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La Mañana chacra

La chacra devenida en casa de té que creció en pandemia

Nancy Sastre contó la historia de Los Chalets, el emprendimiento familiar modelo en la producción de frutas que ahora brilla como propuesta de agroturismo.

Una propuesta diferente a la hora de darse un gustito, de hacer una pausa - tras el ritmo agitado de la semana- y disfrutar un momento en familia, con amigos, en pareja o ¿por qué no?, en solitario, conectado con la naturaleza.

Emplazada en la entrada de una chacra, a metros del río Neuquén, en el lote 74 sobre la calle 6 de la zona rural de Centenario, la casa de Té Los Chalets ofrece una grata experiencia de agroturismo-tal como remarca su dueña, Nancy Sastre-, más allá de las propuestas dulces, saladas y las opciones para celíacos y veganos que se ofrecen en sus mesitas de tonos pasteles, desplegadas en los parques rodeados de plantaciones y sus dos salones cálidamente decorados.

Uno de ellos, el más amplio y luminoso, fue inaugurado recientemente, gracias a una particular situación que se dio durante la pandemia de coronavirus, a contramano de la crisis generalizada que generó la cuarentena. Una suerte de alivio y recompensa tras años de esfuerzo, contratiempos, momentos de desesperación, de volver a empezar, de reinventarse y también de patear el tablero para jugarse por un proyecto familiar, más allá de los mandatos y las renuncias.

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"Tanto mi esposo como yo somos nietos de productores de la zona, pioneros. El abuelo de mi esposo era yugoslavo, mi abuelo español y los dos se asentaron en Centenario después de la Primera Guerra Mundial", contó Nancy antes de relatar la historia familiar y repasar los escollos que sorteó para estar hoy cumpliendo un sueño.

Licenciada en turismo con sólidos conocimientos en inglés, Nancy se "bajó de los tacos" y dejó su promisoria carrera como ejecutiva en el mundo de los viajes para apostar al desarrollo del agroturismo en la chacra de la familia de Raúl Srebernic, su marido y padre de sus cuatro hijos. El camino no fue fácil, tuvo sus idas y venidas, pero la llevó a consolidar su casita de té, que nació de la necesidad de sobreponerse a uno de los altibajos que atravesó. Un plan b que se convirtió en motor y protagonista de la chacra.

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Inicios

Aunque ambos se criaron en el ámbito rural de Centenario, recién se conocieron en la juventud, en una noche de verano. Raúl por aquel entonces tenía 18 años y estaba terminando la secundaria. Nancy con 17, ya había iniciado la facultad dado que su carrera educativa arrancó en forma prematura, a los 4, debido a que siempre fue muy inquieta.

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Un año después Raúl debió abandonar sus estudios en ingeniería para ayudar con la chacra a su padre, que le costó reponerse del golpe anímico y económico tras ser estafado. Hasta ese entonces, el complejo se había dedicado a la producción de peras y manzanas y, en la época de mayor apogeo, llegó a tener un galpón de empaque llamado Pitágoras. Con Raúl al frente, el emprendimiento puso el acento en la producción de ciruelas, mientras Nancy se abría paso en el universo turístico.

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La chacra de los Srebernic en los años 50'.

La chacra de los Srebernic en los años 50'.

La pareja se fortaleció y se casó años después, tras un viaje inolvidable que ella hizo a los 22 años por trabajo a Jamaica. Una aventura que culminó en una luna de miel anticipada. "Una profesora de la universidad nos había comentado que en los hoteles all inclusive trabajaban traductoras de inglés. Con una amiga, que es muy proactiva como yo, escribimos para postularnos. Medio que lo largamos al universo y lo dejamos. Yo estaba trabajando de guía de turismo en Caviahue cuando me llama mi amiga y me cuenta que nos habían contestado. Era todo por carta, no había internet en ese entonces. Y así surgió la posibilidad de ir a trabajar por seis meses. Fue fantástico. Además de poner en práctica el idioma , hice todo lo que podía hacer: canté, pesqué, aprendí a bucear. Terminé trabajando en el departamento de entretenimientos", recordó en forma entusiasta.

"En el último tramo del viaje le dije a Raúl que fuera a visitarme. Fue toda una revelación para esa época y lo pensamos como una luna de miel porque después no íbamos a poder hacer ese viaje. Vacacionamos dos semanas en Jamaica y luego nos fuimos a Miami. Antes de volver me compré el vestido de novia", agregó entre risas.

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"Yo volví a trabajar en el desarrollo turístico de Caviahue, para el hotel Farallón, que en ese momento tenía la concesión del cerro. Al año nació mi primer hijo, Franco, y empecé a padecer las relaciones públicas o ir a Caviahue, que antes lo re disfrutaba. Yo trabajaba de 9 a 18 horas en Neuquén. Dejaba a mi hijo de un año a las 8:30 de la mañana en la guardería, al mediodía lo retiraba una señora y me lo cuidaba hasta las seis de la tarde y el nene estaba todo el día con otra persona, era un sufrimiento", sostuvo. Esa experiencia marcó un antes y un después y, tres años más tarde, cuando llegó Iván, su segundo hijo, procuró que la situación sea diferente.

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"De a poco nos fuimos proyectando para irnos a vivir a la chacra", señaló Nancy y añadió que el plan se concretó luego de que los Srebernic, le compraran el campo -donde actualmente se encuentra la casa de té-, al hermano del padre de Raúl. "Era la chacra vecina a la que ya tenía la familia de mi marido, estaban separadas por un ligustro. La idea era venirnos a vivir a lo que es hoy la casa de té, que en ese momento era un chalet muy deteriorado. Estábamos en el proceso de arreglarla, cuando la abuela de Raúl se enfermó y se fue a vivir con una tía de él en la ciudad. El abuelo de él ya había fallecido, así que la casa quedó sola y nosotros nos mudamos ahí, donde seguimos viviendo ahora", explicó.

Reinventarse

Tiempo después de instalarse en la chacra con sus hijos, Nancy, que ya estaba esperando a Germán, su tercer hijo, renunció a su empleo con la decisión de abocarse a su maternidad. Sin embargo, una nueva estafa y una helada que les hizo perder toda la cosecha de ciruelas, la llevó a cambiar sus planes.

"De repente caímos a un pozo, no teníamos plata ni para comer", subrayó. Con la mirada puesta en hacer de la chacra una propuesta de agroturismo, volvió trabajar para la empresa de la que se había desvinculado, pero de manera free lance. El dinero que iba ganando lo invertía en arreglar lo que hoy es la casa de té, que en un principio la soñó como un alojamiento.

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Con un crédito denegado y urgida por la necesidad, en el 2000 abrió Los Chalets "con una mesa y cuatro sillas" en el pequeño salón comedor los fines de semana, "sin saber cocinar ni un huevo frito".

"Mi mamá (Blanca Fuentealba) era repostera, así que ella se ocupaba de las tortas y el strudel, las tartas, la selva negra, el pan, las mermeladas; y yo del marketing, la folletería, porque en ese momento no había redes sociales. Era difícil promover en esa época, Centenario no era un destino turístico. Mi idea era abrir la tranquera de la chacra para visitas. Nosotros teníamos una chacra modelo. Si bien habíamos tenido situaciones difíciles, se había reconvertido todo a ciruelas, habíamos sumado frutos rojos como frambuesas, la gente del INTA venía a ver cómo se había avanzado con nuevos sistema de conducción, se estaba fomentando las exportaciones y era un orgullo . Y la merienda complementaba el recorrido", explicó, al tiempo que su padre miraba con recelo que, tras años de estudios, ella volcara toda su energía al emprendimiento rural.

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"Nadie creía que el proyecto fuera a prosperar, pero de a poco empezó a prosperar y fue teniendo su renombre. Con el tiempo la casa de té ganó protagonismo, más que la visita a la plantación. Era más redituable además y se podía hacer todo el año", sintetizó para luego destacar el fuerte impulso que el dio al proyecto la aparición de las redes sociales.

Encontrarle la vuelta

La producción frutal de los Srebernic volvió a sufrir otro revés con un incendio que los sumergió en otro dolor de cabeza económico, que tuvo cierto alivio por la actividad de la casa de té. "Mi esposo esperaba detrás de la puerta a que alguien me pagara para que yo le diera la plata para ir a buscar de comer porque no teníamos nada, era el día a día. Endeudados, con personal, así que les agradezco a mis clientes de la casa de té que nos daban de comer", valoró.

"Yo sabía que lo que nosotros teníamos era bueno. La gente lo disfrutaba, las cosas eran ricas, era una cuestión de tiempo. El producto siempre fue bueno, era mi profesión".

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"Yo siempre me mantuve inquieta para tener un plan B porque la chacra dejó de ser nuestra producción. Dependíamos de la casa de té y yo no paraba de laburar. Hicimos ferias de diseño, tardes de té, fiestas retro, bingos, bodas. Y yo me preguntaba cuánto tiempo iba a poder mantener ese ritmo porque trabajaba de martes a domingos". remarcó y agregó que pese a que la actividad no cesaba, la ecuación costo-beneficio no le terminaba de cerrar dado que no le quedaba resto para reinvertir, sumado a las eventuales inundaciones y cortes de ruta que podrían paralizar la concurrencia de visitantes.

La respuesta a ese intríngulis apareció a partir de un episodio desafortunado. Su madre quedó atrapada en una profunda tristeza luego de la sorpresiva muerte de su papá y para que cambie de aire, Nancy la acompañó a Panamá donde vivía su hermana. Allí conoce las bebidas naturales de la marca peruana Fuxion que tiempo después, cuando la franquicia llegó a la Argentina, la implementó en la casa de té.

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"Es la versión saludable de toda la bebida chatarra que tiene colorante, conservantes y azúcar. Esta es una bebida a base de super alimentos. Es rica y sus nutrientes sean cien por ciento absorbibles por la flora intestinal. Mejora la energía, baja el estrés, mejora la circulación, reduce el colesterol y te levanta las defensas", resaltó sobre los beneficios de las bebidas.

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Cuando llegó la cuarentena, Nancy se mantuvo a flote con la venta online de las bebidas y expandió la franquicia. "Gracias a Fuxion amplié la casa de té, el salón principal lo reinauguramos en las vacaciones de invierno. ¿Cómo puede ser que en siete meses que estuvo cerrado yo crecí? Y revaloricé los domingos porque yo no sabía lo que era un domingo. Venían todos a reunirse a casa y a las 14:30 yo tenía que ponerme a trabajar. Ahora trabajo solo jueves, viernes y sábado. Los lunes, martes y miércoles se los dedico a mis bebidas y a mi equipo que se está expandiendo. Tengo una vida más disfrutable", celebró.

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"Nosotros empezamos con licencia comercial en el 2002 y el año que viene oficialmente vamos a cumplir 20 años. Lo que yo soñé en ese entonces lo estoy teniendo en este momento: que la casa de té sea un lugar de parada obligada en el valle. Como vengo del mundo del turismo no puse el foco en el plato en sí, sino en la experiencia. Nosotros queremos brindar felicidad. Mientras estés acá, lo que veas, lo que huelas, lo que oigas, lo que disfrutes en la compañía, todo sea un oasis de relax", concluyó.

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Con una alta afluencia de visitantes, Los Chalets funciona con reserva previa vía whatsapp (+54 9 2994 65-1620) en su página de internet (www.casadeteloschalets.com.ar) donde se puede consultar la carta y hasta hacer pedido en forma anticipada.

La propuesta además está acompañada por "La Despensita", donde Nancy ofrece productos comestibles como conservas y mermeladas de su propia marca, vajilla de porcelana y propuestas de productores locales. A su vez, tiene reservado un showroom donde cada fin de semana rotan emprendedores de la zona con sus trabajos.

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