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La Mañana terapia

Volver a empezar: la inmensa labor de rehabilitación detrás del coronavirus

El equipo de kinesiología del Castro Rendón es clave durante la estadía de los enfermos en terapia, cuando pasan a sala común y aun cuando son dados de alta. cómo hacen para ayudar a respirar.

Lo peor es que al final del día es no poder abrazar a los pacientes que se van caminando, o cuando abandonan el área crítica de terapia covid, o cuando logran incorporar una bocanada de oxígeno hasta el confín de sus entrañas. Como hacíamos las personas cuando algo nos iba bien y como corolario, descansábamos en el hombro del otro. Eso debe ser lo más jodido. Después, los diez hombres y mujeres que componen el servicio de Kinesiología del Hospital Castro Rendón se bancan todas: la máscara apretada y asfixiante, el desgaste emocional y físico, las horas moviendo las piernas de una persona sedada, el llanto y la angustia de quienes se creen solos, las horas lejos de casa, la rigurosidad del protocolo para vestirse y desvestirse, el miedo de manipular secreciones con virus vivo. Todo eso se bancan y más, porque su deseo para cuando se acabe la pandemia es que sobreviva la mayor cantidad de gente posible. “Para eso trabajamos”, dice el doctor Adrián Cattaneo, director asociado del hospital y jefe del servicio.

La pandemia trajo una nueva realidad organizativa a la institución y en eso la cuarentena temprana colaboró sustancialmente. “Nos dio tiempo a organizar el ingreso al hospital y mantener un protocolo para las urgencias, para organizar a los pacientes internados en áreas exclusivas donde no llegara el virus. Tuvimos tiempo de protocolizar las visitas en los diferentes pisos de las zonas libres de coronavirus, e igual de importante, la cuarentena temprana nos ayudó preparar los protocolos para capacitar al personal, desde administración hasta aquel que tiene contacto directo con pacientes infectados”, explica Cattaneo y agrega que la pandemia ha cambiado la idiosincrasia del hospital “porque si bien antes convivíamos con otros virus, no existía uno con la potencialidad de contagio que tiene éste que llega a ser hasta tres veces mayor”. Algo sumamente importante en un edificio sanitario con 700 empleados activos.

“Nosotros contamos con una terapia exclusiva para pacientes con covid positivo de 39 camas, de las cuales al día de hoy están ocupadas siete con pacientes muy críticos y otras doce con pacientes que, si bien tienen la enfermedad, no necesitan respiración asistida”, añade el doctor. Además, por fuera del área de infección, cuentan con la sala de cuidados intensivos con un total de diez camas.

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En total son diez profesionales que rotan en dos grupos entre terapia covid y consultorio. 

En total son diez profesionales que rotan en dos grupos entre terapia covid y consultorio.

El aire que respiran

El servicio de kinesiología se divide en dos grupos de cinco personas para cubrir dos frentes: por un lado, el consultorio de rehabilitación para pacientes pos quirúrgicos y pacientes recuperados de coronavirus, y por el otro, la terapia intensiva donde están las personas que contrajeron el virus y están transitando la enfermedad. Los diez profesionales se alternan 15 días en cada área: el grupo de cinco que estuvo en terapia es hisopado y baja a consultorio, mientras que el grupo saliente entra a terapia.

Una de las kinesiólogas, Ana Barreto se queda siempre en atención regular, ya que su edad y una condición preexistente, la harían vulnerable a contraer el virus. Ella allí se encarga de recibir a las personas que ya fueron dadas de alta por covid y les ayuda a tonificar las partes de su cuerpo débiles y a ejercitar la respiración. “Acá vienen en silla de ruedas, a la semana entran en muletas y la próxima se van caminando”, expresa con alegría.

Lo que ocurre arriba, en el área crítica, Ana no puede verlo sino en los rostros cansados y marcados de sus compañeros, una vez que se incorporan a su lado. “Los días que estoy en terapia son muy exigidos, la máscara protectora nos dificulta la respiración también a nosotros y nos tenemos que concentrar muchísimo en el paciente, en sacarlo adelante, pero también en nuestros movimientos para no cometer ningún error”, cuenta Aníbal González, otro de los miembros del equipo. A pesar de eso, Aníbal pone el mismo empeño en las palabras que usa para traer de vuelta a una persona de la sedación que a la fuerza propinada sobre las piernas de un paciente al que los días de convalecencia lo han dejado atrofiado. “Por que amo mi trabajo”, sintetiza. “Yo estoy muy orgullosa porque en pandemia veo a mis compañeros que lo dan todo; realmente lo hacen, lo veo cuando llegan los pacientes dados de alta y vienen super agradecidos de cómo los atendieron en terapia”, afirma Ana.

Natalia Tuninetti está hace 7 años en el hospital y cuando le toca estar en terapia covid también ayuda a la gente a respirar. Para lo que algunos es un acto mecánico que pasa desapercibido, para otros es una batalla. Es pensar en el aire que les falta y llegar a sentir la desesperación. Cuando la enfermedad avanza y copa los pulmones se desarrolla la neumonía por covid y muchas veces estas personas si son mayores o padecen una enfermedad de base, no pueden superarlo sin la ayuda de un respirador. “A los intubados les realizamos maniobras torácicas para aflojar las secreciones, realizamos aspiraciones para limpiar el pulmón, entre otras maniobras kinésicas”, explica Natalia. También realizan el monitoreo de la respiración estudiando las curvas de la respiración del internado. “El paciente ventilado requiere una observación continua”, asegura. Y cuando están despiertos y pueden valerse de sus propios medios, realizan junto a ellos ejercicios para disminuir las disneas “como la respiración profunda por nariz y por boca, y la tos inducida para terminar de limpiar las vías”, detalla la kinesióloga.

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Leticia Castillo trabaja como kinesióloga en el Castro desde hace 20 años.

Leticia Castillo trabaja como kinesióloga en el Castro desde hace 20 años.

Una de las herramientas que han implementado en la terapia es la utilización de videollamadas con los familiares. “Al estar las llamadas por WhatsApp las posibilidades de animar a un enfermo son muchas más”, cuenta Leticia Castillo, que ya lleva 20 años en el Castro como kinesióloga. “A veces las hacemos durante los ejercicios para que ellos vayan dándoles apoyo y a la vez estén comunicados”, expresa. Eso y una relación dedicada, humana y profesional con el paciente, es el caballito de batalla en el que se apoya Leti para poder sacarlos adelante. “Trabajar en salud pública también es tener la capacidad de evaluar lo que una determinada persona necesita en ese momento y adecuar su terapéutica a eso”, argumenta. “A algunos pacientes cuando están con buen grado de conciencia, les damos las indicaciones a través del vidrio y van haciendo los ejercicios, pero no todas las personas pueden hacerlo. A veces otras necesitan otra terapia, por ejemplo, los kinesiólogos hacemos mucha terapia cognitiva en covid; es decir tratamos por todos los medios de traer a la persona del lugar a donde se fue”, comenta.

Las manos de Leticia son tan pequeñas como su cuerpo para lo que acaba de decir. Pero la grandeza de su trabajo es inversamente proporcional a su porte. Ella está convencida de que es el trabajo en equipo -mancomunado entre los distintos servicios, solidario y responsable- el que trae los mayores resultados. Y también esa parte destinada al resto de la sociedad, de la que forma parte. “Todos estamos cansados, pero hasta que esté la vacuna cuidarnos entre todos, usar el barbijo, respetar las distancias, no salir si no es necesario, no compartir el mate u otras bebidas, es lo único que puede ayudar a que mueran menos personas con riesgos y a que no se propaguen los contagios”.

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