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Un tumor en el cerebro puede ser también un punto de partida

Kharla Barreto Palazzi. La operaron y tuvo que luchar para recuperarse de las secuelas. Cambió su profesión y hoy se dedica a vivir la vida de otra manera.

POR MARIO CIPPITELLI - [email protected]

A veces la vida puede cambiarte en un instante y para siempre. Estás en el gimnasio haciendo la rutina diaria. Es un poco de ejercicio, para luego seguir cumpliendo con tu trabajo, tus obligaciones y tus responsabilidades. Estás bien. Al menos eso es lo que sentís. Te va bien en tu empleo, en tus relaciones sentimentales y en tu familia. La vida te ofrece una sonrisa que parece eterna. Pero pasa algo inesperado. Te sentís mal y te desmayás. Despertás con mucha gente alrededor que te mira con asombro y curiosidad. Te recuperás y vas al médico. Te hacen los estudios y te dicen que tenés un tumor en el cerebro. De golpe, la vida dejó de regalarte sonrisas. Hay que volver a empezar. ¿Tendrás oportunidad?

Este podría ser el resumen de los últimos dos años de Kharla Barreto Palazzi, una ingeniera venezolana de 32 años que hasta hace poco vivía como se vive en estos tiempos: a toda velocidad y cumpliendo horarios y esforzándose por mantener una carrera brillante, pero que decidió hacer algo con su vida, su cuerpo y, fundamentalmente, su cabeza jaqueada por un cáncer.

Cuando ocurrió aquel episodio estaba en Perú, ya que ella y su marido (también ingeniero) habían sido trasladados a ese país por la empresa para la que trabajaban.

Los médicos le dijeron la verdad. El tumor era operable, pero las secuelas desconocidas. Al fin y al cabo, el cerebro es algo muy delicado para abrirlo, cortarlo y extraerle un pedazo que está enfermo. La computadora del cuerpo podría no responder como hasta hace poco lo hacía frente a las obligaciones que había que cumplir. Nadie tenía la certeza de que todo siguiera funcionando igual.

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Kharla aceptó el desafío, sabiendo que no tenía muchas opciones. La operación fue exitosa en términos quirúrgicos. El tumor fue retirado y se inició el tratamiento oncológico de rutina, pero aquella ingeniera que era una maquinita de trabajar y de vivir tuvo que enfrentar lo peor.

Después de la cirugía quedó con afasia, un trastorno del lenguaje que impide a la persona comunicarse con su entorno. Es decir, ella escuchaba y comprendía todo lo que le decían, pero no podía expresar una sola palabra. Para colmo, una mitad de su cuerpo quedó paralizada.

“Tuve que aprender a escribir y a caminar otra vez”, reconoce. Su madre, que es docente, empezó a enseñarle con toda la paciencia del mundo, como si la hija, esa mujer de 30 años, hubiese regresado a la primera etapa de su infancia, de un día para el otro.

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A fuerza de rehabilitaciones, Kharla comenzó a mover las partes del cuerpo que estaban paralizadas y aquella afasia que la tenía secuestrada desapareció paulatinamente, de manera increíble. Fue un proceso largo que combinó frustraciones y desesperanza, aunque las ganas de superarse pesaron más.

Se reincorporó a su trabajo con todas las limitaciones que tenía. Se esforzó y se ejercitó. Comenzó a comunicarse de a poco. Lo logró. ¿Pero cómo?

“Nunca pensé que me iba a morir. Siempre he tenido una actitud resiliente y desafiante ante la vida. Me dije ‘esta es otra prueba más’”, contesta. Y asegura que siempre fue una mujer decidida a enfrentar los problemas y a resolverlos, por más dificultosos que fueran o parecieran.

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La vida de Kharla también cambió a partir de un nuevo traslado laboral de su esposo. Esta vez, el destino quiso que su lugar para vivir fuera la ciudad de Neuquén.

Desde hace un año y medio, y completamente recuperada de aquel trauma, Kharla reside en la ciudad capital, aunque su trabajo está lejos del petróleo, no por una cuestión de incapacidad, sino por decisión propia.

“A partir de la cirugía, la vida me hizo un clic. Y empecé a hacer cosas que tenía ganas de hacer y que siempre había postergado”, asegura. Entre el listado de temas pendientes, figuraba un viaje sola a Turquía, algo que siempre había soñado y que finalmente hizo. Otro, un poco más curioso, teniendo en cuenta su profesión de ingeniera, era abrir una cafetería. Y así fue que inauguró un pintoresco local en la calle Talero, atendiendo al público, despachando cafés y arepas y estableciendo nuevas relaciones personales porque Kharla es muy sociable y cuando habla, entre sus palabras brotan sonrisas y optimismo, ese que siempre tuvo pero que ahora parece haber aumentado.

Como si fuera poco, también se dio el gusto de escribir un libro, pero no cualquiera, sino uno en el que pudiera relatar su increíble e intensa experiencia. La publicación, que está en imprenta y pronto será presentada en Neuquén, se llama “Todo comienza en la cabeza”, un título por demás elocuente para que la gente sepa lo que le pasó, con todos los detalles, desde aquel primer diagnóstico médico, su lucha, sus esfuerzos y su constancia hasta la recuperación final.

“El objetivo del libro es que alguien que está atravesando algo similar, o que tenga un familiar enfermo o que esté pasando una situación desafiante de vida se diga a sí mismo: ‘todo lo tengo yo para poder salir adelante’”, dice convencida.

Durante toda la entrevista Kharla habla sin pausas, da consejos, hace bromas cuando reconoce que todavía no recuperó del todo su memoria y sostiene -una y otra vez- que todo pasa muy rápido, que hay que vivir intensamente y hay que hacer aquellas cosas que a uno le gustan y que siempre tuvo ganas de hacer. Resalta que en algún momento es necesario poner una pausa, que no todo es una rutina, que la vida no es automática.

Luego posa para las fotos que ilustrarán la entrevista, se acomoda el pelo porque es muy coqueta, gira para un lado y para el otro, siguiendo las instrucciones del fotógrafo, y no deja de sonreír. Nunca deja de sonreír.

Cualquiera que la ve piensa que Kharla es una mujer exitosa, de esas a las que la vida siempre les concedió todo y que nunca el destino interfirió en sus planes. Mucho menos que vivió una situación traumática que la puso al límite.

Se asombrarían al saber que todo comenzó con una convulsión mientras hacía gimnasia y que alguna vez tuvo un tumor en el cerebro. Difícil de creer, pero es así.

Por su decisión -propia e inquebrantable- Kharla renació contra todos los pronósticos, optó por mirar la vida desde otro ángulo y ahora está encaminada a volver a ser feliz. Con algunos cambios, claro, pero decididamente feliz.

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