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El crimen del neuquino Mario Palacios Montarcé: ¿Es el padre de los gemelos del gobernador?

La familia cree que los gemelos que tuvo la esposa del gobernador cinco meses después del asesinato, en 2003, son fruto de la relación con el profesor de ping pong. "Nos gustaría hablar con ella y que nos diga la verdad", pide su hermana Graciela.

Por Mario Cippitelli - [email protected]

Graciela Palacios revisa las fotos que trajo a la redacción del diario junto a su marido Jorge y su hijo Maximiliano. Mira las imágenes –algunas blanco y negro- y por momentos parece ausente, como si se hubiera transportado al pasado. Son postales de la infancia, de su juventud. Algunas, no tan lejanas. En todas está Mario, su hermano, asesinado hace 16 años.

La familia de Mario Palacios Montarcé todavía no puede creer la intrincada trama que se esconde detrás de su crimen en Toluca, México. No es que no hayan podido asumir su muerte, sino que les gustaría conocer la verdad para que esa historia trágica y tenebrosa termine de cerrarse de una vez por todas.

Lo único que dan por cierto es que a Mario lo mandaron a matar y que no se trató de un crimen en ocasión de robo, como anunciaron oficialmente, apenas ocurrió el hecho. Quieren saber la verdad y, fundamentalmente, se ilusionan ante la posibilidad de que haya dejado descendencia.

Mario Palacios Montarcé era un neuquino por adopción –nacido en Darwin- que se había radicado en Toluca para dar clases de tenis en el club homónimo que tiene ese municipio del país azteca.

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El 21 de noviembre de 2003 ingresó a una panadería de la ciudad y detrás de él entraron dos tipos que, sin mediar palabra, lo golpearon y lo asesinaron de un balazo. Antes de morir, la víctima suplicó que no lo ejecutaran porque tenía hijos, según relató la encargada de la panadería, la única persona que fue testigo del brutal asesinato.

Todos sabían que Mario –de 35 años- era un hombre soltero, que solía andar noviando con algunas mujeres, pero que nunca había tenido hijos.

La profunda investigación del periodista mexicano Diego Osorno –años después de cometido el hecho- reflejó que a Palacios Montarcé lo asesinaron por encargo, por haberse involucrado con una mujer casada y nada menos que la esposa del gobernador del municipio de Toluca, Ricardo Montiel, un encumbrado dirigente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que tenía pretensiones de ser Presidente de la Nación.

Según la investigación de Osorno, en la ciudad corrían los rumores de que el profesor de tenis mantenía un romance con la esposa de Montiel, Maud Versini, una joven francesa que se había radicado un año antes en ese país, cuando conoció al gobernador.

En un artículo publicado en la revista Chillango y luego ampliado en el libro País de muertos, el periodista logró testimonios de amigos, allegados a Mario, dirigentes y hasta empresarios gastronómicos que certificaban que la víctima había mantenido al menos dos encuentros con el argentino en un conocido restaurante de la ciudad. También dio cuenta –citando al libro “La Diferencia”- que dos días después del asesinato, la primera dama ingresó a la embajada de Francia en México denunciando que había sido golpeada por órdenes de su esposo y que estaba embarazada de cinco meses (de gemelos).

Años después, ya separada de su marido, tras una escandalosa pelea judicial, Maude Versini desmintió la investigación de Osorno y a través de una carta que hizo pública aseguró que no solo no había mantenido relación alguna con Palacios Montarcé, sino que no lo conocía.

Graciela es una mujer de carácter y decidida. Se le nota cada vez que se expresa. Es una de las pocas de la familia que se anima a hablar ya que el crimen dejó heridas que no cierran, no solamente por el dolor, sino por la falta de verdad, la impunidad y también por el miedo.

“Acá estamos los cuatro cuando éramos chicos”, dice y muestra una fotografía de las tres hermanas junto a Mario, el más chico. Se nota que tiene que hacer un esfuerzo para no emocionarse hasta las lágrimas.

Graciela ya hizo el duelo necesario para que el dolor no se sienta tanto, pero reconoce que le gustaría saber toda la verdad detrás del crimen de su hermano. Tiene la seguridad de que lo mandaron a matar y no duda de una sola palabra de Diego Osorno, el periodista que investigó el asesinato.

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“Un día, mi hermano llamó por teléfono a casa y dijo que estaba de novio con una mujer muy fina, de origen francés”, recordó Graciela. Pero en aquella conversación Mario no abundó en detalles. Como siempre, preguntó cómo estaba la familia, sus padres, hermanas y sus sobrinos a los que tanto quería y luego se despidió con la promesa de venir a visitarlos.

La posibilidad de que Mario sea el padre de los gemelos que nacieron cinco meses después de que lo asesinaran siempre está presente en la familia. Graciela remarca la última frase que dijo antes de que le dispararan aquella mañana en la panadería: “No me maten; tengo hijos”.

Tal vez lo expresó en un momento de desesperación sabiendo que le llegaba el final, pero la coincidencia de su aparente amorío y el embarazo de la mujer francesa genera sospecha. ¿Por qué no?

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En el escritorio de la redacción, Graciela despliega una serie de fotos de Mario cuando era chico. Ella se tomó el trabajo de buscar imágenes de los niños que nacieron en México (se publicaron muchas en las revistas sociales) y asegura que el parecido que tienen con su hermano es asombroso: los ojos, las expresiones, el color de la piel…

Tales similitudes podrían estar influenciadas con algo de sugestión, pero Graciela trata de evitarla. Es más, asegura que no le interesa avanzar en una investigación de identidad si la otra parte (la familia de los niños) no está de acuerdo. “Nos gustaría saber la verdad; nada más que eso”, sostiene.

La posibilidad de un reclamo a través de la cancillería argentina sería posible, aunque fuentes del gobierno de Neuquén reconocen que el resultado sería negativo, debido a que todo se basa en sospechas. Explican que por más que se hubiese probado una relación entre Palacios Montarcé y Maude Versini, eso no acredita que la mujer haya quedado embarazada del argentino. Además -sostienen- los niños involucrados quedaron en una situación de vulnerabilidad tras el escandaloso divorcio que tuvieron sus padres. Hoy tienen 15 años y todavía son menores.

“Nos gustaría hablar con ella (por Versini) para que nos diga la verdad, que pudiéramos encontrarnos aunque sea en secreto, en algún lugar y que nos cuente cómo fue la historia”, insiste Graciela. Y reitera que no tiene la intención de avanzar sin el consentimiento de la otra parte.

Con respecto al crimen, la familia ya casi no tiene esperanzas de que se haga Justicia. Aunque la trama de mentiras y encubrimientos fue descubierta por el periodista Diego Osorno, no hay pruebas contundentes que involucren directamente al ex gobernador Montiel con el asesinato de Mario. Lo único que quedó claro es que a su hermano lo mandaron a matar. Nada más.

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“Mi mamá nunca se tragó lo del asalto en la panadería; ella siempre decía que había algo detrás”, asegura Graciela, aunque nunca se imaginó que aquel homicidio tuviera origen en una oscura historia que mezclaba cuestiones sentimentales y -fundamentalmente- políticas.

Se enteró el día que Osorno llegó a Neuquén para entrevistarlos. El periodista se lo dijo sin vueltas. Ahí comenzaron a atar cabos.

En 2009, la Procuraduría General de Justicia del Estado de México desmintió que la causa sobre el asesinato de Mario Palacios Montarcé estuviera archivada. Desde la dependencia judicial se aseguró que el expediente “como muchos más, estaba en rezago”. “Aquí no hay ni habrá tratos especiales”, indicaron voceros y funcionarios. Y destacaron que no tenían indicios de que el ex gobernador Arturo Montiel pudiera estar involucrado.

Más allá del pronunciamiento, la causa judicial nunca avanzó. El expediente, con apenas tres declaraciones de personas relacionadas con lo sucedido y una escueta acta de defunción, sigue guardado en el cajón de un escritorio, entre miles de papeles.

La verdad sobre el crimen y las derivaciones que pudo haber tenido el hecho, hoy son oficialmente meras especulaciones, aunque la familia de Mario siga insistiendo con los reclamos de Justicia y se aferre a hipótesis que, aunque parezcan descabelladas, están basadas en los sentimientos y el sentido común.

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