a mí me dicen que tengo que ir preso cuatro o cinco años, los firmo ya. Yo no ando por la vida matando gente, me dedico a trabajar y eso lo pueden comprobar muy fácilmente”, afirmó el joven.
A lo largo de la charla, lamentó una y otra vez la carencia de herramientas que tuvo al momento del hecho. No obstante, en la cárcel, como forma de sanar y medio de expresión, ha comenzado a componer canciones.
“Tengo como unas 20 canciones, una de ellas habla justamente de lo que pasó con mi hermana y el crimen. Me hace bien escribir y es una forma de sobrellevar el encierro”, contó César, que asegura que el día que recupere la libertad, va ir al Chocón con sus hijos a pescar.
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