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La enóloga que aporta identidad y frescura a los vinos de Neuquén

María Belén Miguel, enóloga formada en la Patagonia, le pone su sello a los productos de Bodega Del Fin Del Mundo. Conocemos su historia.

Por muchos años, Neuquén fue tierra de pioneros. Hoy, en ese mismo suelo donde el viento talla la estepa y el sol acaricia los viñedos, se forja una nueva generación de protagonistas del vino patagónico. Entre ellos se destaca María Belén Miguel, jefa de bodega en Bodega del Fin del Mundo, una enóloga que combina pasión, curiosidad y respeto por el terroir para crear vinos de gran identidad.

Belén nació y creció en la provincia de Río Negro, una región que desde hace décadas aporta su carácter a la viticultura argentina. Su camino enológico comenzó en la Universidad Nacional de Río Negro, y lo completó en el Instituto de Enología del Ministerio de Educación de la Nación, en la localidad de Cinco Saltos. “Siempre tuve una gran curiosidad por entender cómo se hacía el vino, ese misterio que se esconde en cada copa. Estudiar en la Patagonia, en contacto con los viñedos y el trabajo diario, me formó con una mirada muy realista y apasionada”, cuenta Belén.

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María Belén probando desde las barricas de la bodega los diferentes cortes.

María Belén probando desde las barricas de la bodega los diferentes cortes.

Comienzos en Bodega y los primeros vinos

La puerta de entrada al mundo profesional fue Bodega Patritti, donde trabajó durante cinco meses mientras aún cursaba sus estudios. Empezó como auxiliar de laboratorio, pero su inquietud la llevó rápidamente a querer aprender todo: molienda, fermentación, prensado, hasta llegar a las últimas etapas como el embotellado y etiquetado. Esa versatilidad y ganas de estar en cada rincón del proceso serían su sello.

Después de esa primera experiencia, Belén dio el gran salto que definiría su carrera: se sumó al equipo técnico de Bodega del Fin del Mundo, en San Patricio del Chañar, Neuquén. Una bodega emblemática que, desde principios de los 2000, apuesta fuerte por mostrarle al mundo la enorme riqueza de los vinos patagónicos. Allí, Belén encontró el espacio ideal para desarrollarse y, con el tiempo, asumir la jefatura de bodega.

Hoy, su trabajo abarca desde vinos jóvenes hasta etiquetas de guarda, con una constante: el respeto por la tipicidad varietal y la búsqueda de frescura. “Me gusta que los vinos cuenten la historia de la uva. Que el roble acompañe, pero no tape. Que no haya maquillaje, sino honestidad”, explica. En cada vendimia, Belén realiza nuevas vinificaciones y ensayos, explorando técnicas y ajustes que potencien lo mejor de cada variedad.

Su estilo enológico tiene un compromiso claro: reflejar el carácter propio de San Patricio del Chañar, una zona donde el clima frío, los suelos pedregosos y la amplitud térmica imprimen una personalidad muy definida a las uvas. Malbecs vibrantes, Cabernet Franc elegantes, Pinot Noir expresivos, blancos frescos y aromáticos... cada vino que pasa por sus manos busca transmitir esa identidad patagónica con sinceridad.

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María Belén, con las manos teñidas de mosto, que en breve se transformará en vino.

María Belén, con las manos teñidas de mosto, que en breve se transformará en vino.

“Creo que estamos en un momento de mucho crecimiento”, afirma Belén. “Cada año mejoramos en el conocimiento de nuestro terroir, en cómo trabajarlo mejor, en cómo respetarlo. La calidad de las uvas y de los vinos sigue subiendo, y eso nos consolida como una región vitivinícola que no tiene nada que envidiarle a las grandes zonas tradicionales de Argentina”.

Lejos de quedarse en la comodidad, Belén disfruta cada desafío que impone la profesión. Si bien confiesa que la vendimia es el momento más esperado del año —“la energía, la adrenalina, la emoción de cada cosecha es única”—, asegura que todas las etapas, desde el viñedo hasta la botella, tienen su propia magia. “El vino es un ser vivo. Acompañarlo en todo su proceso es fascinante. Hay que tener paciencia, sensibilidad y mucho respeto”, sostiene.

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Vinos frescos con mucha identidad patagónica.

Vinos frescos con mucha identidad patagónica.

En tiempos donde el mundo del vino pide cada vez más autenticidad, Belén Miguel representa una generación de enólogos que apuesta por el trabajo consciente, la innovación respetuosa y el orgullo por el terruño. Su historia no sólo refleja su talento personal, sino también el futuro promisorio del vino patagónico, una región que sigue creciendo con la fuerza de su gente y la nobleza de su tierra.

Al final del día, cuando recorre los pasillos de la bodega y degusta los vinos en evolución, Belén se reconoce feliz. “Disfruto de todo mi trabajo. Sé que soy una privilegiada: hago lo que amo, en un lugar que me inspira. Cada botella que sale de acá lleva un pedacito de ese amor, de ese sueño que empezó hace años en Río Negro y que hoy sigue creciendo en San Patricio del Chañar”.

Y así, entre aromas de fermentación, barricas silenciosas y vinos que hablan del sur, María Belén Miguel sigue construyendo su propio legado en el Fin del Mundo.

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