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La Mañana

Cómo darse cuenta de que los chicos no ven bien

Hay que estar atentos a sus gestos y también a sus decisiones.

El uso y abuso de las pantallas de parte de los niños pone en el eje de la discusión los problemas de vista que aquejan, o aquejarán más pronto que tarde, a los chicos. Sin embargo, independientemente de la alerta que nos da verlos consumir buena parte de sus horas frente a un teléfono celular, una tablet o la misma televisión, detectarles problemas visuales es complejo. Y a ellos, a su vez, les cuesta manifestar los síntomas básicamente porque muchas veces no alcanzan a darse cuenta de que lo que sus ojos ven podría verse mejor.

Desde el Instituto Oftalmológico Buenos Aires afirman que “las alteraciones oculares generalmente son imperceptibles, porque si sólo se manifiestan en un ojo, recién se hacen evidentes si por casualidad se tapa el ojo con buena visión”. Según la directora del Instituto, Carolina Colutta, “no tratar a tiempo los problemas visuales de los niños aumenta los riesgos de sufrir enfermedades que, a largo plazo, pueden comprometer su salud visual en otras edades”, recoge el portal Infobae.

Los especialistas señalan la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo como anomalías visuales que se pueden sumar a otras como el estrabismo, el ojo vago o ambliopía.

¿Cómo detectar, entonces, problemas? Un síntoma típico es cuando tienen dificultades para elegir los colores de la gama básica. Esto se puede apreciar tanto en sus elecciones cotidianas y en su sentido de la observación, como en el momento de realizar ciertas combinaciones cromáticas. Los problemas visuales relacionados con los colores no tienen necesariamente que remitir al daltonismo, que es, en sí mismo, una anomalía más compleja. Otro punto a prestar mucha atención es si en el momento de la interacción con las pantallas tecno, se hace evidente la tendencia de los chicos a acercar el equipo a los ojos para no perder detalles; lo mismo ocurre cuando se trata de consultas a libros o los mismos cuadernos y carpetas escolares.

Puede ocurrir también que los chicos realicen posturas extrañas con la cabeza, y esto suele darse para fijar la vista en el punto que les permita ver mejor algún objeto, un texto o dibujo o, incluso, a personas que tienen adelante. Con el paso del tiempo, estas posturas se convierten en un hábito. Incluso, puede pasar que se sientan mal al momento de escribir, una sensación que tienen de modo inconsciente porque no pueden enfocar bien o apreciar lo que tienen en su campo de visión. Y si la anomalía es infecciosa o bacteriana, lo habitual es que se froten los ojos con frecuencia y parpadeen insistentemente. En fases más avanzadas, el enrojecimiento de los ojos o el lagrimeo constante también pueden ser pruebas irrefutables de que algo no anda bien en la salud visual de los niños. La importancia de los controles oftalmológicos de rutina es fundamental.

A veces a ellos les cuesta advertir un problema por ignorancia, desconocen que podrían ver mejor.

Controles de rutina, la clave

La recomendación de los especialistas es que hay que consultar con un oftalmólogo como rutina aunque no exista un problema visual aparente. La primera revisión es en el momento en que el niño nace, cuando se descarta que pueda sufrir afecciones graves como cataratas, malformaciones de retina y retinopatía del prematuro. Luego, a los seis meses, para determinar la agudeza visual. Después a los dos años y medio, para pesquisar estrabismos intermitentes y valorar la agudeza visual. Y finalmente a los 6 años, para descartar defectos refractivos que alteren el aprendizaje.

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