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La Mañana Historias de vida

Benjamín y su historia de superación: de estar al borde de la muerte a competir en maratones en bicicleta

Benjamín Raña estuvo más de 20 días en coma después de un accidente. No sabían si podría volver a hablar ni caminar. Cuatro años después, anduvo 100 kilómetros en bicicleta en La Unión Siete Lagos.

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Por Ailín Trepiana / [email protected]

¿Puede un accidente casi fatal enseñar tanto hasta transformar? Hace cuatro años, la vida de Benjamín Raña y su familia parecía desplomarse. Un grave accidente de tránsito en plena calle Leloir lo mantuvo más de 20 días en coma y nadie sabía si saldría con vida. Cuatro años después, no sólo vive sino que ríe a carcajadas, ejercita en el gimnasio y hasta corre maratones en bicicleta.

El 3 de noviembre del 2015 Benjamín fue a llevar a su hermana Agustina al trabajo, a diez cuadras de donde vivían. A fin de mes cumplía los 17 años y tenía planeado sacar por primera vez la licencia de conducir. Circulaba por la calle Leloir y debía llegar hasta Illia, pero en la esquina con la Entre Ríos, un auto se asomó por esa arteria y Benjamín se asustó. Quiso esquivar el auto e intentó hacer una maniobra, que salió mal. Se cruzó un poco de carril y una de las ruedas rozó con un auto que circulaba en sentido contrario. La rueda se salió, la camioneta volcó, se activó el airbag y Benjamín salió despedido. Su cabeza golpeó fuertemente contra el cordón de la vereda, a pocos metros del Poder Judicial. Luego supieron que el auto se asomó “por demás” porque un montículo de escombros y materiales de una obra en construcción en esa esquina impedían la correcta visión.

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Benjamín ingresó a la guardia del hospital Castro Rendón con traumatismo de cráneo severo, los pulmones perforados, fractura de omóplato, costillas, y heridas en su rostro. Tuvo hidrocefalia (acumulación de líquido en el cerebro), meningitis y neumonía. También, durante un tiempo, hemiparesia (parálisis del lado derecho). Perdió por completo la audición del oído de ese lado y varios dientes frontales.

La incertidumbre de cómo evolucionaría mantuvo a la familia, amigos y amigas con un inconmensurable dolor. “No sabíamos si iba a poder hablar, si iba a poder caminar, si iba a entender lo que se le diga. Parecía que iba a estar postrado toda su vida, pero al ser algo neurológico nunca se tiene la certeza ni se sabe cómo va a ir evolucionando”, relata Camila, su hermana mayor.

Mientras estaba internado, Benjamín volvió –literalmente- a nacer. Estuvo 23 días en coma y la madrugada de su cumpleaños, el 26 de noviembre, abrió los ojos. “Después del accidente no se movía nada, fue empezar todo de cero. Usaba pañales, estaba todo el tiempo en la cama, había que lavarle los dientes, bañarlo, todo”, describe Camila, con la misma tenacidad que la sostuvo durante este tiempo, desde que volvió de Buenos Aires -donde vivía y estudiaba-, para estar al lado de su hermano.

Los avances fueron lentos, pero certeros. Un año después del accidente pudo volver a hablar y, de a poco, recuperar los movimientos: mover los brazos, las piernas, la cabeza. El primer tiempo descubrieron que Benja no hablaba pero entendía, así que buscaban estrategias para que se pudiera comunicar, como pestañear una vez si quería decir que sí. Además, buscaron estimularle los sentidos desde el primer día. No sabían cuánto entendía, pero igual le hablaban, lo tocaban, le ponían música y le tiraban burbujas para activar su tacto.

Después del accidente, aprendí a ser buena persona

“Casi un año después, empezó a hablar. Sabíamos que algo entendía porque si le decíamos que levantara la mano izquierda, la levantaba. Interpretación había, pero no sabíamos hasta qué punto”, agrega la joven.

Cuando le dieron el alta del hospital, solo estaba en su casa los fines de semana porque el resto de los días vivía en la clínica de rehabilitación, donde se hizo de amigos y, mientras su recuperación avanzaba, los motivaba e incluso se filmaba contando su experiencia para ayudar a otros.

Benjamin Raña accidente Leloir

“Costó bastante, al principio había que moverlo a todas partes y estar siempre pendiente. Se paraba y había que estar al lado por si le pasaba algo. Fue un montón de esfuerzo de parte de Benja y para nosotros cada cosita que hacía era un avance enrome”, cuenta, por su parte, su hermano Santiago.

Desde que pudo, Benja se concentró en el ejercicio físico y cuando Fernando, un amigo de su papá, le propuso andar 100 kilómetros en bicicleta, no lo dudó. Fue así que el pasado 10 de noviembre, en una bicicleta doble que compartió con Fernando, corrió La Unión Siete Lagos, la competencia de ciclistas sobre la Ruta 40, entre San Martín de los Andes y Villa La Angostura. “Aunque yo ahora haya dejado de ir a rehabilitación, sigo haciendo cosas, esforzándome para llegar a superarla. Una de esas cosas era poder salir a andar en bici y Fer me ayudó muchísimo”, cuenta Benja.

¿Puede un accidente casi fatal enseñar tanto hasta transformar? Para él, sí. “Después del accidente, aprendí a ser buena persona”, asegura a carcajadas. El dolor ya está lejos.

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La primera palabra: el día que empezó a hablar

Benja dijo la primera palabra después de un año sin poder emitir sonido. El momento fue tan inesperado que, cuando lo cuentan, Benja y sus hermanos se ríen a coro.

“Vamos” (aunque sin ‘s’), le dijo a su tío mientras estaba sentado en el inodoro, ya cansado de esperar después de haber hecho sus necesidades. “Yo me fui a tomar agua y mi tío se quedó con él. Al ratito mi tío me llama y me dice ‘me habló’. Yo le dije ‘tío, ya sabemos que no habla’”, cuenta Camila. Pero era cierto. Benja esperaba que lo trasladaran del inodoro a la silla de ruedas para irse de una vez por todas del baño.

“Ahí ya no lo podíamos creer. Le pedíamos que dijera cualquier cosa. Al día siguiente nos levantamos y le empezamos a decir cosas para ver si se había olvidado de hablar. La memoria a largo plazo estaba intacta, pero a corto plazo se olvidaba de todo. Y no se olvidó, habló”.

La clave: paciencia y compañía

La recuperación y el renacer de Benja fueron posibles por muchas cosas. Tuvo la posibilidad de acceder al sistema de salud y a rehabilitación, algo imprescindible para él durante varios años. Tuvo el acompañamiento inclaudicable de su numerosa familia y también de sus amigos, de amigos de amigos, de compañeros, de la escuela, de conocidos y, dice Benja, “hasta gente que ni conocía”.

“La fuerza de voluntad que tiene es increíble. Siempre fue terco y cabeza dura y para algo le sirvió”, destaca su mamá, Cynthia, mientras ríe. También dice que Benja aprendió a ser más paciente.

Cuatro años atrás, jamás imaginó estar así. “Cuando pasan estas situaciones, cambiás la perspectiva de vida. Uno siempre cree que estas cosas no le van a pasar, pero pasan y hay que afrontarlo”, asegura. Y agrega que no hay fórmulas que digan lo que una mamá debe hacer cuando algo así ocurre. “Es lo que te sale en el momento, no hay un librito que te lo diga”, explica.

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