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Julio Nordenstrom: memorias de un pionero singular

Como parte del homenaje a los 100 años de vida del barrio Villa Florencia, reseñamos la obra “El Cartero. Memorias de un auténtico neuquino”, escrita por Julio Nordenstrom, uno de los hijos de los fundadores de esa parte de la ciudad, donde desgrana importantes hechos de los primeros años de Neuquén.

Por  Vicky Chávez

Neuquén > La obra cuenta con un impecable prólogo del escritor e historiador Juan Mario Raone, quien transcribe datos extraídos de la revista La Patria Argentina-Neuquén, editado en la ciudad de La Plata con motivo de los festejos del Centenario del 25 de mayo de 1810, en la que aparecen breves semblanzas de “los hombres del Neuquén”, encabezados por Carlos Bouquet Roldán, el fundador, y al que le siguen Eduardo Elordi, Manuel Bonet y Eduardo Talero, entre otros. Quien no falta es Enrique Nordenstrom, de quien expresa: “Es el viejo Nordenstrom -como lo llamamos cariñosamente- criollo de buena cepa, hombre activo y diligente y uno de los más antiguos pobladores del territorio. De muy joven fue nombrado maestro de escuela para el territorio de Río Negro y en los ocho años que desempeñó aquel cargo, dio pruebas fehacientes de su competencia y laboriosidad. Padre de una numerosa prole, se vio obligado a sostener grandes luchas por la vida y fue constante e infatigable en el trabajo. (…) Hoy, al verse rodeado de los 14 hijos que forman su único capital, se siente feliz en ese hogar tranquilo que él supo formar a fuerza de sacrificios. (…) Actualmente es intendente del Concejo Municipal de Neuquén y sus vecinos saben apreciar, respetar y admirar sus bellas cualidades morales”.
Raone continúa describiendo cada uno de los integrantes de esta familia de los primeros años del Neuquén: “Don Ismael, aquel niño que el 12 de septiembre de 1904 entregara un ramo de flores al ministro del Interior, Joaquín V. González, en la recepción de su llegada para presidir los actos de la fundación de la ciudad. Él fue el primer nativo jefe de Distrito de Correo y Telégrafos (el 22°), que también asumió, como su padre, el cargo de intendente de la comuna local. Durante su gestión entre 1950 y 1952 adquirió el terreno donde hoy se levanta la Municipalidad”.
El prólogo es más extenso y no tiene desperdicio.
El asesor editor y escritor Roberto Ghiglione expresó: “Julio escribió de corrido esta epopeya de relatos y episodios, y salvo algunas sencillas correcciones de estilo, se le han respetado sus escritos y el hilván de las expresiones. También significa el libro un justo homenaje a este otro pionero singular, ya que sus obras mueven a la gratitud de los nativos y de los que elegimos esta hermosa comarca para vivir el tramo final de nuestras vidas”.
Luego, el libro cuenta con unas palabras preliminares a cargo de su autor, quien explica: “Como toda narración debe llevar su resumen del contenido escrito, comienzo refiriéndome a estas Memorias de la Histórica Leyenda del viejo Neuquén, el de allá por el año 1902, fecha en que se radicaron mis padres “aquí”: he querido dejar como un recuerdo auténtico, y con testimonio a la vez, de lo que les tocó vivir en esas épocas, bastante  difíciles, pero que vencieron a fuerza de valor y constancia en los trabajos que realizaron. Los que aún vivimos reconocemos lo que nos dejaron legítimamente con sus esfuerzos y nos sentimos orgullosos de ser neuquinos”.
 
De manera sencilla, Julio relató:
“Corría el año 1902 cuando llegaron a la cordillera mis padres y hermanos. Habían permanecido en San Martín de los Andes, donde perdieron gran parte de sus animales y pertenencias, pues las grandes nevadas duraban mucho tiempo, llegando a cubrirlo todo con una altura de 2,50 metros. Tener que hacer un sendero para hacer fuego dentro de la casa y así soportar el intenso frío. Utilizando la nieve puesta en una olla para tener agua. Rogando a Dios para que pasaran estos temporales. Mi familia estaba compuesta por mi padre, Enrique Nordenstrom, descendiente de noruegos; mi madre, Florencia Ochagavía, descendiente de vasco-españoles; mis hermanos Florencia, Enrique, Damiana, Argentina, Ismael, Raúl, Juan, Margarita, Ema, Eva y yo. Debo decir que, contado por mis padres, Neuquén era un pequeño pueblito con unas veinte casitas, sin muchos recursos de vida pero con otro clima, y se podía iniciar algo para mejorar sus vivencias, hacer plantaciones de árboles que crecen de gajo (...).
En 1904 es trasladada la Gobernación del Territorio desde Chos Malal a Neuquén, declarándose por ello Capital del Territorio. Empieza a surgir un pueblo y pasan  los años y llegamos a 1909. El gobernador era el señor Eduardo Elordi, lo tengo presente porque conservo en mi poder un legajo escrito de puño y letra por mi padre, en donde le comunica a S.E. Señor Gobernador don Eduardo Elordi que en la fecha cumplimentando lo ordenado por el Ministerio del Interior, se hacía cargo de la presidencia del Consejo Municipal. Firmado, Enrique Nordenstrom y secretarios (…).
Como pueden ver, el tesón de mi querido padre iba dando sus frutos, ejemplo magnífico para su esposa e hijos. De ahí en más siempre estuvo ocupando cargos públicos y algunos en forma simultánea.
Seguiré con el año 1907, así aprovecho para contarles que el 21 de noviembre de este año, nacía este viejo que les está contando las cosas viejas de aquel Neuquén. Nuestra casona en Villa Florencia estaba casi terminada. Se empezó a construir en 1905 y se terminó en 1908.
Todas las noches, cuando estábamos en período escolar, de pronto aparecía mi padre de supervisor a revisar los cuadernos y tomarnos la lección del día siguiente; de tal manera que el resultado era traer buenas calificaciones. Sucede que mi padre, nacido en Buenos Aires, desde muy jovencito actuó como cadete en una alcaldía, hoy Juzgado de Paz, estando permanentemente con papeles y más papeles, lo que hizo que se fuera educando cada día más, y empezó a enseñar todo lo que sabía hasta ese momento, leer, escribir, las cuatro operaciones de aritmética, nociones de historia y geografía”.
(...) “Ya hombre enseñaba particularmente y con ese oficio salió de Buenos Aires hacia el sur. Estando en Tandil, se desempeñó como secretario, y a la vez siguió enseñando como maestro particular. Estuvo varios años. Allí encontró a la que sería su compañera de toda la vida, nuestra madrecita. Continuando siempre rumbo hacia el sur, estuvo en Coronel Pringles y poco después en Choele Choel, siempre de maestro. Estas tareas eran pagadas en ese entonces en la mayoría de los casos con 'trueque'. (…)
Con el correr de los años se juntó con algunos animales y recursos económicos. Llega la noticia del Gobierno Central que el mismo ofrecía tierra para quienes quisieran habitarlas y con el compromiso de que pasado un tiempo estipulado se les otorgaba su título de propiedad por la tierra ocupada. Circunstancia que lo entusiasmó, la cuestión es que se largó más al Sur. El viaje lo realizaron en una carreta de bueyes tirada por dos yuntas, la hacienda obtenida era arreada por dos peones”.
 
El arribo a estas tierras
“Su destino era San Martín de los Andes. Llegaron a El Fortín Primera División, hoy Cipolletti, ya a orillas del río Neuquén (…) Arregladas las cargas y todo en orden, prosiguieron el camino costeando las márgenes del Río Limay, llegando después de varios días a orillas  del río Collón Cura. (…) Una vez allí había que buscar el lugar apropiado para construir su vivienda y sin demora, pues pronto se les venía el invierno con sus múltiples dificultades. (…) Allí estuvieron unos ocho años, pero los venció la cordillera, que en ese entonces era muy nevadora”.
 
El correo
“Voy a adelantarme unos años para decirles que con 13 años de edad, cursaba el sexto grado en la Escuela Nº 2, y un buen día del mes de julio de 1921, regresando de la misma con mis hermanos y sobrinos, veníamos por la calle Sarmiento; al llegar a la esquina de Sarmiento y La Pampa, estaba la cabecera del 22° Distrito de Correos y Telégrafos. Eran más o menos las 12.30, salían los empleados que habían cumplido el turno de la mañana, y entre ellos el secretario del Distrito, el Señor Roberto Romero, a quien después de saludarlo, le pido si me permite una palabra, contestándome afirmativamente. Y le digo a Romero: 'Quisiera que me tuviera en cuenta para una posible vacante de mensajero, estoy cursando sexto grado y quisiera seguir los pasos de mis hermanos mayores, que casi todos fueron empleados de Correos y Telégrafos'.
Julio continuó relatando en las páginas siguientes su ingreso al Correo.
“Mi carrera en correos fue paso a paso. Ustedes saben que cuando se trabaja intensamente por la obligación del servicio en sí, el cerebro se amplía, cultivándose una memoria de la que uno mismo se asombra; con la facilidad que se recuerdan nombres y direcciones en el acto, como si lo estuviera leyendo de cual o tal paraje”.
 
El alumbrado y la basura
“El alumbrado público en la ciudad de Neuquén, desde 1915 en adelante, funcionaba de esta manera: en total serían unos veinte faroles, a kerosene". Julio menciona las calles en donde estaban colocados los faroles, que se apagaban a las 23.
“El primer recolector de basura que hubo en Neuquén fue Raimundo Burgos, viejo peón de mi casa. El carrito lo hizo Remigio Bosch y su caja era volcable, y las tres mulitas que tiraban del mencionado carrito fueron donadas por mi hermano mayor, Enrique, que en esos momentos era el administrador de la estancia Rincón de Las Perlas, sobre la margen sur del río Limay. Esa estancia  era de un señor muy rico de Buenos Aires, Casimiro Gómez”.
 
El puente carretero
“Ahora le toca el turno al Puente Carretero. Antiguamente existió en el mismo lugar del río Neuquén una balsa que en su momento fue útil para el cruce del río Neuquén a Cipolletti; su dueño era Celestino Dell’Anna, pariente de Enrique Carro, comerciante de Neuquén capital. Por el año 1935 se empiezan los primeros trabajos del citado puente. La empresa que lo hizo se llamaba GEOPE, sus dueños eran de nacionalidad alemana”.
 
La familia
“He omitido algo muy importante: mi familia que forma parte de esta historia, vivida por todos ellos y yo, estaba compuesta por mi esposa, Delvina, y mis hijos Juan Carlos, Gloria Aurora, Roberto Julio, Eduardo Enrique y Jorge Oscar. Nos casamos el 1 de marzo de 1930”.
 
Médanos en Avenida Argentina
“Pasando las vías del ferrocarril, se iniciaban los grandes médanos, producidos por los fuertes vientos, que al caminar hacia el Hotel Confluencia, sólo existía una huella de carros y una senda a modo de vereda. (…) Eran tan profundas las huellas que las verduleras en sus jardineras entrababan por ahí y paradas en el pescante del vehículo, le alcanzaban la canasta con verduras a la persona que estaba sobre la vereda del Hotel Confluencia para recibirla (hoy Casa Matriz del Banco de la Provincia de Neuquén)”.
Los relatos de “El Cartero. Memorias de un auténtico neuquino”, obra de Julio Nordenstrom, nos muestran, con claridad y simpleza, la vida del Neuquén de ayer, a veces dura, siempre una aventura. Un Neuquén lleno de viento y tierra, de huellas y carros que nos describen la realidad tal como era en los primeros años del siglo XX.
 
Aclaración: En la edición del domingo pasado se omitió el nombre de Vicky Chávez como autora de la nota.

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