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S.O.S. destapador: ¿cómo sacar un corcho fácil?

En ocasiones, un buen vino puede dar más trabajo que la cuenta antes de servirse.

La mayoría de las botellas de vino se abren en un pispás: no más meterle el sacacorcho y hacer un poco de fuerza o palanca para que ceda. Pero ¿qué pasa cuando el tapón no se afloja o, peor, se rompe y queda atorado una falange en el cuello de la botella?

Para un bebedor de vinos es el horror. Hasta ese momento todo era expectativas de placer y futuro de buen gusto. Pero ahora queda la decepcionante perspectiva de beber una botella con esquirlas de corcho, o bien, una complicada ortopedia de filtrado y refiltrado para dejar el vino limpio. Por lo menos veinte minutos de equilibrios y trasvasamientos incómodos. Todo cuesta arriba.

Eso, sin mencionar el más fatídico de los errores que llega con el hartazgo: hundir esa falange con un golpe seco de, por ejemplo, el mango del sacacorchos. Fatal error, que genera un efecto ariete y saca un chorro de vino a toda presión. Lo hemos visto.

¿Qué hacer? Nada más simple si se conoce alguno de estos trucos.

Lo básico: un buen sacacorchos

Hay muchos tipos de sacacorchos, pero los que mejor funcionan son aquellos que tienen una bisagra que permite hacer palanca en dos tiempos y, de paso, sostener el gusano siempre en posición vertical, cosa que no rompe el corcho jalando torcido. Los que son del tipo “tirar para abrir” o tipo “T” o con tirabuzón tipo tornillo con extractor por rotación, suelen fallar en los corchos más difíciles o largos. Eso, sin mencionar que si el gusano es corto, no hay mucho que se pueda hacer frente a un tapón difícil. O casi.

El truco del encendedor

Una de las razones por las que el tapón queda adherido al vidrio de la botella es que viene embebido en una resina que, si se reseca, funciona como un pegamento. Por eso, en los vinos que llevan algún tiempo guardados tiende a ser más grave el asunto.

Si eso sucede, lo que hay que tener claro es una sola cosa: esa misma resina se ablanda con un poco de calor. En ese caso, con acercarle la llama de un encendedor al pico y entibiarlo alcanza para que se libere. Se puede practicar incluso antes de que se rompa y es útil, sobre todo, en casos de vinos viejos.

El sacacorchos especial

Con todo, lo ideal para abrir botellas cuyos tapones son rebeldes, sobre todo si llevan tiempo guardadas, es usar otro tipo de sacacorchos que, en general, uno nunca tiene a mano a menos que sea un especialista. Se llama tipo Ah-so y, bien mirado, es como una letra griega π. Cada una de las patas son unas láminas delgadas que se cuelan por el borde del corcho haciendo un pequeño muñequeo, de forma que cuando está ya clavado nada más hay que hacerlo girar: las mismas paletas despegan el corcho y se lo llevan encerrado entre ellas.

¿Si ya se rompió?

Filtrar una botella de vino es muy simple si uno tiene la herramienta perfecta: un filtro para, por ejemplo, poner en el pico de un decantador. Nadie tiene algo así a menos que se dedique a destapar botellas profesionalmente. ¿Entonces? Un filtro de papel para café puede funcionar, pero hay que limpiar muy bien el embudo. Lo mejor, sin embargo, es usar un colador fino bien limpio y colar el líquido hacia un recipiente más grande, como un jarrito, luego se enjuaga la botellas y vuelve a envinar con un chorrito del mismo vino antes de llenarla y filtrar de nuevo.

¿Y si no hay sacacorchos?

Más de una vez alguien se fue de pesca o camping y llevó una botella para darse un gusto. Llegado el momento del descorche, la herramienta o no aparece o no viajó. Acá hay tres alternativas. O no se bebe, cosa que descartamos; o se intenta abrir usando cualquier cosa, como una llave tipo yale; o se practican estas dos variantes relativamente infalibles: una, es golpear la base de la botella contra un árbol, con firmeza y repetidas veces, usando el talón de una zapatilla como amortiguador, para que el efecto ariete empuje el tapón hasta que uno puede asirlo con la mano; dos, con un encendedor se procede a calentar la cámara de aire que hay entre el vino y el tapón y el mismo gas, ahora expandido, empuja el corcho hasta que se puede sacar a mano.

El objeto más patentado

Existe una leyenda urbana que asegura que el sacacorchos es uno de los objetos que más patentes industriales registra. Cualquiera sea el caso, a la hora de comprar uno bueno, los que no fallan son siempre de dos tipos: los así llamados de doble impulso –con una bisagra en el apoyo de la bodetea–, o extractores con gusano de teflón, sea eléctrico o manual. El resto, aún siendo lindos, fallan alguna vez.

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